El reinado de las empresas de baja capitalización bursátil

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Fotografía: Micheile Henderson / Unsplash

Durante muchos años las empresas de baja capitalización ofrecieron rendimientos superiores a los pagados por las grandes empresas. Asimetría de información, poca liquidez o riesgo intrínseco eran las explicaciones. El comportamiento del mercado bursátil estadounidense de la última década sugiere que tal rendimiento es cosa del pasado.

Carlos Jaramillo / 27 de agosto de 2020


 

Hay algunas ideas que han dominado el diseño de carteras de inversión en los últimos cincuenta años. La primera es que una proporción 60 acciones/40 bonos es un buen punto de partida para desarrollar una cartera razonablemente diversificada para un inversionista promedio: una especie de talla única muy cuestionada en un contexto de tasas de interés cercanas a cero. La segunda es el desempeño superior de las empresas públicas de baja capitalización (conocidas como small cap en el argot de la industria de inversión), con respecto a sus pares.

Esta historia comenzó en 1981 cuando Rolf W. Banz publicó en la revista Journal of Financial Economics un artículo titulado: «La relación entre rendimiento y valor de mercado de las acciones comunes». En él reportaba que las empresas más pequeñas tenían un retorno ajustado por riesgo superior al de las grandes empresas de oferta pública; y explicaba que tal anomalía se cumplía desde los años cuarenta del siglo pasado, y que era notoria en compañías muy pequeñas.

En los años siguientes, como era de esperarse, dos preguntas despertaron interés en el mundo académico: ¿era este un fenómeno exclusivo de Estados Unidos? ¿Cuáles características de las empresas pequeñas las obligaban a pagar una prima de rendimiento adicional a sus accionistas?

El fenómeno se cumplía no solo en Estados Unidos, sino también en Japón y en los mercados accionarios europeos. En cuanto a la prima de riesgo adicional hubo varias explicaciones: 1) las empresas pequeñas son intrínsecamente más riesgosas, 2) el mercado secundario de las acciones de estas empresas es mucho menos líquido, 3) la información disponible sobre estas compañías es insuficiente, por lo que un analista acucioso podía encontrar beneficios adicionales antes que el resto de sus congéneres.

Los banqueros de inversión, más interesados en el potencial comercial de este fenómeno que en su origen, desarrollaron una serie de productos para explotarlo. El caso de negocios era perfecto: había soporte académico y la posibilidad de montar una estrategia de inversión con facilidad.

Nada dura para siempre. En la última década, en el mercado accionario estadounidense no se ha confirmado ese desempeño superior de las empresas de baja capitalización. En ese período el Russell 2000 —indicador de referencia de las pequeñas empresas— ha rentado 150 por ciento, mientras que el S&P 500 ha tenido un retorno de 200 por ciento. Cuando suceden situaciones que cuestionan el paradigma de inversión vigente, los comentarios de los analistas financieros no se hacen esperar.

Un primer grupo sostiene que estos son comportamientos de muy largo plazo, y que una década de transición como la que transcurre ha causado particular mella en las empresas pequeñas, pues tienen menos recursos para enfrentar imponderables. Esta condición se hará más patente durante la pandemia.

Otros analistas atribuyen el rezago a cambios en la microestructura del mercado accionario. Dicho en palabras más sencillas, las transacciones electrónicas han reducido el costo de negociar las acciones de las empresas más pequeñas. Esto ha atraído nuevos actores y el interés de los analistas de los bancos de inversión, lo que en conjunto produce más información y reduce las asimetrías de conocimiento que generaban los retornos adicionales observados en el pasado.

Es probable que en los mercados accionarios donde la incidencia de las transacciones electrónicas masificadas no se haya hecho sentir a su máxima expresión se siga obteniendo una prima por la posesión de acciones de empresas de baja capitalización. Lamentablemente, el horizonte de inversión de los individuos es mucho más corto que la duración de las tendencias de los mercados. Por ello, aunque a largo plazo las empresas de baja capitalización bursátil sigan teniendo rendimientos superiores, muchos podrían no beneficiarse de este hecho, simplemente, porque no mantendrán la cartera de inversión el tiempo suficiente para ver materializar los retornos excedentarios.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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