Las finanzas descentralizadas permiten reproducir servicios financieros existentes mediante criptomonedas y cadenas de bloques para reducir la presencia y los costos de intermediarios. Pero también producen nuevas formas de riesgos que deben conocerse y controlarse.
Carlos Jaramillo / 20 de agosto de 2021
En junio de 2021 Nick Carter y Linda Jeng publicaron un artículo en la Social Science Research Network, titulado «DeFi protocol risk: The paradox of DeFi», de lectura obligatoria para todos los interesados en obtener un entendimiento básico de lo que se conoce como finanzas descentralizadas.
Carter y Jeng definen las finanzas descentralizadas (DeFi, por sus siglas en inglés) como una serie de plataformas y protocolos que pretenden reproducir servicios financieros existentes, mediante criptomonedas y cadenas de bloques, para reducir la presencia y los costos de intermediarios. Esta definición se refiere a la creación de procesos disruptivos que permiten eliminar a los intermediarios financieros tradicionales, gracias al uso de contratos más baratos, seguros y rápidos que los vigentes actualmente.
Los llamados «contratos inteligentes» —la manifestación cotidiana de las finanzas actualizadas— pueden manejar una gran variedad de actividades que incluyen procesos de votación en las asambleas de accionistas de empresas de oferta pública, operaciones bursátiles, plataformas para el otorgamiento de créditos y levantamiento de fondos para la ejecución de proyectos, entre otras. Estos contratos tienen en común la interacción de dos partes mediante procesos automatizados y sin presencia de terceros que fiscalicen la ejecución de las transacciones.
El desplazamiento de los intermediarios financieros tradicionales trae consigo beneficios, pero también nuevos tipos de riesgos, inherentes a la tecnología de bloques. Entre tales riesgos, Carter y Jeng identifican cinco principales: 1) la interconexión con el sistema financiero tradicional, 2) el uso de las cadenas de bloques, 3) la vulnerabilidad de los contratos inteligentes, 4) riesgos regulatorios y de gobierno, y 5) la escalabilidad de los retos de los nuevos procesos de intermediación.
Estos riesgos tienen sus homólogos en el mundo de la intermediación financiera tradicional: riesgos de crédito, liquidez, contraparte, mercado y operaciones. Las analogías que se puedan establecer entre ambas familias de riesgos ayudan a entender cómo las operaciones en las plataformas de DeFi pueden afectar la estabilidad del mundo financiero convencional tanto como la del descentralizado.
Al intentar minimizar la presencia de personas y automatizar las actividades propias de la intermediación financiera mediante las DeFi y los contratos inteligentes, los riesgos se potencian. El futuro de las DeFi dependerá, en buena medida, de su compatibilidad con los mecanismos de intermediación tradicionales y de su adaptación a las leyes y regulaciones existentes.
Es paradójico que a medida que se extiende el uso de las DeFi mayor sea su dependencia del sistema financiero tradicional. Esta conexión no es solo una fuente de riesgo, sino también un canal de transmisión de riesgo entre ambos sistemas. Un ejemplo de esta dependencia se aprecia en la industria de las criptomonedas, donde se requiere que los bancos comerciales participen en las transacciones en las cuales una de las partes necesita pagar o recibir efectivo.
En la medida en que las DeFi crecen, y se vuelven parte del entramado financiero convencional, los encargados de formular políticas públicas y los representantes de la industria financiera necesitan conocer las consecuencias políticas y económicas de estos tipos de riesgos, para elaborar regulaciones y sistemas de control interno de las instituciones financieras que ayuden a preservar la estabilidad del sistema financiero en su globalidad.
Toda innovación trae consigo su cuota de creación de valor, pero también el germen de su destrucción, que puede ser controlado.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.