Hermanos sin fronteras: la encíclica «Fratelli tutti» y las relaciones internacionales

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Imagen de Luisella Planeta Leoni en Pixabay

La encíclica Fratelli tutti, del papa Francisco, invita a «pensar y gestar un mundo abierto» que trascienda «la cultura de los muros», la cual hunde sus raíces en el miedo y la desconfianza, y priva del deseo y la capacidad de tener un «verdadero encuentro con el otro».

María Gabriela Mata Carnevali / 1 de abril de 2021


 

En este año 2021, por primera vez, se celebró el Día Internacional de la Fraternidad Humana, en conmemoración de la reunión entre el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmad al-Tayyib, el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi. Ese encuentro y la vida de San Francisco de Asís —para quien la felicidad consiste en amar al otro independientemente de las distancias— inspiraron a Francisco a escribir la encíclica Fratelli tutti, cuyo sabor universalista borra las fronteras e invita a soñar un mundo mejor «como una única humanidad».

Bajo el encabezado «Las sombras de un mundo cerrado» Francisco se refiere a algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal, como la homogeneización cultural que diluye las identidades, la discriminación por motivos etarios, de género o religión, el racismo, la neoesclavitud y la cultura de los muros, que produce una «falsa seguridad» en un contexto de miedo y desconfianza, y priva del deseo y la capacidad para tener un «verdadero encuentro con el otro».

De manera aguda se refiere también a la «falsa apariencia de sociabilidad» de las frenéticas relaciones digitales, que suelen amplificar el individualismo en una exaltación del yo entre personas de pensamiento similar. Su consecuencia es construir un círculo virtual que aísla del entorno «complejo» actual e impide la reflexión serena que podría llevar a una sabiduría común.

No deja de expresar sus dudas en cuanto a «la engañosa bondad de la reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales» —basados en la libertad, en contraposición a los derechos económicos, sociales y culturales, orientados a fomentar la igualdad y ofrecer a todos las mismas oportunidades para que puedan desarrollar una vida digna— y los derechos de los pueblos que engloban una serie de aspiraciones imposibles de alcanzar sin el concurso de los demás, como la paz y un medioambiente sano. La fe, con el humanismo que encierra, dice Francisco, debe mantener vivo un sentido crítico frente a estas tendencias, y ayudar a reaccionar cuando comienzan a insinuarse, colocando el énfasis en la fraternidad, para algunos «el principio olvidado».

En el apartado número II, «Un extraño en el camino», plantea que cada día ofrece una nueva oportunidad de ser el cambio. «No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil», dice. Hay un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y crear nuevos procesos y transformaciones. En esta línea, Francisco invita a que «seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas»; plantea también que «hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser como el buen samaritano que carga sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos».

Francisco señala que «es posible comenzar de abajo y de a uno, por lo más concreto y local, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido». Invita a alcanzar «el último rincón de la patria y del mundo» de la mano de otros. Así como el samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre, cada uno puede convocar y encontrarse en un «nosotros» más fuerte que la suma de pequeñas individualidades.

En el tercer apartado Francisco invita a pensar y gestar un mundo abierto. Con fuerza apunta que «por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura» y que esta necesidad de ir más allá de los propios límites vale también para las distintas regiones y países.

El amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que él llama «amistad social». Cuando es genuina, esta amistad social, a la pudiera calificarse de «sensibilidad social», es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal.

Francisco habla de una nueva forma de asumir las relaciones internacionales, considerando que la desigualdad afecta no solo a individuos sino también a países enteros, y obliga a pensar en una ética que trascienda los derechos individuales y reconozca los derechos sociales y los derechos de los pueblos. Esto permite recordar que los derechos humanos son universales, interdependientes, indivisibles y progresivos. Este camino de amplitud fraternal, dice, es

… el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas. Porque la paz real y duradera solo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la INTERdependencia y la COrresponsabilidad entre toda la familia humana.

Resulta fascinante ver cómo encajan estas consideraciones con las nuevas teorías de las relaciones internacionales, que a su vez inciden en la manera como se desarrollan.

Tradicionalmente, en las relaciones internacionales, los Estados, con sus valores e intereses, han sido considerados los actores principales de una eterna lucha de poder, lectura que enfatiza en las regularidades (aquello que se repite) y termina por favorecer el mantenimiento del statu quo. Hoy, desde una visión menos positivista y más crítico-reflexiva, se reconoce el surgimiento de nuevos actores e incluso el poder de la gente común. Abordar el acontecer de las relaciones internacionales como el producto de la acción no solo de los Estados, sino de muchos otros actores como las empresas y las ONG, e incluso los individuos, en el marco de sistemas culturales, de las organizaciones sociales y de las épocas históricas, resalta las singularidades y permite promover y dar cuenta del cambio.

Esta nueva visión, que comienza a colarse en los análisis de los especialistas, también ha permeado algunas prácticas internacionales como la cooperación para el desarrollo y la ayuda humanitaria. La cooperación internacional, instituida formalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, ha transformado sus objetivos, modalidades y procedimientos, centrados en una visión economicista y estatista del desarrollo, para apostar por lo local y lo multidimensional o multisectorial en los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible, que constituyen la agenda global 2030, la cual aspira a promover un desarrollo para todas las personas, con énfasis en los grupos más vulnerables, mediante un modelo sostenible que va más allá de lo económico e integra los aspectos social y político.

La cooperación internacional es vista ahora como un esfuerzo conjunto de gobiernos, organismos internacionales, sociedad civil, academia y sector privado para mejorar la calidad de vida de la población y el imperio de la ley mediante la transferencia, la recepción y el intercambio de información, conocimientos, tecnología, experiencias y recursos. La ayuda no va toda a los gobiernos, ni se limita a proyectos de intervención de los organismos internacionales; mucha de esa ayuda se distribuye ahora entre proyectos de ONG en el ámbito local.

El ataque frontal de Nicolás Maduro a las ONG venezolanas, y a los defensores de derechos humanos en general, es un reflejo de cuánto temen los autócratas al poder de la gente organizada y lo mucho que puede hacerse desde abajo para visibilizar las injusticias y promover el cambio. En este contexto, la encíclica Fratelli tutti resulta una invitación a crecer en las dificultades y asumir que se puede ser actor de la relaciones internacionales con proyectos concretos financiados por la comunidad internacional. El objetivo es apoyarse como hermanos en la asistencia a los más débiles y la materialización de metas cada vez más ambiciosas sin consideración de las fronteras: hermanos sin fronteras.


María Gabriela Mata Carnevali, profesora del Área de Relaciones Internacionales y Globales, Universidad Central de Venezuela / @mariagab2016