¿Quién le teme al coronavirus?

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Ilustración: Gerald Altmann / Pixabay

Las consecuencias económicas de la crisis de la gripe aviar, el fenómeno más parecido al coronavirus, se habían diluido un semestre después de su ocurrencia. La caída de las bolsas de valores durante el pasado mes de febrero hizo mella en la confianza de los consumidores: un fenómeno estrictamente psicológico, pero requerirá tanta atención como los problemas de salud pública.

Carlos Jaramillo / 12 de marzo de 2020


 

En momentos de caídas de los mercados accionarios hace falta el equivalente de un consomé de pollo humeante al comienzo de un fuerte resfriado, ojalá y no sea coronavirus (o Covid-19, como lo bautizó la Organización Mundial de la Salud). Para quienes necesitan algo de luces y consuelo, las consecuencias económicas de la crisis de la gripe aviar de 2004-2006 —el fenómeno más parecido al coronavirus— se habían diluido un semestre después de su ocurrencia. La historia bursátil de las tres últimas décadas muestra que en 45 ocasiones, un año después de grandes caídas como las de febrero de 2020, el mercado había subido veinte por ciento en promedio.

Peter Piot, director del Departamento de Salud y Medicina Tropical de la ciudad de Londres, uno de los descubridores del virus del Ébola, sostiene que el problema con esta enfermedad es lo poco que se conoce de ella. Aunque hay mucho chance de que termine por extinguir en los próximos meses, los gobiernos no pueden darse el lujo de apostar a ello y necesitan hacer despliegues de seguridad que, a corto plazo, interrumpen la vida cotidiana y ocasionan pérdidas a buena parte de la economía.

Las finanzas conductuales han descrito con mucho detalle la propensión de las personas a sentir el dolor de las pérdidas con mayor intensidad que el placer de las ganancias de magnitudes similares. Por lo tanto, si hay algo seguro es que la caída de las bolsas de valores durante el pasado febrero dejará una mella en la confianza de los consumidores: un fenómeno estrictamente psicológico, pero habrá que atenderlo tanto como los problemas de salud pública.

Los bancos centrales tienen un arsenal de herramientas limitado para resolver los problemas de confianza de los inversionistas. En opinión de David Goldman, quien fuera el jefe del área de investigación de Bank of America, las naciones desarrolladas deberían enfrentar el Covid-19 con fuertes medidas fiscales, tal como comienza a hacerlo China, cuyo mercado accionario ha caído menos que Wall Street y las bolsas europeas.

En esta ocasión las políticas monetarias no funcionarán porque las empresas afectadas han perdido su capacidad de endeudamiento con los canales comerciales convencionales. La idea de que una reducción de 25 puntos básicos en la tasa de redescuento de la FED pueda restaurar la confianza de los inversionistas es un tanto ingenua. No responde al hecho de que se está sufriendo una interrupción considerable en la cadena mundial de suministros, no una caída de la demanda agregada.

Una reducción de las tasas de interés de la FED será, entonces, una medida dirigida a atender la maltrecha psicología de los inversionistas y los mercados que ellos forman. Desde la Gran Crisis Financiera de 2008, la oferta de fondos baratos de la FED ha sido el bálsamo esperado por los inversionistas, y esta vez la expectativa no es distinta. Así lo evidencia el comportamiento de los mercados a futuro en tasas de interés cuyos precios reflejan la presunción de que la FED bajará las tasas de redescuento dos veces en 2020, lo que daría soporte a los precios de los activos financieros. La pregunta es: ¿cuánto durará la botella del bálsamo?


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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