La descarbonización caótica

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Imagen de Chris LeBoutillier en Pixabay

La covid-19 y, ahora, la guerra de Ucrania, están creando una crisis energética y una descarbonización no planificada. En un mundo volátil, las energías renovables son una estrategia viable a largo plazo para mitigar el cambio climático y alcanzar la seguridad energética.


La invasión rusa a Ucrania tendrá efectos significativos a corto plazo en los mercados energéticos que agravan la crisis ocasionada por la pandemia. Las sanciones económicas anunciadas por Estados Unidos y la Unión Europea —diseñadas en principio para no afectar directamente el comercio energético de Rusia—, están produciendo una situación de «exceso de cumplimiento» que afecta directamente al sector energético.

A pocos días de aprobarse las sanciones contra Rusia, actores clave para la recuperación del sector petrolero de ese país en la era postsoviética, como British Petroleum, Shell y Exxon-Mobil, anunciaron la venta de sus participaciones en negocios con empresas rusas. En la era soviética, la producción de la actual Federación Rusa promediaba los 11 millones de barriles por día (mmbd); en 1991, cuando la Unión Soviética se disolvió, era de 9,2 mmbd. A partir de ese año la producción entró en barrena hasta los 6,1 mmbd y luego repuntó gracias a la inversión extranjera hasta alcanzar nuevamente los 11 mmbd.

El comercio de gas natural con Europa puede quedar comprometido, en cualquier momento, por diferentes factores: 1) una decisión unilateral de Rusia como parte de una estrategia de retaliación por las sanciones económicas y la ayuda militar a Ucrania, 2) una decisión unilateral de la Unión Europea de restringir las compras de gas o 3) un deterioro de la infraestructura energética debido al conflicto.

Rusia es el principal proveedor de gas natural a Europa; pero, como exportador de gas natural, depende más de Europa (80 por ciento) que Europa como importador (51 por ciento) de Rusia. Según estadísticas de BP, en 2020, en pleno colapso económico por la pandemia, con una contracción del PIB para la región del euro de -6,6 por ciento, las importaciones se redujeron a 326 mil millones de pies cúbicos (mmmpc), de los cuales 168 mmmpc provenía de Rusia (51 por ciento).

En caso de producirse una interrupción de las exportaciones rusas de energía (petróleo o gas natural), a corto plazo la recuperación de la economía global sufriría un fuerte revés, con un efecto similar al de la covid-19 sobre las emisiones de CO2: una disminución sin precedentes. Algunos países podrían reactivar sus activos intensivos en carbón para generar energía; pero, a más largo plazo, esta no sería una estrategia sostenible ante la amenaza global del cambio climático.

En la reunión de Glasgow del año pasado, que ratificó los acuerdos de París de 2018, el compromiso fue lograr una recuperación verde con grandes inversiones en infraestructura para lograr la descarbonización y la creación de nuevos empleos. Este enfoque sigue vigente, más que nunca. La descarbonización de la economía, especialmente en Europa, también es una estrategia robusta para alcanzar las metas de seguridad energética.

Algunos analistas, como Jason Bordoff, de la Escuela del Clima de Columbia, advierten que impactos como la covid-19 y la guerra de Ucrania están ocasionando una descarbonización no solo no planificada, sino caótica. Este aspecto caótico puede llevar al desencanto de muchos actores clave, que se refugiarían de nuevo en el statu quo de los sistemas energéticos tradicionales. La consecuencia sería el déficit de inversión en infraestructura, tanto de renovables como de no renovables; en este último caso, debido a que los accionistas de las empresas del sector de petróleo y gas exigen acciones contundentes en la reducción de emisiones. La Agencia Internacional de Energía señaló que la OPEP debería aumentar la producción para evitar una nueva escalada de precios, pero no se debe olvidar que Rusia ha colaborado estrechamente con la OPEP.

En un mundo en apariencia caótico las energías renovables y la eficiencia energética son una estrategia viable para alcanzar no solo el objetivo de mitigar el cambio climático sino también el riesgo de la seguridad energética. ¿Qué significa todo esto para Venezuela? Que la recuperación de la infraestructura energética es una prioridad, que se debe alcanzar simultáneamente con la recuperación de la actividad económica. Venezuela no puede caer en la complacencia o la justificación de país exitoso en materia de cambio climático porque ha reducido las emisiones de CO2 pero ha dejado de lado la producción de energía sostenible y diversificada.


Ramón Key, profesor del IESA e investigador invitado del Centro Euromediterráneo sobre el Cambio Climático. Claudina Villarroel, profesora de la Universidad Central de Venezuela.