¿Son apáticos los grandes fondos de inversión?

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Fotografía: Pixabay.

A medida que el gran público adquiere cada vez más acciones de empresas por intermedio de los fondos de inversión, mayor es la presión para que estos fondos participen activamente en la supervisión del desempeño de esas empresas. Pero, ¿estarán dispuestos a hacerlo?

Carlos Jaramillo / 10 de octubre de 2019


En la actualidad existe un par de preguntas que devanan los sesos de académicos y profesionales del mundo de los negocios. La primera es el impacto a largo plazo de la flexibilización cuantitativa en las economías desarrolladas y en sus mercados financieros. La segunda se refiere al grado de intervención de los grandes fondos de inversión en el gobierno de las empresas que cotizan en bolsa.

Los fondos mutuales y los fondos cotizados (ETF por sus siglas en inglés) tienen más de cuatro décadas de existencia. Pero su participación como vehículos de inversión colectiva ha crecido casi exponencialmente en los últimos quince años. Hoy alcanzan unos diez billones de dólares, para el disgusto de los gerentes que siguen estrategias activas, porque los ven como sus némesis.

En 1991 apenas el uno por ciento de los fondos mutuales y ETF estadounidenses replicaban índices; tal número se elevó a 29 por ciento en 2017, lo que representaba una inversión de seis billones de dólares. La concentración de propiedad accionaria en manos de fondos indizados no es trivial. BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors, los tres principales promotores de fondos mutuales y ETF del mundo, tienen a su cargo títulos valores por el orden de quince billones de dólares en fondos indizados y estrategias activas. BlackRock, en particular, forma parte de la lista de los diez mayores inversionistas en el noventa por ciento de las empresas que cotizan en el FTSE 100, y en la mitad de ellas es el principal accionista.

La gran fortaleza de los fondos indizados —su muy bajo costo de gestión, pues no gastan en investigación— es también es su gran debilidad. No destinan presupuesto al seguimiento activo de las compañías en las que invierten, por lo que no cuentan con la información necesaria para asumir papeles activos en su gobierno. Aunque hoy existen empresas que prestan servicios de asesoría sobre cómo votar en las asambleas de accionistas, los administradores de fondos mutuales y ETF no siempre están dispuestos a contratar esos servicios.

Algo de investigación se ha hecho en los últimos años para determinar si los gerentes de fondos pasivos se toman en serio sus responsabilidades de supervisión en las empresas en las que invierten, mediante el estudio de su comportamiento cuando votan en las asambleas generales de accionistas. Pero los hallazgos no son concluyentes.

Matthew Ringgenberg, de la Universidad de Utah, revisó el comportamiento de los fondos mutuales estadounidenses que invirtieron en acciones entre 2004 y 2017. Encontró que la probabilidad de que los gerentes de estos fondos voten en contra de los administradores de las compañías era 12,5 por ciento menor que la de sus pares que siguen estrategias activas. Además, rotan mucho menos sus carteras de acciones, lo cual no es sorprendente dada su obligación de ajustarse a la composición de un índice.

La presencia creciente de fondos pasivos en la composición accionaria de las compañías de oferta pública no cambia el número y el tipo de propuestas de temas sometidos a votación de la asamblea general de accionistas. La principal conclusión de Ringgenberg es que los fondos pasivos quitan poder a los inversionistas para dárselo a los gerentes.

Surem Gomtsian, de la Escuela de Leyes de la Universidad de Leeds, encontró, en un estudio sobre empresas miembros del FTSE 350 entre 2013 y 2017, que los gerentes de fondos mutuales británicos son mucho más activos que sus pares estadounidenses al oponerse a incrementos de sueldos de los altos gerentes de las empresas en las votaciones de las asambleas generales de accionistas.

La propiedad implica responsabilidad en la gestión empresarial. Así como los grandes administradores están motivados a explotar las ventajas de los vehículos de inversión que promocionan, también deben participar en la corrección de las distorsiones que pudieran crear. De momento hay dos claramente identificadas: cambios en el balance de poder dentro del gobierno empresarial y en los precios de estos vehículos en escenarios de gran volatilidad.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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