Los trapecistas y la inflación

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Fotografía: Joshua Köller / Pexels

La Reserva Federal no ha logrado mantener la inflación en dos por ciento en los últimos años. Por ello, su comité de operaciones de mercado abierto considera cambiar de indicador de inflación, todo un gran desafío.


Una gran frustración para la Reserva Federal (FED) es no haber logrado cumplir la meta de mantener la inflación alrededor de un dos por ciento en los últimos años. Por ello el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) considera cambiar el indicador de inflación: sustituir el deflactor del gasto de consumo personal (PCED, por sus siglas en inglés) por el objetivo de inflación promedio (AIT).

La lógica detrás del cambio, en opinión de la mayoría de los miembros del FOMC, es reducir el sesgo hacia la disminución de la inflación de largo plazo inducido por la meta del dos por ciento fijada en 2012. Cuando la inflación de un período es inferior al dos por ciento, la FED no está obligada a introducir cambios para que la inflación de los siguientes períodos exceda ese límite y se logre, en promedio, cumplir la meta.

Desde el año 2012 la inflación promedio ha estado muy por debajo del dos por ciento. De allí que el PCED se ubique en un cinco por ciento por debajo del que debió haber sido su nivel si la inflación promedio hubiese sido dos por ciento.

Es posible que, para muchos lectores, esta preocupación de la FED luzca un tanto esotérica y no le vean una conexión directa con los problemas de la vida cotidiana, pero realmente la tiene. En la medida en que se cumple la meta inflacionaria se reduce la posibilidad de caer en un ciclo deflacionario, como los que suceden actualmente en Japón y en la eurozona.

¿Por qué los bancos centrales temen tanto a la deflación? Simplemente, porque en un escenario deflacionario las personas tienen una gran propensión a diferir su consumo, lo que ralentiza la economía y obliga a las empresas a diferir nuevas inversiones, que podrían estimular la creación de nuevos empleos. Además, los bancos centrales no cuentan con herramientas efectivas para sacar a las economías nacionales de los ciclos deflacionarios.

Otros lectores se preguntarán cómo un cambio de indicador puede ayudar a prevenir un ciclo deflacionario. El mecanismo propuesto comienza por comprometer a la FED a alcanzar una inflación promedio de largo plazo de dos por ciento. Dado que, desde el año 2012, ese promedio ha estado muy por debajo del valor requerido, la FED deberá obligarse a lograr un nivel inflacionario que exceda el promedio histórico en uno por ciento durante los próximos cinco años, para compensar los años de desempeño inferior al requerido.

Los modelos econométricos revisados por la FED predicen que un alza inflacionaria se puede lograr en dos etapas. En la primera, las tasas de interés bajan cincuenta puntos básicos, lo que induce una reducción del desempleo alrededor de dos por ciento. Como esta tasa de desempleo está por debajo del nivel de equilibrio del mercado laboral, las empresas deberán aumentar los salarios para evitar perder empleados.

En la segunda etapa las tasas de interés suben para reflejar la inflación salarial, y podrían llegar a cuatro por ciento durante un período corto, lo que llevaría la inflación a un promedio de dos por ciento a largo plazo. La inflación salarial presionaría al alza la tasa de desempleo y se restauraría el equilibrio.

La intuición sugiere que estos movimientos de la FED podrían inducir una súbita paralización de la economía. Los miembros del FOMC tendrían que enfrentar el dilema de aplicar una estrategia efectiva pero de costos políticos altos debido a la paralización económica o dejar correr la arruga de la baja inflación que tarde o temprano pudiera conducir a un ciclo deflacionario en Estados Unidos.

Antes de implantar el AIT el FOMC debe provocar una secuencia de bajadas y subidas de las tasas de desempleo e interés, que sean potables para los mercados financieros. A corto plazo, el FOMC se parecerá a los trapecistas del Cirque du Soleil, que miran la coreografía propuesta para el próximo espectáculo, mientras se preguntan si será posible ejecutarla en público y sin redes de seguridad.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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