Banca: la recesión llama a la puerta

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La banca venezolana enfrenta riesgos tanto para su activo como para su pasivo. La recesión y la inflación juegan en contra de los ingresos y la rentabilidad del sistema. Los banqueros prevén un 2016 complejo para su cartera de créditos.


La banca es una de las grandes paradojas de la economía venezolana. Mientras que la economía pasó del estancamiento a la recesión, el sistema financiero se mantuvo en franco crecimiento. En 2014 la actividad económica cayó -3,9 por ciento a precios constantes de 1997, pero el aporte del sector Banca y Seguros aumentó 12,7 por ciento. En los ejercicios precedentes, la situación fue exactamente la misma. En 2013, frente a un magro crecimiento general de 1,3 por ciento, el sector financiero se expandió 21,6 por ciento. En 2012, el último año de bonanza petrolera, cuando el PIB aumentó 5,6 por ciento, la actividad financiera creció a una tasa histórica de 33,5 por ciento.

Sin embargo, la historia parece haber cambiado en 2015. Los últimos datos publicados por el Banco Central señalan que en 2015 el PIB total disminuyó 5,7 por ciento, mientras que el desempeño de la banca fue peor: cayó 13 por ciento.

¿Fortaleza aparente?

¿Cómo fue posible este desempeño cuando hay elementos negativos que deben sumarse como condicionantes: la pesada carga regulatoria y la presión de costos derivada de ella, junto con inflación e inestabilidad fiscal y monetaria? Dos elementos adicionales complicarían a la banca más eficiente: el control gubernamental de las tasas de interés y las comisiones, y el establecimiento de carteras obligatorias con tasas preferenciales. Estas tasas constituyen subsidios a sectores económicos que el sistema financiero no recupera y, además, asume a su riesgo, porque el gobierno no ha acordado un mecanismo de garantía en caso de contingencias negativas. Las gavetas obligatorias representaban, a noviembre de 2015, el sesenta por ciento de la cartera de créditos de la banca, según el economista y analista de riesgo bancario Francisco Faraco.

La pregunta acerca del crecimiento del sector financiero tiene varias respuestas:

  • La intermediación financiera ha sido especialmente rentable, porque la banca ha captado recursos a un costo muy bajo. De hecho, según datos de la Superintendencia de Instituciones del Sector Bancario (Sudeban) más de ochenta por ciento de las captaciones de público van a cuentas corrientes, que no se remuneran, de manera que el margen entre tasas pasivas y activas es muy favorable.
  • El crecimiento de la liquidez monetaria, en medio de un control de cambio rígido, ha facilitado un crecimiento constante de las captaciones que son, como dice el economista César Aristimuño, presidente de Aristimuño, Herrera & Asociados, la «materia prima» del sector. Más del sesenta por ciento de los ingresos del sistema ha provenido de la intermediación, por lo que la liquidez elevada ha significado un buen negocio.
  • La banca ha ejercido un control adecuado de los gastos de transformación.
  • Las inversiones en títulos valores, básicamente emitidos por el Estado, han resultado muy rentables; aunque la banca privada muestra una reducción de su exposición a estos papeles.

El crecimiento del sector financiero se vincula con un aumento sostenido de la rentabilidad nominal. En general, los números del sistema financiero venezolano lucen sólidos y sanos.

La banca parece estar suficientemente capitalizada, a pesar de los elevados riesgos que enfrenta. El índice de solvencia patrimonial exigido por el Banco de Pagos de Basilea es nueve por ciento del activo ponderado, y ninguna de las 35 instituciones que integran el sistema está por debajo de ese marcador. Para tener una idea de la solvencia de la banca local conviene ver el más reciente informe publicado por la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban), al cierre del primer trimestre de 2015, en el cual Venezuela aparece con el cuarto índice de solvencia de la región, superado por El Salvador, Brasil y México.

Francisco Faraco, en entrevista para Debates IESA, asoma un motivo de duda:

En un ambiente de desorden monetario y alta inflación, el balance nominal de la banca puede crecer, pero si se ajusta por inflación, el activo medio de la banca se desploma. Al no haber inversiones cuantiosas en la economía, el sistema no puede crecer en términos reales. Es más, se ha registrado una de las caídas del activo más grandes en la historia del país, que fue de 42 por ciento en los primeros nueve meses del año 2015.

