Renacimiento o fragmentación: dos escenarios de la economía mundial

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Ilustración: Pixabay.

La guerra comercial que emprende Estados Unidos puede llevar al remozamiento de las instituciones que rigen las relaciones económicas mundiales. Pero también a que China desarrolle nuevas instituciones para relacionarse con los países en los que necesite influir.

Carlos Jaramillo / 11 de octubre de 2018


Mohamed El-Erian, el connotado experto financiero que participa en la junta directiva de Allianz, la multinacional alemana de servicios financieros, publicó en fecha reciente un artículo de opinión en el Financial Times. Titulado «A los inversionistas les debería importar una victoria de la guerra comercial de Trump» es, sin duda alguna, de lectura obligada para quienes mantienen carteras de inversión en la coyuntura actual.

Para El-Erian, aunque es muy probable que Trump gane la guerra comercial con sus principales socios, la pregunta relevante para los inversionistas es: ¿cómo evolucionará el sistema económico internacional a largo plazo, como consecuencia de las concesiones que Estados Unidos obtendría producto de su victoria política?

Estados Unidos ha preferido lograr cambios en el sistema, no mediante reformas de los acuerdos existentes, sino por la aplicación de aranceles, sanciones y amenazas, para desconcierto de sus contrapartes. Las contrapartes entendieron muy rápidamente que, por tener Estados Unidos una economía mucho más poderosa, diversificada, emprendedora y poco dependiente del sector externo, la táctica más rentable para ellas era no enfrentar y hacer concesiones. Los mercados financieros entendieron la dinámica y evitaron afectar los precios de bonos y acciones, en respuesta al lenguaje agresivo del gobierno de Trump.

A largo plazo todo dependerá de que el orden económico emergente siga uno de dos caminos: renacimiento o fragmentación. El renacimiento estaría caracterizado por un mayor respeto a la propiedad intelectual y el remozamiento de las instituciones existentes, en un contexto donde los países promoverían iniciativas comerciales sin aranceles. Este camino obligaría a China a emprender reformas internas para hacer sus prácticas de negocios lo más parecidas posible a las de Europa, Japón y Estados Unidos, lo que podría causar fricciones políticas entre las diversas facciones del Partido Comunista Chino.

El camino de la fragmentación, al que nadie debería apostar, se caracteriza por una pérdida de respeto a las instituciones y las leyes. El papel de Estados Unidos —desarrollado a partir de los acuerdos de Bretton Woods en 1944, que trajeron consigo el uso del dólar como moneda de reserva y la posibilidad de desarrollar un mercado de capitales profundo en esta moneda que atrajera una porción importante de ahorro mundial— quedaría muy cuestionado.

En este escenario China trataría de implantar acuerdos comerciales bilaterales con una serie de economías emergentes, transformar sus excedentes financieros (lease treasuries) en activos reales en los países que necesite influir y, necesariamente, desarrollar una nueva red de instituciones para manejar esas relaciones. En opinión de El-Erian, China podría incluso intentar nuevos enfoques de desarrollo tecnológico; por ejemplo, desarrollar versiones de tecnologías para uso exclusivo en su área de influencia (una red de internet solo para los asiáticos).

El gran reto para los inversionistas es, como siempre, vislumbrar el orden económico que emergerá finalmente. Como estos procesos tardan largo tiempo, la recomposición de las carteras —la sustitución de unos títulos financieros por otros— debería responder a los eventos en pleno desarrollo. No está de más ir profundizando en el conocimiento de los mercados financieros de la ruta de la seda, donde el impacto de la presencia china se hará sentir.


Carlos Jaramillo, profesor del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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