¿Cómo se reconstruye un país?

3300

Es imperativo combatir un flagelo: la creencia de que Venezuela es un país rico y de que las personas, por lo tanto, tienen derecho a disfrutar de una renta sin hacer nada.


A lo largo de la historia, plagada de guerras y conflictos, muchos países que han quedado devastados, con muy pocos recursos humanos y materiales, han sido capaces de volver a empezar y convertirse en países prósperos al cabo de pocas décadas. ¿Cuál es el secreto? Una vez arruinados no queda sino un objetivo común para todos los habitantes: la reconstrucción nacional, con un buen plan y muchas ganas de trabajar.

Venezuela padece una destrucción sistemática. El modelo político-económico paraliza la generación de riqueza, al destruir fuentes de desarrollo y capacidades de producción. La dependencia del petróleo, la caída del producto interno bruto (PIB), la inflación, la escasez, el hambre y la anarquía, son los resultados cada vez más trágicos de este modelo. La catástrofe económica, aunada a la institucional, contribuye al declive de todos los indicadores sociales. Venezuela, que hasta hace muy poco gozaba del mayor PIB per cápita de América Latina, vive hoy padecimientos similares a los de un país en guerra.

¿Y por qué razón no comienza ya la reconstrucción? La respuesta parece sencilla: porque las fuerzas políticas del país aún no se han fijado ese objetivo. Quienes detentan el poder insisten en mantenerlo de acuerdo con un modelo totalitario y controlador, que no funciona en el plano económico, pero sí en el ámbito político. A las fuerzas de la oposición, por su parte, les cuesta demasiado coincidir en una estrategia para enfrentar al régimen. Por lo tanto, a los ojos de la opinión pública dejan entrever la carencia de una visión de país y la abundancia de intereses personalistas.

Ese primer requisito para iniciar la reconstrucción ―tener un objetivo común― todavía no se cumple. Lo que parece fácil, en realidad, resulta lo más difícil. Ahora bien, si se acometiese con éxito la tarea de lograr el acuerdo sobre un proyecto de país, aún haría falta avanzar en el segundo gran paso: la elaboración de un plan. Pero no es un plan cualquiera, sino uno diseñado con visión de largo plazo, enfocado en atacar las causas de los problemas y abonar el camino que lleva al objetivo trazado.

Existen muchas ideas acerca de lo que hay que hacer en Venezuela, pero se necesita un plan integral, con orden de prioridades y objetivos de corto, mediano y largo plazo. Para elaborar este plan habría que tomar en cuenta dos elementos fundamentales:

  1. Para lograr un crecimiento social sostenido es necesario el desarrollo económico de todos los agentes productivos.
  2. La clave para convertirse en un país de primer mundo es la generación de conocimiento.

Estos dos elementos estratégicos enmarcarían un camino sólido de progreso. La productividad basada en la educación es la base de la generación de riqueza sostenible en el tiempo. La educación, además de mejorar la productividad, la riqueza y la calidad de vida, funciona como el pilar de una democracia sólida, con instituciones sanas y una ciudadanía inmune a la demagogia.

Aparte de un buen plan se requieren ganas de trabajar en la reconstrucción del país. Es imperativo combatir un flagelo: la creencia de que Venezuela es un país rico y de que las personas, por lo tanto, tienen derecho a disfrutar de una renta sin hacer nada. Esta mentalidad «rentista» se ha elevado a su máxima potencia durante el actual régimen; se ha exacerbado la práctica de comprar barato y vender caro, desde los bachaqueros del barrio hasta las mafias de divisas de cuello blanco. Los venezolanos necesitan verse reflejados en una cultura del trabajo, que asocie el bienestar individual y familiar a la cantidad y la calidad del esfuerzo personal.

Para la reconstrucción de Venezuela, en conclusión, hacen falta tres condiciones aparentemente simples: un objetivo común, un buen plan y ganas de trabajar. Parece fácil, pero constituye un reto, para gobernantes y gobernados. Es responsabilidad de los venezolanos moverse en dirección al camino de la reconstrucción.


Maximino González Páez, egresado del IESA.