En la educación en línea, el docente es más importante

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Imagen de Steven Weirather en Pixabay

La educación formal ha sido predominantemente presencial. A pesar de los grandes avances tecnológicos, no es sino hasta el año 2020 cuando —debido a la pandemia por la covid-19— las instituciones educativas se abren a la posibilidad de adoptar una nueva modalidad: la educación en línea.


La enseñanza en línea fue la respuesta de la mayoría de las instituciones educativas para mantener los procesos de aprendizaje en las distintas etapas durante la covid-19. El objetivo es que los alumnos construyan el conocimiento de forma individual, apoyados por las herramientas tecnológicas (De Obesso y Núñez, 2021); a diferencia de la educación tradicional, que ocurre en espacios especialmente diseñados y momentos previamente establecidos, en la que las interacciones docente-estudiante y estudiante-estudiante son fundamentales.

Pero esta no fue una solución novedosa o innovadora, pues el aprendizaje en línea (e-learning) existía desde 1996, y la educación universitaria formal a distancia desde al menos 1969 (cuando se fundó la Universidad Abierta del Reino Unido). Lo que sucedió en 2020 fue la adopción masiva de una mal llamada «educación en línea» por parte de millones de docentes en el mundo, una realidad de la que las escuelas de negocios no quedaron exentas.

Muchos programas funcionaban ya en formatos mixtos, también llamados semipresenciales, flexibles o mixtos. Esta modalidad de enseñanza integra el formato en línea con el presencial, con materias ofrecidas en una u otra modalidad, o dictadas parcialmente de una y otra forma. Estos programas híbridos aprovechan las fortalezas de cada modalidad de enseñanza para alcanzar los objetivos de aprendizaje (De Obesso y Núñez, 2020).

En la educación mixta cada actividad se diseña cuidadosamente para maximizar el aprovechamiento del estudiante. Equipos de expertos seleccionan los materiales, los recursos y las modalidades. Cada modalidad de enseñanza responde a diferentes necesidades de los estudiantes y objetivos de aprendizaje, usa modelos educativos específicos y también herramientas y recursos específicos. Por ello, no es tan sencillo transformar una clase presencial en una clase en línea; no basta, por ejemplo, con realizar una videoconferencia.

Como advierte el Instituto Internacional de Planificación Educativa, una organización de la Unesco, lo que ha surgido debido a la pandemia no es educación en línea, sino una «educación remota de emergencia» que responde a las necesidades específicas de la situación (De Obesso y Núñez, 2020). Los procesos educativos llevados a cabo durante la pandemia, a pesar de usar recursos tecnológicos, estaban diseñados para un contexto tradicional.

Lo que ocurrió fue principalmente un cambio en la herramienta, no un cambio en la concepción del modelo educativo; es decir, una incorporación de tecnología al proceso de enseñanza-aprendizaje, al hacerse imposible la asistencia a las aulas de clase. Luego, no puede hablarse de una educación en línea. Lo que se hizo, de forma masiva, fue aprovechar las ventajas de esta modalidad de enseñanza e incorporarla, en mayor o menor medida, a planificaciones existentes.

«Dar una clase magistral por videoconferencia no es educación en línea; eso sólo es utilizar una herramienta digital para seguir con metodologías presenciales en un entorno virtual», afirma Ana Berruecos, directora de la Dirección de Enseñanza y Aprendizaje Mediados por Tecnologías de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México (Rendón, 2020). Para quienes manejan no solo el lenguaje educativo, sino también sus métodos, hay una clara diferencia en la intención de la educación y en el diseño y la concepción del proceso de aprendizaje: la educación en línea va más allá del uso de herramientas tecnológicas modernas.

Uno de los retos que enfrenta hoy América Latina es cómo brindar educación de calidad a las personas y, además, aumentar el acceso a la educación superior. Se calcula que el año pasado la deserción estudiantil en la región fue cercana al cincuenta por ciento (Tuñón, 2020). Para revertir esta realidad se hace necesario fortalecer el sistema educativo; esto requiere no solo mejorar la infraestructura y el acceso a los servicios, sino también dotar de competencias digitales a docentes y estudiantes, con el fin de brindar soluciones a las personas que desean estudiar, pero no pueden asistir a las aulas de clase.

Esto no es algo que pueda o deba improvisarse. La educación en línea requiere una gran cantidad de trabajo previo, realizado por expertos tanto en contenido (en las distintas áreas de conocimiento) como en diseño instruccional, que asignen los mejores recursos y métodos para lograr el aprendizaje real de los estudiantes. Tales materiales y recursos deben estar en constante evaluación y mejora, a fin de mantenerlos actualizados y pertinentes.

Aprendizaje centrado en el estudiante

A lo largo de los años han surgido diversos modelos educativos, teorías de aprendizaje y tendencias educativas, cada una de los cuales afirma ser mejor que los demás. La verdad es que suelen responder a realidades particulares.

Décadas atrás se hablaba de enseñanza: el proceso se centraba en la capacidad del docente para transmitir conocimientos a los estudiantes. Posteriormente se popularizó la expresión enseñanza-aprendizaje (aún utilizada): lo importante es la interacción del profesor, el estudiante y el conocimiento.

