La dimensión internacional de la transición en Venezuela

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Ilustración: David Peterson / Pixabay.

La transición hacia una nueva Venezuela requiere el trabajo de todos. Los universitarios, conscientes del reto, unen esfuerzos para consensuar propuestas en distintas áreas. Las relaciones internacionales deberán ocuparse, prioritariamente, de recuperar y sostener la capacidad estatal y la gobernabilidad democrática en sus dimensiones material e institucional.

María Gabriela Mata Carnevali / 1 de julio de 2019


 

En las dos últimas décadas del siglo XX los estudios sobre democratización relacionaban la variable internacional con el «efecto contagio», las intervenciones militares de potencias extranjeras y las condicionalidades multilaterales. Hoy se incorporan en los análisis otros actores y modalidades de incidencia, que trascienden, de la mano de las nuevas teorías, el espacio clásico de las relaciones entre Estados y las nociones rígidas de soberanía.

Según Arellano y Cardozo (2018) la dimensión internacional de la transición en Venezuela debe ocuparse, sobre todo, de recuperar y sostener la capacidad estatal y la gobernabilidad democrática en sus dimensiones material e institucional. Si se parte del hecho de que Venezuela es un «Estado frágil», por no decir «fallido», es menester trabajar en el fortalecimiento de sus capacidades para hacer cumplir las decisiones, en un marco de respeto por la libertad de las personas, cuando «urgencias» por mucho tiempo postergadas pueden desbordarlo.

El desafío inicial es, por lo tanto, mejorar y administrar las fortalezas (recursos materiales y gerenciales disponibles) con criterios de eficiencia y legitimidad propios de la gobernabilidad democrática. Así, la organización y tareas relacionadas con «lo internacional» deben obedecer tanto a orientaciones fundamentales de principios como a las necesidades de los sectores clave para el desarrollo.

Para que la transición en Venezuela sea viable es menester aprovechar las oportunidades de cooperación internacional

Los temas que preliminarmente se asoman como decisivos, desde la perspectiva de la política exterior en su sentido tradicional, son la emergencia humanitaria, la seguridad nacional y la reconstrucción económica. Un tema novedoso, pero de crucial importancia, sería la promoción y la defensa de los derechos humanos, clave para la recuperación de la institucionalidad democrática. A continuación se presentan algunas de las propuestas discutidas por expertos de varias universidades y think tanks venezolanos en el Congreso «Transición hacia una nueva Venezuela», organizado por el Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello en mayo de este año.

 

Defensa de la democracia y los derechos humanos

La tendencia global hacia los nacionalismos autoritarios conmina a nombrar en primer lugar una propuesta, si se quiere fundacional o principista, en la base de todas las demás: posicionar a Venezuela como defensor global de la democracia y los derechos humanos. Para ello es necesario asumir un discurso claro, sin concesiones, y adelantar acciones concretas en los distintos ámbitos que den cuenta de la voluntad de construir relaciones respetuosas del ordenamiento jurídico nacional e internacional. Los compromisos internacionales contraídos y por contraer, con miras a atender las necesidades e intereses de la sociedad venezolana, deberán ser evaluados a la luz del derecho internacional y la Constitución de la República, en el contexto específico de la transición, para determinar si contribuyen o no a la gobernabilidad democrática.

 

Promoción de un entorno favorable

Para que la transición sea viable es menester aprovechar las oportunidades de cooperación internacional y privilegiar las relaciones que favorezcan la realización de los planes en las áreas consideradas estratégicas. La atención de las relaciones multilaterales y bilaterales tendrá como orientación fundamental el fortalecimiento de la capacidad estatal para atender las agendas humanitaria, económica y de seguridad. Luce clara la conveniencia de desarrollar vínculos con países democráticos y la participación en acuerdos y organizaciones internacionales en los que se concentren iniciativas y recursos para el desarrollo humano y la construcción de la paz.