Hay que tener cuidado con meter a todos los bancos en el mismo saco. El segmento grande de la banca (los diez mayores), que concentra cerca del noventa por ciento de las captaciones del público, presenta un margen de solvencia que, en promedio, ha superado el doce por ciento. Sin embargo, para César Aristimuño, en condiciones tan complejas como las actuales, el índice de solvencia no es un seguro absoluto. A su juicio, siempre hace falta que los accionistas hagan el esfuerzo de aportar capital cuando es necesario, porque es una señal de compromiso y responsabilidad; pero no se puede predecir con base en este factor si el sistema será capaz de soportar un agravamiento del entorno macroeconómico.

La irrelevancia del crédito

Uno de los aspectos del paradójico crecimiento de la banca es el incremento sostenido de la actividad crediticia, aun en términos nominales. La distinción entre nominal y real, al evaluar la expansión del crédito bancario, es clave para entender por qué los préstamos no están dinamizando la economía, lo que debería ocurrir en sana lógica.

El problema es que la inflación hace que las necesidades crediticias se eleven, no como resultado de una mayor actividad económica, sino porque se requieren más bolívares para financiar las mismas operaciones, e incluso menores. No es que la banca tenga más clientes que demandan dinero para invertir o reinvertir, sino que el dinero pedido vale menos.

La firma consultora Ecoanalítica hizo el ejercicio de deflactar la cartera de crédito a julio de 2015, por la inflación medida siguiendo el método del BCV para establecer el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), y encontró una caída de 24,2 por ciento en siete meses. Si se anualiza el cálculo, entre julio de 2014 y 2015, la contracción del crédito fue 20,5 por ciento.

El economista Luis Oliveros advierte que, efectivamente, el crédito bancario se está haciendo cada vez más irrelevante, porque la capacidad de préstamo del sistema financiero venezolano se ha rezagado frente a las necesidades de la economía, debido a la pérdida de valor de su activo derivada de la inflación.

¿Pagarán?

Otro factor induce un mayor riesgo de cartera. La inflación no solo desvaloriza el activo bancario, sino que crea una insolvencia potencial, pues la capacidad de pago de los clientes se debilita aceleradamente por la pérdida generalizada de poder adquisitivo.

Este problema puede ser muy grave si se cumplen las proyecciones macroeconómicas negativas para 2016; especialmente, las referidas a la inflación, la disminución del ingreso real de los trabajadores y la consecuente caída del consumo privado. Los analistas consultados proyectan un incremento importante de la morosidad en 2016, porque la expansión de la cartera de créditos se registra fundamentalmente en préstamos al consumo.

De acuerdo con los datos de la Sudeban, a noviembre de 2015, el financiamiento al consumo representó 42,9 por ciento de la cartera. El apalancamiento con tarjeta de crédito acaparó 87 por ciento del financiamiento al consumo, lo cual introduce un claro elemento de riesgo, porque consiste en líneas de crédito sin garantías reales. Si bien es cierto que el crédito plástico tiene la tasa activa más elevada, no se debe olvidar que la banca opera en un entorno de tasas reales negativas, por lo que esta rentabilidad es erosionada por la inflación. Además, si se toma en cuenta el porcentaje de la cartera que se presta, obligatoriamente, a tasas preferenciales, el margen de maniobra de la banca para rentabilizar la cartera se ha reducido.

La apuesta de las instituciones financieras por el crédito al consumo ha sido clara y, para Francisco Faraco, «peligrosa». ¿Es una prevención excesiva propia de un calificador de riesgo? El futuro lo dirá.

Tercera quincena

Lo cierto es que el financiamiento con tarjeta ha aumentado de manera importante. Los datos de la Sudeban indican que, entre diciembre de 2014 y noviembre de 2015, la expansión de esta cartera fue de 90,6 por ciento. El fenómeno no es nuevo porque, entre diciembre de 2013 y diciembre de 2014, la expansión fue de 238,9 por ciento. Eso se llama exposición al riesgo.

