Venezuela tiene dos retos: reconstruir sus instituciones y desarrollar políticas de sostenibilidad y nuevas formas de energía que aprovechen sus riquezas naturales.
El intento de asesinar a Donald Trump el pasado 13 de julio es un síntoma de inestabilidad y pérdida de valores de tolerancia y de civilidad, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Esta clase de hechos tiene fuerte impacto negativo en las sociedades y sus instituciones. Así lo entienden los líderes de distinto signo que repudiaron lo ocurrido y se expresaron públicamente contra la violencia, política y de cualquier clase.
Comportamientos tan reprochables como atentar contra la vida ajena tiene repercusiones en el ámbito social y humano, y también en lo económico y en la esfera de los negocios. Por ejemplo, grandes potencias mundiales han elegido al continente americano como uno de sus principales destinos de inversión para los próximos años, justamente por considerarla, en términos generales, lejana a las inestabilidades que ocurren en otros continentes.
Las dos guerras en curso —la de Rusia-Ucrania y la de Israel-Hamás— han trastocado el escenario del comercio mundial, en especial la primera. Ante ese panorama, América se ha vuelto de interés para quienes quieren proteger su dinero o invertir.
América Latina, en particular, debe tener mucho cuidado de mantener su respeto a las instituciones, su civilidad y valores, para no ahuyentar el dinero bien habido. Como se dice en el mundo de las empresas, «el dinero mira dónde hay estabilidad». Las empresas no quieren sobresaltos en sus inversiones.
Nadie va a dejar de invertir en Estados Unidos, que sigue siendo la primera potencia mundial, y menos por el atentado contra Trump. Pero sí es una alerta de que es necesario retomar el camino de la cordura cuanto antes; también en América Latina.
En esta parte del mundo, lamentablemente, la corrupción, el narcotráfico y los atentados contra las instituciones —recuérdese el asalto de miles seguidores del exmandatario Jair Bolsonaro al Congreso de Brasil, cuando Lula da Silva asumió el poder— se han vuelto moneda corriente. La expresión «a río revuelto, ganancia de pescadores» se aplica solamente para el dinero golondrina, de corto plazo o turbio, pero no para los capitales que hacen crecer a los países. Así lo afirman siempre los economistas.
Las principales potencias —como China, Alemania, Francia, Reino Unido, entre otras— están dispuestas y necesitan invertir en países que tengan recursos naturales y políticas sostenibles, porque el futuro pasa por ahí. La sostenibilidad abarca todas las áreas, desde la energía hasta el transporte, pasando por lo digital y más.
¿Qué está haciendo Venezuela? ¿Está redefiniendo sus políticas para abrirse al mundo? ¿Respeta las instituciones o siembra las bases para lograrlo? ¿Cuáles políticas ambientales desarrollan el gobierno y la empresa privada? ¿Hasta qué punto se aprovechan los vientos, mares y ríos para crear energías alternativas sostenibles?
Venezuela enfrenta dos desafíos: las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio —bajo la mirada de un mundo atento a cómo se llevarán a cabo en cuanto a garantías, institucionalidad y civilidad— y, más a mediano y largo plazo, desarrollar políticas de sostenibilidad ambiental, que es lo que marca la pauta mundial. Desde el exterior no se percibe que vaya a haber algún cambio radical, por el momento. El gobierno de Nicolás Maduro advirtió que «la Fuerza Armada se alzaría si ganara la oposición».
El segundo punto, que está en el foco de los países en busca de desarrollo, se refiere a la necesidad de políticas innovadoras en materia energética. Venezuela tiene una industria petrolera que ha sido su eje económico histórico. Pero, en algún momento, tendrá que cambiar o ampliar su industria hacia una transición energética gradual.
Según el índice elaborado por Ocean Science & Technology los países de América Latina que se destacan en proyectos de energías renovables son Chile, Ecuador, Uruguay y Guatemala, en ese orden. No obstante, aún atraviesan muchas dificultades hacia la transición.
En América Latina más de la cuarta parte de la energía primaria procede de fuentes renovables; esto es el doble de la media mundial. Venezuela podría seguir ese camino. Naturaleza para ello no le falta; al contrario. Lo que sí falta es tomar conciencia de la necesidad de hacerlo, desarrollar políticas para ello y crear un ambiente que atraiga inversiones en energía.
El Foro Económico Mundial, entre otros organismos internacionales, ha señalado la importancia de establecer alianzas entre los países para ayudarse en el diseño de plataformas que apuntalen objetivos y estrategias en el ámbito energético. Si Venezuela se enrumbara hacia la independencia de poderes, los valores democráticos, las políticas públicas con incentivos a la inversión y el desarrollo, entraría en una fase más auspiciosa y fecunda.
Los retos están planteados. Basta con tomar ese camino.
Fabiana Culshaw, periodista y psicóloga.
Referencias
Ocean Science & Technology (2023). The global renewable energy innovation index. https://www.oceansciencetechnology.com/feature/the-global-renewable-energy-innovation-index/
Wood, J. (2023, 14 de noviembre). Energy transition: Which countries are making most progress in 2023 – and which have more work to do? World Economic Forum. https://www.weforum.org/agenda/2023/11/energy-transition-countries-most-progress-2023/