En el ámbito multilateral será necesario aprovechar toda la experiencia y los recursos de organizaciones tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización de Naciones Unidas (ONU). Venezuela es miembro de todas ellas y el nuevo gobierno deberá ser capaz de formular sus necesidades con precisión. En vez de la visión tradicional, que llevaría a emprender prioritariamente proyectos orientados a la superación de la emergencia humanitaria en el marco de los Objetivos del Milenio, conviene capitalizar la experiencia acumulada, sobre todo por los distintos organismos de la ONU, con respecto a la creación y la consolidación de instituciones democráticas y la recuperación de fondos producto de la corrupción.

En el marco hemisférico resulta de primera importancia el trabajo con los aliados en el seno de la Organización de Estados Americanos para, entre otros asuntos de interés, promover la firma de un Protocolo Adicional para la activación cuasiautomática de la Carta Democrática y el regreso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no solo porque es uno de los pilares del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, sino también porque puede ser una guía invalorable en el camino de otro tema clave: la justicia transicional.

En el ámbito bilateral es de interés inmediato el acercamiento a los países democráticos del mundo; sobre todo los miembros del Grupo de Lima, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, que han desarrollado una activa defensa de la democracia en Venezuela y pueden contribuir de diversas formas a la reconstrucción económica e institucional del país en el período de transición. Especial atención merecen las relaciones con los países del Caribe, a fin de revisar la deuda contraída por ellos en el marco de Petrocaribe y caminar hacia acuerdos de mutuo beneficio. Con Guyana habrá que afinar estrategias por las complicaciones recientes de la reclamación territorial sobre el Esequibo.

 

Atención a los riesgos inmediatos

Tan importante como la construcción de oportunidades y el fortalecimiento de relaciones que favorezcan la implementación de la agenda y la consolidación de la gobernabilidad democrática es reconocer los temas y relaciones que pueden ponerlas en riesgo. Por lo tanto, hay que tener la suficiente visión para replantear o terminar vínculos inconvenientes.

Resulta prioritario evaluar las relaciones con los aliados del régimen, en particular aquellas establecidas con Cuba, Rusia, China, Irán y Turquía, opacas en muchos sentidos, y revisar los múltiples acuerdos suscritos para proteger los intereses de Venezuela. También es importante asumir desde el principio una posición equilibrada con respecto a los temas de Medio Oriente, teniendo en cuenta nuestra identidad como país productor de petróleo, y la especial relación con la Organización de Países Exportadores de Petróleo.

 

Reingeniería de la Cancillería

La recuperación de la institucionalidad democrática plantea serios desafíos para las relaciones exteriores, que deberán tener en cuenta la necesidad de respuestas inmediatas de parte de una Cancillería ágil, integrada por profesionales competentes y comprometidos con la transición. Dada la desprofesionalización de la actual Cancillería, marcada por lealtades ideológicas, se plantea abordar la política exterior con un pequeño grupo de expertos que trabajaría en coordinación con la Presidencia, mientras otro grupo se encarga de revisar la organización existente para sentar las bases de una reforma a mediano y largo plazo.

Es importante establecer en estos planes de reforma la definición de un nuevo perfil de diplomático, acorde con las exigencias actuales; específicamente, un perfil menos clásico que incluya, además de cualidades negociadoras y conocimientos en derecho y economía internacionales, un buen manejo de las nuevas tecnologías y una clara sensibilidad cultural con especialización por áreas geográficas (Américas, Europa, Asia, África y Medio Oriente) y dominio de varios idiomas; pues, a pesar de las tendencias homogeneizadoras de la globalización, está claro que el siglo XXI está marcado por identidades que definen y condicionan estructuras e intereses, y el surgimiento de nuevos actores que arrebatan espacio y protagonismo a las potencias tradicionales.

 

Referencia

Arellano, F. y Cardozo, E. (2018): «Relaciones internacionales». En B. Alarcón y S. Ramírez (comps.): La consolidación de una transición democrática. El desafío venezolano III. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello y AB Ediciones.


María Gabriela Mata Carnevali, profesora de la Universidad Central de Venezuela / @mariagab2016