La izquierda derechista

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Ilustración: Pixabay.

El populismo puede ser de derecha o de izquierda. La alternativa es la democracia social, en sus diversas vertientes.


El populismo ha vuelto obsoletas las categorías de izquierda y derecha para entender la política pública. Lo mismo pasó con liberales y conservadores, que se rompieron en contradicciones. Aunque la izquierda se suponía más afín al liberalismo, hace dos décadas el término «neoliberal» equivalía a un insulto, y los ejecutivos yuppies podían ser conservadores en lo económico pero liberales en su vida personal.

Quizá, en el fondo, lo que está en juego es la democracia. Desde la antigua Grecia, la democracia superó el poder de la fuerza bruta militar, y el de una casta, clase o aristocracia arbitrariamente heredada sin méritos. Apareció así una tercera fuerza: la clase política elegida para integrar y velar por el bien común. Más recientemente, la institucionalización de partidos disminuyó la personalización y el caudillismo. Pero hoy los partidos están en entredicho, a izquierda y a derecha, acusados de burocracia, corrupción, mendacidad y poco carisma.

Si no es izquierda ni derecha, ¿cuáles grupos se enfrentan en la política pública? Las visiones sobre globalización, migración, derechos fundamentales (salud, educación, servicios públicos) e integración de los trabajadores han cambiado. Como en un retroceso han resurgido el caudillismo sin escrúpulos, el individualismo insolidario, el capitalismo de amiguetes, el populismo.

¿En qué se parecen Maduro, Trump y Putin? Autoritarios, su antítesis común es la democracia social que podría parecer ahora un partido tradicional o conservador, pero que civilizó al mundo desarrollado en el siglo XX. El populismo puede ser de derecha o de izquierda. Un concepto rejuvenecido para entender lo que pasa es la distinción entre sociedades abiertas y cerradas, de Adorno y la izquierda freudiana. Así explicaron el «nacionalsocialismo» de Hitler, época con algunos paralelos a la actual: nacionalismo, autoritarismo violento, antiinmigración, antiminorías.

En América Latina estas tendencias son peligrosas. Los únicos países viables son los que han crecido integrando a la sociedad con salud, educación y servicios públicos para todos. La democracia social, en sus diversas vertientes, es la alternativa al populismo de izquierda o derecha, y es necesaria para resolver los problemas urgentes de nuestras sociedades.


Enrique Ogliastri, profesor de IE University (Madrid).

Este artículo fue publicado originalmente en la edición julio-diciembre de 2017.