La brecha de rendimiento en los papeles del Tesoro estadounidense

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Fotografía: Farnoosh Abdollahi / Unsplash

Los inversionistas tienden a sobrestimar las primas de riesgo que deben aplicar a los papeles a tres meses que se emitirán en los próximos años. Por ello, desde 1979 ha rendido más comprar notas del Tesoro a diez años que títulos a tres meses (y renovarlos).

Carlos Jaramillo / 23 de julio de 2020


 

A un inversionista que viviera en un mundo donde la información fluyese sin problemas, le daría lo mismo comprar un título del Tesoro estadounidense con vencimiento a diez años que adquirir títulos a tres meses del mismo emisor durante cuarenta trimestres consecutivos. Sin embargo, la evidencia acumulada en las últimas cuatro décadas muestra que los inversionistas tienden a sobrestimar las primas de riesgo que deben aplicar a los papeles a tres meses que se emitirán en los próximos años. Razón por la cual, desde 1979, el rendimiento de las notas del Tesoro a diez años ha sido consistentemente mayor que el de la estrategia de comprar títulos a tres meses y renovarlos por los siguientes 39 trimestres.

Esta curiosidad matemática explica por qué el gobierno estadounidense no emite un mayor volumen de deuda a largo plazo, ahora que las tasas de interés están bajas. También arroja alguna luz sobre cómo, aun en escenarios de bajas tasas de interés, los inversionistas pueden mejorar sus rendimientos simplemente aumentando el plazo de sus inversiones en esta familia de instrumentos de renta fija.

La diferencia de retorno entre las estrategias descritas ha cambiado con el paso del tiempo. Llegó a ser del orden de 800 puntos básicos (ocho por ciento) a comienzos de la década de los ochenta del siglo pasado, un período de elevada inflación. Hasta el año 2011, última fecha en que se pueden realizar estos cálculos, el diferencial ha oscilado entre 200 y 400 puntos básicos (dos y cuatro por ciento).

¿Qué puede esperarse de esta diferencia de rendimiento en los próximos años? Si se considera que para este momento los rendimientos de los treasuries a 10, 20 y 30 años son 0,7, 1,2 y 1,4 por ciento, respectivamente, el diferencial debería reducirse considerablemente, a menos que la Reserva Federal permita la existencia de tasas de interés negativas en la porción corta de la curva de rendimiento (los retornos de los títulos del Tesoro emitidos a menos de tres años): un evento poco probable.

Cuando las tasas son muy bajas se reduce el costo de oportunidad de poseer activos que no generan intereses, como son los casos del efectivo o el oro. No es de extrañar, entonces, que el precio de este metal haya subido en los últimos meses hasta 1.800 dólares por onza, valor muy cercano al máximo histórico de 1.911 dólares alcanzado en agosto de 2011.

Mientras los treasuries de vencimientos inferiores a un año se mantengan en los niveles de retorno actuales, muy cercanos a cero, durante buena parte de esta década —un supuesto bastante razonable—, tiene sentido comprar una nota del Tesoro a diez años que rente 0,7 por ciento.

El diferencial de retorno entre títulos de corto y largo plazo es mayor aún si se compara el rendimiento de un treasury a veinte años con el de una secuencia de renovaciones de papeles de corto plazo por el mismo período. Esto se debe a la mayor prima de riesgo, producto de una mayor incertidumbre sobre la evolución de las tasas de interés en un período más largo. Por lo tanto, si juegan con la duración de los instrumento de renta fija, los inversionistas pueden mejorar sus rendimientos aun en un mundo de tasas bajas.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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