Hoy, de manera especial en las escuelas de negocios, se habla de aprendizaje centrado en el estudiante. Este modelo, surgido en Bolonia en 1999, pretende que la educación superior sea más práctica que teórica, con énfasis en el logro de objetivos y el desarrollo de competencias más que la memorización de conceptos y teorías. Esto promueve la calidad, la innovación y la multidisciplinariedad de los actores del proceso educativo.

El estudiante es ahora responsable de su aprendizaje; en consecuencia, la lección magistral del profesor pierde relevancia y la gana la interacción en los momentos síncronos. Se requiere que el estudiante prepare previamente los contenidos que serán discutidos en clase, mediante lecturas, investigaciones, videos, audios, experiencias, etc. «Así, el tiempo de clase se puede usar para discutir el contenido en profundidad y aclarar cualquier duda pendiente» (Suárez, 2020), y lograr entonces que el estudiante sea el protagonista de su historia.

¿Qué requiere de los profesores este modelo? Los profesores deben contar no solo con experiencia docente, que les permita comprender y ejecutar los procesos de la educación, sino también con amplia formación en su área de conocimiento y habilidad para combinar distintas ciencias para entender la realidad (Pérez-Martínez, Cuevas-Gutiérrez y Jasso-Arrambide, 2020). Por si fuera poco, en el caso de las escuelas de negocios se requiere experiencia práctica, para adaptar el aprendizaje a la realidad y discutir sobre casos reales y actuales con los estudiantes; es decir, los docentes en una escuela de negocios son, más que académicos, personas con experiencia empresarial.

Educación en línea centrada en el estudiante

No es de extrañar que hoy el aprendizaje centrado en el estudiante sea la elección obvia en educación superior, porque se adapta a un contexto educativo orientado a formar profesionales capaces de regular su aprendizaje y producir los cambios que la sociedad actual requiere. Ahora bien, ¿puede este modelo educativo ejecutarse de forma exitosa mediante la educación en línea? ¿Qué se necesita?

En primer lugar se requiere una gran inversión en equipos y programas especializados, entre otros recursos tecnológicos. Sin la tecnología apropiada, la educación en línea seguramente fracasará. Esto va más allá de cámaras, micrófonos y licencias de Zoom. Hacen falta estudios de grabación, programas especializados para diseñar y crear contenido de calidad y visualmente atractivo, que se adapte a las distintas formas de aprender de los estudiantes.

Luego es necesario capacitar a los docentes, tanto en habilidades digitales como en el manejo de los programas (De Obesso y Núñez, 2020). La tecnología existe y se desarrolla a una velocidad creciente; sin embargo, no siempre se tiene el tiempo requerido para estar al día. ¿Cómo se puede hacer un uso eficaz de aquello que se desconoce o se maneja inadecuadamente?

La capacitación no se restringe al docente. También es necesario capacitar a los estudiantes en el uso de las nuevas tecnologías que van a facilitar y potenciar su aprendizaje. El hecho de que sean nativos digitales no implica que manejen correctamente estas herramientas. Si realmente se pretende llevar a cabo un proceso de educación en línea centrado en el estudiante, sus necesidades son la prioridad. Con el objetivo de formar un estudiante independiente, y que el docente actúe como facilitador del proceso de aprendizaje, ambos necesitan manejar con soltura las herramientas tecnológicas requeridas para la comunicación en línea.

Los principales objetivos de las universidades serán digitalizarse y capacitar a docentes y estudiantes. El logro de estos objetivos permitirá que el docente asuma su nuevo papel, de facilitador: acompañar al estudiante a lo largo de su proceso de aprendizaje, diseñar materiales nuevos, y crear contenidos y actividades específicas para ellos.

Por lo tanto, y aunque parezca paradójico, el papel del docente es cada vez más importante, pues no consiste en repetir conceptos y teorías escritas en libros o utilizar los mismos ejercicios y ejemplos de siempre, disponibles en múltiples formatos digitales y físicos que están al alcance de la mano. Su papel consiste, más bien, en brindar a los estudiantes herramientas para que sean corresponsables de su aprendizaje, discriminar lo importante de lo superfluo y diseñar programas de estudios acordes con la nueva realidad (Tuñón, Oleart y Bouza, 2019).

Los procesos de educación en línea se basan en plataformas digitales que facilitan la interacción de estudiantes y docentes, pero pueden estar sujetas a fallos y son necesarias las actualizaciones y el mantenimiento. Además, por la misma naturaleza del aprendizaje en línea, es necesario asegurar el acceso en todo momento —las 24 horas del día, los siete días de la semana— y la mejor calidad de servicio en todo momento (Tuñón, 2020).

Todo lo anterior se requiere para que ocurra el aprendizaje. Pero, ¿cómo se sabe que el estudiante aprendió? Aquí entra en juego la tan temida evaluación del aprendizaje, y esta es quizás la parte más difícil. Muchos docentes no conciben evaluar el aprendizaje sin la aplicación de pruebas de conocimiento, que no es un mal método, pero no el único. La evaluación en línea requiere una tecnología de vigilancia (proctoring) para verificar quién y cómo realiza la prueba, sea síncrona o asíncrona (Tuñón, 2020).

