La aplicación simultánea de ajuste cuantitativo y reducción de la tasa de interés puede ocasionar cierta confusión, pero son dos caras de la misma moneda: el objetivo es normalizar las condiciones en las que opera la Reserva Federal de Estados Unidos. Hasta ahora su apuesta es que una reducción de su balance general, gradual y bien comunicada, tenga un mínimo impacto sobre la economía estadounidense.
Para la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) la situación actual impone el reto de combinar políticas que apuntan a llevar la inflación a su meta de dos por ciento anual con el desmantelamiento de las medidas implantadas durante la gran crisis financiera de 2007-2009 y reforzadas durante la pandemia.
En los momentos de tensión vividos en los últimos quince años, la Fed aumentó la oferta de fondos baratos comprando títulos valores que mantuvo en su balance general; el supuesto era que esa liquidez se iría retirando a medida que las condiciones macroeconómicas lo permitieran. Solo había que dejar vencer los instrumentos de renta fija sin renovarlos y sin reinvertir los intereses cobrados. Este proceso se conoce como ajuste cuantitativo (quantitative tightening).
Durante la pandemia, la Fed expandió sus activos de 4,2 billones de dólares, a comienzos de 2020, a 9 billones en 2022. Desde marzo de 2022, el banco central estadounidense comenzó a reducir su balance: permitió que 25.000 millones de dólares en bonos del Tesoro y 35.000 millones en valores respaldados por hipotecas vencieran mensualmente sin reinvertirlos en títulos similares. Gracias a la aplicación de esta medida, su balance general se redujo a mediados de octubre de 2024 a unos 7 billones de dólares.
Paralelamente la Fed incrementó la tasa de interés de fondos federales, de prácticamente cero por ciento en marzo de 2022 a 5,3 por ciento en julio de 2023. Dado que su objetivo actual es llevar su meta inflacionaria a dos por ciento anual sin provocar una recesión —lo que se conoce como aterrizaje suave (soft landing)—, en septiembre de 2024 comenzó un ciclo de reducción de esa tasa, lo que se traduce en una reducción del costo del dinero.
El balance de la Fed debería volver a niveles previos a los del año 2007.
En este momento coexiste el ajuste cuantitativo —la consabida reducción de liquidez e incremento del costo del financiamiento— con el aumento de los fondos disponibles gracias a la reducción de la tasa de interés de los fondos federales. Aunque la aplicación simultánea de ambas medidas puede causar cierta confusión, son dos caras de la misma moneda: el objetivo es normalizar las condiciones en las que opera la Fed y revertir los cambios de liquidez causados por la pandemia y el subsecuente brote inflacionario producido al final de esa crisis.
El balance de la Fed debería volver a niveles previos a los del año 2007, pero los cambios en el diseño de la provisión de liquidez de la economía estadounidense obligan a buscar un nuevo tamaño. El papel de las instituciones conocidas como banca de sombra (shadow banking) y la presencia de otros actores han cambiado la manera como fluye la liquidez en el sistema y obligado a la FED a crear fondos de auxilio temporal que afectan los saldos de su balance general.
Revertir los cambios de liquidez implica seguir reduciendo el tamaño del balance general, a una velocidad tal que no entre en contradicción con la aspiración de llevar las tasas de interés al nivel neutro, en el que se logre pleno empleo y baja inflación. Hasta ahora la apuesta de la Fed es que una reducción de su balance general, muy gradual y muy bien comunicada a los mercados financieros, tenga un mínimo impacto sobre la salud de la economía estadounidense.
Es innegable que la Fed ha aprendido mucho sobre la gestión de la liquidez en las últimas dos décadas. Un ejemplo es el lanzamiento en el capítulo Nueva York de la Fed de un nuevo indicador llamado elasticidad de demanda de la Reserva (RDE), que mide cómo responde la tasa de los fondos federales a los cambios en la oferta de reservas.
Una nota de prensa de la Fed de Nueva York explica: «Esta nueva herramienta proporciona una evaluación en tiempo real de la amplitud de las reservas en el sistema bancario estadounidense. El RDE ayuda a informar a los formuladores de políticas, analistas y participantes del mercado sobre la demanda de reservas en el sistema bancario de EE. UU. para respaldar la gestión del balance de la Reserva Federal y la implementación exitosa de la política monetaria».[1]
Los niveles actuales del RDE indican que los cambios de reservas que se producen actualmente tienen poco impacto en la tasa de los fondos federales. Esto significa que la Fed puede continuar cómodamente comprimiendo su balance hasta el año 2025, salvo que se produzca un choque económico o financiero inesperado. Se requiere tanta habilidad para identificar el nivel adecuado de reservas de la FED como para distinguir dónde termina el erotismo y comienza la pornografía.
Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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Nota
[1] Federal Reserve Bank of New York (17 de octubre de 2014). New York Fed launches reserve demand elasticity measure. https://www.newyorkfed.org/newsevents/news/research/2024/20241017