Transformaciones en el mercado energético mundial: implicaciones para Venezuela

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Fotografía: Jack Moreh / Stockvault

Tanto los países industrializados como los mercados emergentes avanzan hacia una matriz energética diversificada y descarbonizada. El sector privado venezolano será clave para la recuperación de la industria energética venezolana, cuyo mayor desafío es eliminar subsidios.


Cinco tendencias en los mercados energéticos globales para el siglo XXI implican riesgos y oportunidades para Venezuela; un país que encara el reto de revertir la situación de colapso de su sector energético, que había sido su principal fuente de ventajas comparativas y motor de las exportaciones. Las tendencias son claras y sencillas: 1) crecimiento de la demanda energética de los países en desarrollo, 2) auge del petróleo y el gas de esquisto en Estados Unidos y otros lugares del mundo, 3) participación creciente de las fuentes solar y eólica de energía, 4) preocupación por el cambio climático y su relación con las emisiones de CO2 y 5) electrificación de la demanda energética.

Todas estas circunstancias interactúan y plantean grandes cambios y desafíos en lo tocante al uso de los combustibles fósiles. Ante la incertidumbre con respecto al crecimiento del negocio de los hidrocarburos y el colapso de la industria energética venezolana, surgen varias preguntas: ¿cuáles son los retos del país ante los cambios inevitables del mercado energético? ¿Debe renunciar el Estado venezolano al rescate de la industria petrolera? ¿Cuál podría ser el papel del Estado en el negocio energético?

Tendencias globales de los mercados energéticos

Cinco tendencias están cambiando el sector energético. Ninguna es lineal y cualquiera de ellas, por sí sola, puede acelerar aún más la llamada «transición energética», en un ambiente signado por bajos precios de las energías.

Demanda creciente de los países en desarrollo y demanda pico en los industrializados

Stevens (2005) y Yergin (2006) señalaron el papel de China y la India en el crecimiento y la participación de los países no industrializados, no pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en la demanda mundial de energía. Stevens atribuye a estos dos países la causa del incremento de los precios del petróleo crudo y sus derivados entre los años 2005 y 2008. Según datos de British Petroleum (BP, 2019a), a partir de 2006 la demanda total de energía primaria de los países no-OCDE supera la de los países industrializados, y la demanda de petróleo lo hace a partir de 2013. China y la India explican el 64 por ciento del crecimiento de la demanda total de energía primaria durante los últimos diez años, y el 58 por ciento de la demanda de petróleo.

La demanda de petróleo proveniente de los países industrializados (OCDE) parece haber alcanzado su máximo nivel en el año 2005: 50 millones de barriles por día (MMBBD). Aunque es difícil predecir la trayectoria exacta de la demanda de petróleo, los escenarios de largo plazo de BP (2019b) apuntan a una reducción adicional de nueve MMBBD hacia el año 2040 en los países industrializados. En tales escenarios y para la misma fecha, se calcula que China y la India en conjunto incrementarían el consumo de petróleo en ocho MMBBD. Si se considera un crecimiento de once MMBBD en otras regiones del mundo no industrializado, la demanda de petróleo crecería diez MMBBD en 22 años (tomando el año 2018 como referencia). Los escenarios de BP también señalan que en 2040 la demanda global de petróleo podría alcanzar su «pico».

Auge del gas y el petróleo de esquisto

Las nuevas aplicaciones de la tecnología de fractura de rocas constituyen una «revolución» para el negocio de los hidrocarburos, al permitir la recuperación de reservas en la roca madre y no solamente en los reservorios tradicionales (Dale, 2016). Este método produjo aumento de productividad cuando, en el segundo semestre de 2014, revirtió el largo ciclo de precios elevados del crudo y transformó a Estados Unidos en un exportador neto de hidrocarburos.

Las estadísticas de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés, 2019) confirman que Estados Unidos se convirtió en exportador neto de gas natural en 2017. Se espera que en 2020 deje atrás su condición de importador neto de petróleo crudo y productos refinados para convertirse en exportador neto; una hazaña admirable, si se considera que para junio de 2010 este país registró un pico de importaciones netas de diez MMBBD, mientras que para junio de 2019 reportaba apenas 0,5 MMBBD.

Participación creciente de las fuentes solar y eólica de energía renovable

British Petroleum (BP, 2019b) confirma, en sus escenarios de largo plazo, la penetración de las energías solar y eólica como uno de los cambios más importantes y significativos en el mercado energético. El mundo produce 2.480 teravatios por hora (TWH) de electricidad provenientes de fuentes renovables. En 2015 se visualizaba una generación mundial de 5.200 TWH de origen renovable para el año 2035. Sin embargo, hubo una revisión del pronóstico tres años después: en 2018 se previeron 8.250 TWH para 2035. ¿Qué explica esta diferencia? Las expectativas de crecimiento de las energías solar y eólica.

