Medios sociales en grado de frustración

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Ilustración: Oswaldo Dumont.

La presencia venezolana en medios sociales y mercadeo digital se ha debilitado. Los talentos se fugan y los que se quedan se convierten en mano de obra barata para las agencias y negocios digitales foráneos.


Hace menos de diez años, si alguien se hubiese atrevido a vaticinar lo que hoy ocurre con las telecomunicaciones en Venezuela, lo habrían visto raro y tildado de loco. Venezuela era una potencia en esta industria, con un mercado ávido de innovación tecnológica, ofertas asequibles a todos los estratos de la población, una penetración de telefonía celular que rozaba el ciento por ciento y una penetración de internet que aumentaba a gran velocidad. La gente podía comprar teléfonos sin mayor obstáculo: había dispositivos para todos los gustos y para todos los presupuestos. Las marcas más reconocidas se peleaban por liderar el mercado local. La relevancia de internet crecía, con cada vez más personas en línea. La navegación en cibercafés se reducía para darle paso a hogares conectados. Internet móvil terminaba de dar el paso para satisfacer la demanda que la operadora principal no podía cubrir. Había dispositivos móviles y terminales fijos conectados en todos lados, sobre todo en los grandes centros de población. El panorama era realmente alentador y emocionante.

Hoy Venezuela tiene que conformarse con ser el país latinoamericano con los mayores índices de uso y consumo, pero con los peores indicadores en infraestructura y penetración. La plataforma, desgastada, saturada, ha sufrido una desinversión aguda. Con un Estado que regula todo de manera excesiva y una empresa privada debilitada en su capacidad de oferta, el país tiene una de las conexiones más lentas y caras, que hace posible comparaciones ridículas; por ejemplo, que en la Franja de Gaza tienen mayor capacidad de ancho de banda.

Este panorama ha debilitado la presencia venezolana en medios sociales y mercadeo digital. Los talentos se fugan y los que se quedan se convierten en mano de obra barata para las agencias y negocios digitales foráneos. Venezuela es la China de los medios sociales. Decenas de portales de «noticias» utilizan creadores venezolanos de contenidos por los que pagan unos pocos dólares, que para ellos valen mucho, pero para las empresas representan apenas un gasto marginal. Los desarrolladores y programadores prefieren trabajar para el exterior que para clientes nacionales. El pago en bolívares, por más bueno que sea, no significa nada frente a los pocos dólares que se pueden obtener con clientes extranjeros.

Hoy Venezuela tiene que conformarse con ser el país latinoamericano con los mayores índices de uso y consumo de internet, pero con los peores indicadores en infraestructura y penetración

Quienes se quedan, en un intento por impulsar una industria publicitaria más digital, más innovadora y más creativa, se estrellan contra esta realidad. Solo les queda mirar de lejos las iniciativas publicitarias basadas en tecnología que surgen en otros países, y suspirar por la envidia y las ganas de replicar e incluso mejorar esas experiencias en territorio criollo. Hay que conformarse y arroparse hasta donde llega la cobija, crear contenidos adaptados a la paupérrima plataforma digital nacional, diseñar sitios «livianos», emprender tímidamente el desarrollo de propuestas basadas en la descarga (streaming) de datos.

Muchas agencias digitales hacen esfuerzos gigantes para mantener propuestas creativas de calidad. Pero siempre se quedan con el mal sabor de saber que se pudo haber llevado la idea mucho más allá, de no ser porque hay que considerar la mala conexión venezolana.

Hay datos elocuentes. En la última edición de los Premios ANDA, una agencia digital estuvo a punto de ser la ganadora del año y algunas marcas de envergadura obtuvieron galardones solo en campañas y acciones que tuvieron vida únicamente en el formato digital. En sus reportes trimestrales, Conatel había dado cuenta de un aumento en la penetración de teléfonos inteligentes, en la cual la participación de la marca BlackBerry había caído. En los últimos reportes, la caída se frenó. La razón es evidente: al no tener acceso fácil a dispositivos nuevos, la gente trata de mantener con vida «el perolito». Se mantiene una importante penetración de dispositivos de esa marca, pero en lo que se refiere a tecnología no tiene sentido desarrollar contenidos o aplicaciones para ese sistema operativo. Tal parece que el mercado no es suficiente para la creatividad de la industria publicitaria digital. El organismo regulador de las telecomunicaciones venezolanas se dedicó a maquillar las cifras de penetración, incluso los planes de datos móviles en la cuenta: peras y manzanas en una misma cesta solo para hacer bulto.

Muchas plataformas de medios sociales dependen de una conexión a internet de calidad: Snapchat, Periscope, Instagram e incluso Facebook con su apuesta al video en línea. Los usuarios deben conformarse con ver un video que no se carga bien, se reproduce mal y agota su cupo limitado de plan de datos. Cada vez que un usuario venezolano utiliza alguna de estas herramientas de comunicación y cada vez que un estratega intenta crear experiencias innovadoras, viven en carne propia lo que significa medios sociales en grado de frustración.


Yimmi Castillo, gerente de Medios Digitales y Contacto en Empresas Polar @YimmiCastillo

Este artículo se publicó en la edición abril-diciembre de 2016.

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