Las reacciones de las personas a los consejos financieros dependen de quién los dé, quién los recibe y cuál es su naturaleza. Al recibir un consejo, los individuos están más abiertos a los asesores que cobran una remuneración previamente establecida.
Mejorar la educación financiera es una preocupación creciente en el diseño del currículo que cursan niños y adolescentes en todo el mundo. Muchas personas llegan a la adultez sin manejar nociones tan elementales como la tasa de interés o el financiamiento de un vehículo a crédito.
Los académicos en el área de las finanzas personales quieren entender los procesos por los cuales las personas adquieren sus rudimentos financieros. El objetivo es mejorar los contenidos de la educación formal y apuntalar prácticas de la industria financiera dirigidas a comunicar los atributos de instrumentos y servicios dirigidos al público.
En septiembre de 2024 los investigadores Antoinette Schoar y Yang Sun de MIT y Brandeis, respectivamente, un trabajo titulado «Asesoría financiera y creencias de los inversionistas». Los autores exploraron las reacciones de un grupo de individuos, en un experimento de laboratorio aleatorio, a recomendaciones sobre estrategias de inversión activas y pasivas.
El experimento identificó las creencias de los participantes y luego los asignó aleatoriamente a videos de consejos financieros que confirmaban o cuestionaban sus creencias. A partir de sus respuestas, midieron el efecto que los videos tuvieron en sus percepciones; específicamente, el cambio de creencias y la escogencia de títulos financieros en sus carteras de inversión.
La primera conclusión del estudio fue que las reacciones de los individuos a los consejos financieros dependían de quién los daba, quién los recibía y cuál era su naturaleza. Aunque los resultados validan lo obvio, también arrojan luces sobre la manera como los individuos procesan la información.
Una escasa educación financiera puede impedir a las personas buscar asesoramiento financiero.
Las personas tienden a valorar más los consejos que se ajustan a sus prioridades y a modificar sus percepciones o creencias según el contenido del consejo recibido, independientemente de que la nueva información contradiga lo conocido. Al recibir un consejo, los individuos están más abiertos a los asesores que cobran una remuneración previamente establecida por encima de quienes reciben un beneficio si ocurre la transacción, como es el caso de la compra de una acción o un fondo mutual mediante una clásica cuenta de corretaje.
El estudio se enfocó en la evaluación de información acerca de estrategias activas y pasivas transmitida por videos promocionales. Las estrategias pasivas (con énfasis en bajos costos de transacción y diversificación de carteras) fueron más persuasivas que las estrategias activas (con énfasis en los beneficios de la selección de acciones y la importancia de identificar tempranamente los sectores económicos en alza).
Los participantes en el estudio con mayor formación financiera mostraron preferencia por los contenidos dedicados a las estrategias pasivas. Fueron capaces de producir respuestas diferenciadas a los distintos tipos de consejos de inversión, y tendían a no dejarse convencer por la publicidad que favorecía las estrategias activas.
Los sujetos con menor conocimiento financiero daban el mismo peso a los consejos sobre estrategias activas y pasivas. No distinguían la calidad relativa de los consejos recibidos, lo que les exponía a ser víctimas de asesores de menor calidad.
Las investigaciones sugieren que una escasa educación financiera puede impedir a las personas buscar asesoramiento financiero. Pero este experimento muestra que los individuos no tienen conciencia de que necesitan tal asesoría y no muestran rechazo a priori a utilizarla. Una vez ofrecido el asesoramiento financiero, estas personas están abiertas a incorporarlo a sus creencias y acciones.
Los individuos con mayor formación financiera afirman que, si estuviesen invirtiendo su dinero, tendrían menor probabilidad de hacerlo con asesores que recomiendan estrategias activas. Además, gran parte de los participantes en el experimento se mostraron dispuestos a aceptar conceptos ampliamente difundidos en la bibliografía financiera (tales como el papel de los fondos pasivos en una cartera de inversión, los beneficios de la diversificación, el uso de vehículos de inversión con bajos costos transaccionales), aunque esos conceptos pudieran resultar contraintuitivos para algunos de ellos.
Muchos participantes en el experimento rechazaron elementos de las estrategias activas como son el llamado timing (mover dinero hacia o fuera de un mercado financiero con base en métodos predictivos) o la posibilidad de alcanzar retornos superiores a los de los índices financieros de referencia (vencer al mercado. Sin embargo, los autores reconocen que el experimento ocurrió en un contexto social donde las estrategias pasivas son ampliamente conocidas y es probable que los participantes tuvieran una educación financiera superior al del público en general.
Una conclusión que se extrae directamente del estudio es la necesidad de implantar políticas para mejorar la calidad de la información financiera a la que tienen acceso los inversionistas con poca formación. Esto incluye que los inversionistas conozcan explícitamente los incentivos económicos que reciben quienes actúan como sus asesores de inversión.
Gracias a la digitalización y otras innovaciones tecnológicas, en todo el mundo se han reducido las barreras de entrada de los pequeños inversionistas a los mercados financieros. Por lo tanto, no es de extrañar que los responsables de la formación de niños y adolescentes se ocupen de su exposición a los temas financieros desde etapas muy tempranas de su educación.
Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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