British Petroleum considera que la expansión de estas fuentes de energía ha sido más acelerada que la de ninguna otra fuente de energía en el pasado. Algunos datos (BP, 2019a) son dignos de análisis. La Unión Europea lidera el camino de la penetración de las energías renovables, pero los datos de China también impresionan. La Unión Europea exhibió en 2018 una participación de 6,8 por ciento en la generación de energía primaria (en 2006 era 1 por ciento). Estados Unidos alcanzó 1 por ciento en 2010 (3,6 por ciento en 2018); mientras que China logró 1 por ciento en 2013, pero superó a Estados Unidos con 3,8 por ciento en 2018. India alcanzó 2,5 por ciento en 2018 (1 por ciento en 2011). Centroamérica, por su parte, consiguió 1 por ciento en 2012, y 4,2 por ciento en 2018.

La penetración de las energías renovables ocurre en un entorno de caída en los costos de generación. En el caso de Estados Unidos, el precio de la generación solar en 2015 fue 83 dólares/megavatios por hora (MMWH); para 2020 se calcula en 63. La mayor parte de la caída de los precios se explica por la actuación de China, dada su doble condición de demandante de energía y oferente de insumos y materias primas para la elaboración de paneles solares y turbinas eólicas. Un dato interesante es que China se consolida como el mayor productor de energía renovable del tipo solar-eólica, al producir 123 millones de toneladas equivalentes de petróleo (MMTEP), mientras que la Unión Europea produce 115 y Estados Unidos 85.

Creciente preocupación por el cambio climático

Son cada vez mayores las pruebas y advertencias de la comunidad científica sobre el cambio climático: deshielo en el polo norte, pérdida de costas marítimas, temperaturas extremas en invierno y verano, desertificación de tierras, precipitaciones extremas que dan origen a inundaciones (IPCC, 2014). También hay distinguidos «escépticos» de la comunidad científica que ponen en duda las cifras y la contundencia de las pruebas; en particular, albergan sospechas acerca de la medición (promedios de una temperatura global) y la escala de variación (aumento de 1°C en el clima y sus consecuencias catastróficas).

Lo cierto es que la comunidad internacional tiene la percepción de que, efectivamente, el cambio climático es una realidad y, por lo tanto, sus patrones de consumo energético seguirán favoreciendo la adopción de energías renovables. Lampe-Onnerud y Kortenhorst (2019) y BP (2019b) dan por sentado que la humanidad atraviesa una transición energética (BP denomina este escenario «transición evolutiva»).

La transición evolutiva implica un crecimiento de la demanda de petróleo de apenas diez MMBBD y fija en el año 2040 el máximo nivel de la demanda total. Pero en este escenario no se considera realizable un descenso del dióxido de carbono (CO2) por debajo del nivel establecido en el Acuerdo de París. Para 2040 se producirían 35 gigatoneladas de CO2, lo que supera la cota máxima de 25.

La opinión pública mundial y la comunidad internacional están muy interesadas en una transición energética más acelerada. Así lo revela el hecho de que el manejo de la complejidad del cambio climático encabeza la agenda de investigación de científicos y de modeladores de sistemas físicos y socioeconómicos.

Van Ruijven, De Cian y Wing (2019) consideran que el nexo «energía–cambio climático» y el aumento de las temperaturas en zonas tropicales pueden aumentar la demanda de energía en veinte por ciento. Detrás de esta conclusión está la certeza de que el cambio climático causa volatilidad en la potencialidad de las fuentes renovables, no solamente solar y eólica, sino también hídrica. Numerosos trabajos relacionan el fenómeno de «El Niño» (sequías, sobre todo) con la disminución del caudal de cuencas y sus efectos sobre el potencial de hidroelectricidad.

Europa está comprometida con limitar la entrada de combustibles fósiles a su zona de comercio (por considerarlos los más contaminantes), así como los crudos mejorados de Canadá y de la Faja. Tal medida está en sintonía con la recomendación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés, 2014) de limitar el uso de este tipo de crudos para reducir las emisiones de CO2.

Los diferentes organismos multilaterales tienden a dirigir sus préstamos y ayudas financieras a la limitación de daños ambientales en la aplicación de políticas públicas. Por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo emplea métodos muy parecidos a los del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.

Electrificación de la demanda energética

McKinsey (2018) identifica ocho cambios que acelerarán la transición energética:

  1. Uso creciente de vehículos eléctricos (en China, Europa y Norteamérica se plantea alcanzar el ciento por ciento de la flota vehicular; y en el resto del mundo, cincuenta por ciento).
  2. Aumento de eficiencia y más regulaciones para combustibles de transporte aéreo y marítimo (cincuenta por ciento de reducción de emisiones).
  3. Aceleración de la electrificación de hogares (cincuenta por ciento en Europa y Norteamérica).
  4. Incremento de la electrificación en países no industrializados (África y Asia).
  5. Reducción del uso de plásticos y aumento de su reciclaje.
  6. Mayor eficiencia del reciclaje y regulación de emisiones de las industrias de hierro y acero.
  7. Electrificación de industrias con quemadores de temperaturas medias y bajas.
  8. Reducción del costo de las energías renovables y del almacenamiento de energía (baterías).