Evaluar en un contexto en línea requiere mayor imaginación del docente y un entendimiento profundo de los objetivos de aprendizaje para seleccionar la herramienta idónea. Es necesario ensayar nuevos instrumentos y dejar de hacer lo que siempre se hizo (Cabrera, 2020). Otra dificultad de la evaluación en la educación en línea tiene que ver con los tiempos de respuesta: se recomienda que la realimentación no exceda las 48 horas, pues pierde valor y los resultados dejan de ser aprovechables. La evaluación no es el fin de la educación: debe servir para que tanto el docente como el estudiante comprendan sus avances y realicen correcciones a tiempo.

La interacción y la relación social de los actores educativos ha sido quizá el aspecto más criticado de la educación en línea. La comunicación no verbal no puede ser reemplazada y, ciertamente, no se logra el mismo efecto en una conferencia en línea (Miranda, 2020). Es necesario crear espacios de conexión para fomentar las relaciones sociales entre los estudiantes y el docente, y crear el sentido de pertenencia a una comunidad.

Para lograr una educación en línea eficaz las instituciones educativas necesitan desarrollar un ecosistema que la acompañe y sirva de apoyo a docentes y estudiantes por igual. Transmitir conocimientos no es suficiente (si bien se puede considerar que hacerlo en línea es más rápido y económico que en forma presencial) ni debe confundirse con cursos o charlas aisladas, sino que debe formar parte de un plan mayor (Hodges y otros, 2020).

Las instituciones educativas que logren desarrollar sus sistemas de educación en línea serán las que dominen el mercado del futuro. Esto no implica la desaparición de la educación presencial: siempre va a existir. En el futuro surgirán diversos modelos mixtos en educación que sepan aprovechar las fortalezas de cada modalidad y las complementen. No es una tarea fácil y va a requerir esfuerzos conjuntos y cambios de paradigmas, en la que es quizá una de las profesiones más tradicionales y con más costumbres arraigadas en su cultura. De manera especial en Latinoamérica es necesario considerar la brecha digital causada por las diferencias sociales y de acceso a los servicios.

La educación no es un asunto de transmisión de conocimientos o destrezas, nada más, sino de formación integral. Por ello, cualquier cambio educativo debe tener en cuenta el bienestar tanto físico como emocional de los actores relevantes. Es necesario aprovechar la tecnología como un medio para un fin mayor.


Jenifer María Campos Silva, profesora del IESA

Referencias

Cabrera, M. (2020). COVID-19 y formación virtual: Cómo adoptar competencias digitales en cuestión de días. The Conversation. https://theconversation.com/covid-19-y-formacion-virtual-como-adoptar-competencias-digitales-en-cuestion-de-dias-139698

De Obesso, M. M. y Núñez, M. (2021). El modelo educativo híbrido: una respuesta necesaria de la enseñanza universitaria a partir de la Covid-19. [Trabajo inédito] DOI: 10.13140/RG.2.2.34706.89289

Hodges, C., Moore, S., Lockee, B., Trust, T. y Bond, A. (2020). The difference between emergency remote teaching and online learning. EDUCAUSE Review. https://er.educause.edu/articles/2020/3/the-difference-between-emergency-remote-teaching-and-online-learning

Miranda, L. (2020). Percepción de estudiantes acerca de educación en línea en el marco de la emergencia sanitaria covid-19 caso 04 [Tesis de maestría, Universidad Casa Grande]. http://dspace.casagrande.edu.ec:8080/handle/ucasagrande/2634

Pérez-Martínez, K. S., Cuevas-Gutiérrez, A. I. y Jasso-Arrambide, H. M. (2020). Tipos de enfoques de enseñanza en profesores de escuelas de negocios públicas del Estado de Nuevo León. VinculaTégica EFAN, 6(2), 1692-1701. http://www.web.facpya.uanl.mx/vinculategica/Vinculategica6_2/59_Perez_Cuevas_Jasso.pdf

Rendón, P. (2020). COVID-19: Educación en línea va más allá de dar clases por videoconferencia. IBERO (Universidad Iberoamericana). https://ibero.mx/prensa/covid-19-educacion-en-linea-va-mas-alla-de-dar-clases-por-videoconferencia

Suárez, A. (2020, 31 de marzo). Las clases a distancia durante el confinamiento: Transición hacia una educación digital. Eldiario. https://www.eldiario.es/canariasahora/nekuni/bits/confinamiento-transicioneducacion-digital_0_1011749382.html

Tuñón, J. (2020). Confinamiento y pandemia: implicaciones para la educación superior en línea. Informe OBServatory. OBS Business School https://marketing.onlinebschool.es/Prensa/Informes/Informe_Observatory_OBS por ciento20Business por ciento20School.pdf

Tuñón, J., Oleart, A. y Bouza, L. (2019). Actores europeos y desinformación: la disputa entre el factchecking, las agendas alternativas y la geopolítica. Revista de Comunicación, 18(2), 245-260. https://doi.org/10.26441/RC18.2-2019-A12