Lecciones de las Nifty Fifty

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La ventaja de conocer la historia financiera no consiste en prever el rendimiento que puede esperarse de una determinada clase de activos, aunque sea relevante, sino en saber cómo ha reaccionado el público ante los escenarios a los que ha estado sometido el mercado.


Indudablemente, conocer el rendimiento que han ofrecido tanto las acciones como los bonos en los últimos diez, veinte o treinta años puede ser útil. Muestra qué habría hecho un ser «perfectamente racional» durante esos períodos. Lo que no muestra es cómo podría reaccionar una persona «emocionalmente real» a, por ejemplo, un cambio tecnológico hacia el final del mercado alcista más largo de la historia (crisis de las puntocom) o a una caída de 22 por ciento en un día (19 octubre de 1987).

Muchos casos describen la batalla entre la racionalidad y la realidad. Sin duda, la investigación contribuye a comprender los mercados, pero está lejos de ser perfecta. La mayoría de las investigaciones suponen que las decisiones son racionales. Pero, si algo se observa de manera reiterada en los mercados es que eso está muy lejos de ser así.

 

La peculiar historia de las Nifty Fifty

A finales de 1960, el término en boga era Nifty Fifty. Para la mayoría de los inversionistas, el objetivo era tener su capital en «las cincuenta compañías de más rápido crecimiento de Estados Unidos». De manera general, se creía que en estas compañías nada podía salir mal. Para muchos analistas, cualquier precio que se pagara por ellas estaba bien. La verdad es que un inversionista suficientemente inteligente para invertir en Merck, Lily, Avon, Coca-Cola, Texas Instruments, Hewlett Packard, a finales de los años sesenta, y mantener esas acciones durante cinco años, habría perdido entre ochenta y noventa por ciento de su dinero.

Lo realmente increíble de esta historia es que en esas empresas nada podía salir mal, eran demasiado grandes e importantes para fracasar. La lección de la historia no es que las acciones ganen siete a ocho por ciento todos los años, sino que es difícil ganar el rendimiento promedio de las acciones a largo plazo. Lo que parece obvio para la mayoría de los inversionistas no siempre resulta cierto.

 

Nifty Fangam

Si se mira atentamente el mercado de valores actual se verá una dicotomía significativa. Los principales valores pertenecen a la banda «Fangam» (Facebook, Amazon, Netflix, Google, Apple, Microsoft), que representa el 24 por ciento de la capitalización del mercado. La causa de este fenómeno es que los efectos de la pandemia han sido mucho más amables con las empresas tecnológicas. Muchos las consideran, incluso, acciones defensivas.

El problema de este pensamiento es que algunas de estas empresas tenían valoraciones muy altas antes de la crisis del covid-19 y, tras la crisis, se han vuelto incluso más caras. La situación actual tendría sentido si sus beneficios hubieran mejorado en mayor medida que el aumento de los precios de sus acciones, lo cual es posible pero poco probable. Estas empresas pueden funcionar bien en un mundo que enfrenta una pandemia, pero sería ilógico pensar que funcionaran así eternamente.

 

Las lecciones

Una lección es simple: hay que tener cuidado con las declaraciones arrolladoras, la sabiduría aceptada y las verdades eternas. Lo que «todo el mundo sabe» está obligado a reflejarse en el precio: un comprador paga por lo que todo el mundo cree que sabe. Por lo tanto, si el punto de vista del consenso es correcto, es probable que produzca un retorno promedio. Pero si el consenso resulta demasiado optimista, es probable que todos sufran.

El simple hecho de tener razón no conduce a resultados de inversión superiores. Si tienes razón y el consenso es correcto, tu retorno no será algo para alardear en tu próxima reunión. Para ser realmente superior tienes que tener «más razón» que el inversionista medio.

La elevada opinión popular, por lo tanto, es la fuente no solo de bajo rendimiento sino también de alto riesgo. La amplia desconfianza y el escepticismo pueden preparar el terreno para altos rendimientos obtenidos con bajo riesgo.

Las tendencias de inversión pueden llegar a grandes extremos. Esto significa que «sobrevalorado» está lejos de ser sinónimo de «va a bajar mañana». Sea cual sea la manada a la que favorezca, un inversionista o administrador puede: 1) retener un poco (a sabiendas de realizar una actividad especulativa) de los títulos en euforia para aprovecharse de la manía o 2) evitar retener alguno, y estar consciente de parecer equivocado durante un tiempo. Como dijo Warren Buffett: «Estar demasiado adelantado a tu tiempo es indistinguible de estar equivocado».


José Miguel Farías, gestor de fondos de Arca Asset Management y gerente de Mercado de MasValor Casa de Bolsa, S.A. Twitter: @Jmfariasu