Aikido para empresas en ambientes de crisis

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Fotografía: Pixabay.

En tiempos de crisis, a las empresas se les olvida calmar la mente y escuchar la sabiduría interior de sus fundadores; los gerentes se guían más por los informes de mercado.

Alecia Ortiz / 2 de abril de 2018


Aikido ―término japonés que designa una forma de arte marcial― alude al camino de la armonía y la energía. Como disciplina, apunta a la captación de energía para destinarla a causas favorables al sujeto practicante. Morihei Ueshiba, su creador, sostiene que las artes marciales deben orientarse a la búsqueda de la perfección física y mental, no al combate.

Ante una crisis las organizaciones tienden a adoptar estrategias tradicionales de supervivencia, entre las que se destacan reducción de costos, migración y reorganización (downsizing). Pero, ¿en verdad son efectivas estas medidas? ¿No conviene, acaso, asumir el riesgo de intentar nuevas opciones? En el entorno venezolano actual es necesario reorganizar las energías, lo cual implica:

  1. Prestarle atención al ser. Las organizaciones están integradas por recursos tangibles e intangibles; sin el talento profesional ninguna alcanza el éxito. Una importante fuente de sinergia interna surge de la mezcla armónica de la concentración individual y la conexión «emotivo-racional» del factor humano con el todo organizacional. En tiempos de crisis, a las empresas se les olvida calmar la mente y escuchar la sabiduría interior de sus fundadores; los gerentes se guían más por informes de mercado. La idea es combinar la información externa con la surgida de la experiencia y el conocimiento intuitivo. ¿Quién practica la atención plena (mindfulness) en la empresa? Es un buen momento para hacerlo.
  2. Sembrar para el mañana. Muchas empresas han optado por la migración. Con ella causan un vacío en su mercado nacional ―que otros colman― y dejan en muchos consumidores la incómoda sensación de haber sido abandonados a su suerte, en el peor momento. Que el corto plazo es importante es una gran verdad; pero también lo es que conduce, con frecuencia, a descuidar la visión de largo plazo. Es necesario reforzar la marca y profundizar las relaciones con el entorno. También es pertinente reflexionar sobre las modificaciones que experimenta el comportamiento de los consumidores.
  3. Cambiar competidores por aliados. Señala el refrán que «en la unión está la fuerza». Frases como «atacar al mercado» o «competir en la industria», dichas en un clima de hostilidad exacerbada, pueden simbolizar una guerra comercial. En ocasiones, es conveniente ensayar la perspectiva contraria: cultivar alianzas para resistir los embates de las crisis y resolver los problemas comunes del sector, con el apoyo y el conocimiento de cada empresa. Entre los emprendedores campea este enfoque, porque han tenido poca exposición a las ideologías de hegemonía gerencial; de hecho, rara vez hablan de competidores. Les gusta más bien identificar a personas y organizaciones que se encuentran en las mismas condiciones, y aprender de todas.
  4. Flexibilizar el negocio. Las empresas más grandes y con mayor historia son, a menudo, las que reaccionan de la peor manera a las crisis. Factores como trayectoria empresarial y tamaño del negocio, al ser manejados con torpeza, devienen fuentes de debilidad. Conviene crear espacios de innovación en la empresa: pequeñas unidades estratégicas que vigilen el mercado, investiguen hábitos de consumo e identifiquen oportunidades de negocios que ayuden a sobrellevar los cambios turbulentos de las crisis. Esto puede requerir, en algunos casos, deponer la visión funcional y adoptar una visión de procesos y resultados (especialmente, satisfacción del cliente).
  5. Revisar la fuente y el uso de la información. Las empresas tradicionales acuden a las mismas fuentes para buscar información: prensa y opinión de expertos (ambas muy válidas, pero no las únicas). Los grandes fabricantes suelen escuchar las necesidades emanadas de los canales de distribución. Conviene también escuchar al consumidor final y a los clientes internos, y tomar en cuenta sus criterios al concebir tácticas y estrategias comerciales y operativas. Un cliente que se queja de alto precio y mal servicio puede quedar satisfecho con solo sentirse escuchado y ser testigo de un sincero intento de cambio por parte de la empresa. Hay muchos ejemplos de que la solución no está necesariamente atada a una estructura de precios.

El aikido deja un aprendizaje organizacional: dejar de pelear y buscar el acomodo. Si no se sabe surfear, lo mejor es aprender. ¿Por qué renunciar a la experiencia de disfrutar el dominio de la ola?


Alecia Ortiz, mentora de Emprende, programa de formación de emprendedores del IESA / @AleciaortizMBA