La suma de los efectos de estas tendencias ha sido denominada «electrificación de la demanda energética». Hay quienes prefieren la expresión «descarbonización de la demanda». En cuanto a los resultados previstos en la demanda energética de las distintas fuentes se advierte:

  • Petróleo: la demanda podría alcanzar un pico en el periodo 2020-2025, no en 2040 como prevén los escenarios de la Agencia Internacional de Energía y de British Petroleum.
  • Gas natural: continuaría su crecimiento (su papel en el sistema energético se mantendría estable, debido a su contribución al balance del sistema eléctrico mundial).
  • Combustibles fósiles: su demanda disminuye desproporcionalmente, comparada con la demanda de electricidad (por la ganancia de eficiencia de la electrificación).
  • Carbón: decrece significativamente (el sector eléctrico y las industrias de hierro y acero requerirán mucho menos carbón en el futuro, sin recuperar el pico de 2014).
  • Emisiones de CO2: se mantienen por encima del caso de referencia de 13 Gt (22 Gt).

El futuro ya no es lo que era

La transición energética continuará en forma acelerada, debido al interés de China de posicionarse como líder en tecnología y suministro de insumos de las energías renovables, e irá acompañada de reducción de precios de la energía. En el pasado, el futuro de las energías renovables se vaticinaba en función del agotamiento de los combustibles fósiles tradicionales; en consecuencia, se pronosticaban precios altos de los combustibles fósiles y de la energía en general. Las señales más recientes contradicen esa expectativa.

La mejor herramienta para la predicción de picos en la demanda total de combustibles líquidos es el diseño de escenarios tipo «tormenta perfecta», como los desarrollados por McKinsey, porque valoran los efectos múltiples de las tecnologías que hacen posible la electrificación de la demanda (incluido su almacenamiento). Incluso puede ocurrir un adelanto del pico de la demanda total de combustibles líquidos.

La relación de la demanda de energía con el cambio climático es muy compleja y todavía requiere más investigación. No obstante, está claro que el cambio climático va a afectar a las energías renovables en términos de variabilidad. Incluso en un escenario de uso extendido de energías renovables, se requerirá un combustible que sirva de base. El gas natural está llamado a ejercer esa función de combustible base.

Implicaciones para Venezuela

Dado el riesgo de la demanda de petróleo en el escenario de transición energética, la recuperación del sector de los hidrocarburos en Venezuela requiere la participación activa del sector privado (mejor preparado para enfrentar este tipo de riesgos).

Los precios del crudo, y en general de la energía, tenderán a ser moderados. Cualquier mecanismo de incentivo a la inversión privada en el sector energético requerirá una revisión del régimen fiscal para hacerlo competitivo. También se requerirá la eliminación de los subsidios a la energía; tales subvenciones (implícitas) se reflejan en un precio de venta al público artificialmente bajo.

El sector de los hidrocarburos no será una fuente de «rentas» importante en la financiación de las actividades del Estado. Por lo tanto, se requiere llevar a cabo reformas tanto en el sector petrolero como en el no-petrolero.

El desarrollo del negocio del gas natural requiere la eliminación de los subsidios al consumo. En la óptica del inversionista no debe haber una disyuntiva entre exportación y abastecimiento del mercado interno.

En el negocio petrolero-energético es tiempo de que el Estado empresario ceda el paso al sector privado como actor principal. El papel del Estado debe consistir en garantizar un marco regulatorio y fiscal coherente.

Referencias

  • BP (2019a): «BP statistical review of world energy». Londres: British Petroleum. https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/statistical-review/bp-stats-review-2019-full-report.pdf
  • BP (2019b): «Energy outlook 2019». Londres: British Petroleum. https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/energy-outlook/bp-energy-outlook-2019.pdf
  • Dale, S. (2016): «New economics of oil». Oil and Gas, Natural Resources, and Energy Journal. 1. No. 5: 365-379. https://digitalcommons.law.ou.edu/onej/vol1/iss5/3
  • IEA (2019): «World energy outlook 2019». París: International Energy Agency: https://www.iea.org/reports/world-energy-outlook-2019
  • IPCC (2014): «Cambio climático 2014: informe de síntesis». Ginebra: Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. https://archive.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar5/syr/SYR_AR5_FINAL_full_es.pdf
  • Lampe-Onnerud, C. y Kortenhorst, J. (2019): The speed of the energy transition: gradual or rapid change? Ginebra: World Economic Forum. http://www3.weforum.org/docs/WEF_the_speed_of_the_energy_transition.pdf
  • McKinsey (2018): «Global energy perspective: accelerated transition». Energy Insights Outlook Overview: https://www.mckinsey.com/industries/oil-and-gas/how-we-help-clients/energy-insights/global-energy-perspective-accelerated-transition
  • Stevens, P. (2005): «Oil markets». Oxford Review of Economic Policy. 21. No. 21: 19-42.
  • Van Ruijven, B. J., De Cian, E. y Wing, I. S. (2019): «Amplification of future energy demand growth due to climate change». Nature Communications. Vol. 10. No. 2.762: 1-12. doi: 10.1038/s41467-019-10399-3
  • Yergin, D. (2006): «Ensuring energy security». Foreign Affairs. Vol. 86. No. 2: 69-82.

Ramón Key, profesor del IESA. Claudina Villarroel, profesora de la Universidad Central de Venezuela.