La inteligencia artificial tendrá un impacto capital en los negocios y la sociedad en general, pero la inteligencia humana seguirá siendo responsable de las decisiones estratégicas que agregan valor.
La inteligencia artificial (IA) marca un hito histórico, no solo en la evolución de la tecnología, sino también en la historia del conocimiento. La profundidad y los ámbitos de su influencia e impactos aún están lejos de determinarse, pero algo está muy claro: toda la actividad económica va a cambiar como resultado de la masificación de la IA.
Un grupo de expertos convocados por el IESA coincidieron en que el ejercicio del liderazgo va a registrar cambios sustanciales. Pero tal impacto no necesariamente será negativo, aunque despierte una gran polémica.
En una nueva edición del programa #ConectandoExperiencias IESA Alumni participaron Ángel Grimalt, consultor en Future Insights de EY, Geraldina Guédez, consultora en aprendizaje estratégico, coach y facilitadora, y David Iglesias, estratega empresarial y tecnológico. El tema fue el impacto de la IA en el ejercicio del liderazgo.
Inteligencia orgánica e inteligencia artificial
Geraldina Guédez adoptó una perspectiva histórica al señalar que la definición de inteligencia ha evolucionado con el tiempo. Al principio se consideraba un atributo congénito que no cambiaba en el transcurso de la vida.
Luego, en los años setenta y ochenta, por diversas vías se comenzó a decir que la inteligencia es una capacidad que tiene la persona y que se desarrolla —afirma Guédez—. A partir de los años 2016 y 2017, más o menos, se habla de la mentalidad de crecimiento. Entonces, ya es de total aceptación que la inteligencia es una capacidad que se desarrolla y que, además, por ejemplo, somos inteligentes dependiendo del espacio donde estemos. Podemos ser muy inteligentes en una reunión vía Zoom. Pero, quizás, si estamos en el Amazonas y tenemos que hacer una fogata, posiblemente no seamos tan inteligentes.
Por su parte, Ángel Grimalt comenzó a poner el debate en perspectiva:
Creo que es importante que diferenciemos la inteligencia orgánica y la inteligencia artificial porque son distintas, su origen es distinto y la forma como funcionan también. No se puede medir la inteligencia artificial con los parámetros de inteligencia orgánica. Lo concreto es que la IA rompe todos los tests tradicionales de inteligencia.
«Corresponde al gerente determinar las tareas esenciales del proceso productivo, en las cuales la inteligencia artificial ofrece mayor valor».
Una herramienta poderosa
La IA es un desarrollo poderoso por muchas razones; en principio, por su transversalidad e innumerables posibilidades de utilización. Sin embargo, las decisiones fundamentales del liderazgo siguen siendo responsabilidad de un ser humano.
Tanto Grimalt como David Iglesias afirman que la IA es una herramienta muy poderosa, pero su utilización sigue siendo resultado de una decisión consciente de una persona, con capacidad para razonar de manera independiente y con criterio. Ante la pregunta de si el desarrollo de la IA va a superar a la inteligencia orgánica en capacidad de procesamiento de datos, la respuesta corta para Iglesias es simple: «Sí, nos va a ganar y no hay ninguna duda de ello».
De hecho, la diferencia fundamental está en la capacidad que tiene la inteligencia artificial para procesar información, que es mucho mayor que la del ser humano —sostiene Iglesias—. Si yo tuviera que leerme los libros que maneja un chat GPT me demoraría alrededor de tres siglos en lectura. Pero no es solamente en la capacidad de análisis, sino que cuando le haces alguna consulta a cualquier plataforma o software de inteligencia artificial, la respuesta es mucho más rápida.
Para Ángel Grimalt la IA es una «poderosísima herramienta» para realizar tareas repetitivas o que se sirven de patrones de análisis fijos, como la lectura de exámenes médicos o la gestión de procesos manufactureros, en los que no se requiere una interpretación que parta de la complejidad de un proceso mental autónomo.
Grimalt añade que la IA ha democratizado el acceso de pequeñas y medianas empresas, así como de personas, a herramientas de gestión empresarial a las que antes, por sus costos, no podían llegar.
Tecnología de propósito general
Según David Iglesias:
Aquí la gran pregunta es cómo yo, un ser humano, aporto realmente un talento diferencial al proceso gerencial: sin duda, en el aspecto creativo y en la parte emocional. Mientras yo me enfoco en identificar las oportunidades, puedo utilizar la inteligencia artificial para procesar información, hacer tareas repetitivas que cualquier ser humano puede hacer, pero en las que no generamos mayor valor.
El experto señala otra ventaja de la IA: es una tecnología de propósito general; es decir, aplicable para todas las tareas. Algunos la comparan con la electricidad o con internet. Corresponde al gerente determinar las tareas esenciales del proceso productivo, en las cuales la IA ofrece mayor valor, en términos de eficiencia, costos, velocidad de procesamiento e implantación, entre otros factores.
La otra ventaja de estas tecnologías es que evolucionan e incorporan mejoras que refuerzan ventajas y crean nuevas oportunidades. Para Geraldina Guédez, la mejor forma de relacionarse adecuadamente con la IA es usarla, conocerla, entender sus capacidades y potencial.
La IA como amenaza
Uno de los temas más polémicos a partir de la irrupción de la IA es su potencial capacidad para reducir empleos de manera eficiente y competitiva. Para Ángel Grimalt, la amenaza más clara a puestos de trabajo tradicionales está en los procesos de automatización y robotización, especialmente en la industria manufacturera.
Esta situación, sin duda, va a obligar a replantear no solo los modelos de funcionamiento de las empresas, sino también los sistemas educativos, porque muchas habilidades que ahora resultan relevantes podrían dejar de serlo, pues habrá herramientas perfectamente capaces de hacer las tareas de manera más eficiente.
La IA es una eficiente extensión de habilidades humanas, pero aún no es posible establecer hasta dónde puede escalar el poder de esa extensión. «Estamos ante un cambio de paradigma, un nuevo tiempo y tenemos que asumirlo. Es sorprendente que aún existan empresas que funcionan con esquemas de los años cuarenta del siglo pasado. Hay que asumir el cambio», enfatiza Geraldina Guédez.
Érika Hidalgo López, periodista.