La firma consultora Aristimuño, Herrera & Asociados hizo un análisis de los usos más comunes de las tarjetas de crédito, a octubre de 2015, y encontró que los pagos en supermercados y abastos registraron un aumento anualizado de 93 por ciento; la adquisición de ropa y calzado, 143; el gasto financiado en clínicas y farmacias, 94; en repuestos y talleres mecánicos, 188; y en avances de efectivo, 113. Estos datos indican que las tarjetas de crédito funcionan como una «tercera quincena» y que la mayoría de los clientes carece de excedentes para cancelar estos pasivos. Sin colaterales que garanticen los pagos, los bancos pueden enfrentar un deterioro grave de esta cartera, en un plazo breve. De hecho, la banca está desacelerando la expansión del financiamiento con tarjetas.

La cartera de crédito de la banca, a pesar de sus múltiples riesgos, luce sana. A noviembre de 2015, el índice de morosidad (cartera inmovilizada/cartera bruta) fue 0,35 por ciento y la morosidad ampliada —que incluye la cartera reestructurada— fue 0,52 por ciento. En la misma fecha de 2014, el indicador de morosidad fue 0,50 por ciento. Además, claramente, la banca venezolana tiene los menores índices de morosidad en América Latina.

Los bancos locales tienen también las mayores provisiones para cobertura de cartera de América Latina: 745,94 por ciento en el balance de noviembre 2015 reportado por Sudeban. Esto significa que por cada bolívar de cartera inmovilizada hay siete para cubrir contingencias. Esta es una señal de cómo los banqueros, en general, están previendo su entorno, porque estas provisiones salen de las ganancias y, si son tan elevadas, no pueden indicar la esperanza de un futuro más auspicioso.

Presión sobre el pasivo

Los problemas del sistema bancario no se reducen al activo. También hay distorsiones —sobre todo regulatorias— que afectan al pasivo. La primera es el elevado encaje legal, que alcanza un promedio de 32 por ciento de las captaciones. Esto significa que de cada cien bolívares recibidos en depósitos, los bancos deben guardar 32 en una cuenta propia en el BCV. Si se consideran las restricciones que afectan la intermediación, mantener inmovilizado un porcentaje tan alto de las disponibilidades puede afectar la generación de ingresos y la rentabilidad.

El encaje legal, además de ser una reserva para contingencias en el BCV, es utilizado como herramienta de política monetaria para absorber liquidez. Según las cuentas del instituto emisor entre enero y la primera semana de diciembre de 2015, la liquidez monetaria se expandió noventa por ciento; un ritmo mucho más acelerado que en 2014, cuando el incremento fue de 64 por ciento. ¿Presión con fines electorales?

Lo cierto es que la banca ha sido objeto de cuatro incrementos de encaje en los últimos dos años; pero su propósito ha sido, según Aristimuño, no solo sacar liquidez del mercado sino también usar parte de esos recursos para financiar proyectos gubernamentales, como la Gran Misión Vivienda Venezuela. De acuerdo con el analista, no existen registros sobre qué porcentaje del encaje —que son recursos provenientes directamente de los depositantes y deben mantenerse líquidos— se ha titularizado para financiar proyectos públicos.

Pero eso no es todo. La banca privada enfrenta una competencia de las entidades financieras públicas, que son beneficiadas con crecientes depósitos estatales, el manejo de las nóminas y fideicomisos de la administración pública, e incluso exclusividades, como el procesamiento de los cupos de divisas otorgadas por el Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex) y las transacciones de contratistas con entes del Estado, entre otras.

Para Faraco es «evidente que se pretende convertir a la banca pública en hegemónica en el mercado. Ya el Banco de Venezuela tiene veinte por ciento de los depósitos del sistema, lo que no es poca cosa».

¿Seguirá siendo rentable?

La banca es el sistema circulatorio de cualquier economía y, al igual que ocurre con el cuerpo humano, cualquier «accidente» en esta área tan sensible puede tener consecuencias fatales. Ya Venezuela probó la amarga medicina de una crisis sistémica en 1994.

Conviene recordar el balance que hizo la entonces presidenta del BCV, Ruth de Krivoy, en su libro Colapso: la crisis bancaria venezolana de 1994 (Ediciones IESA): el costo neto fue equivalente a 10,9 por ciento del PIB en los años 1994-1995 y fueron afectados más de seis millones de depositantes y 62,26 por ciento del mercado bancario. Los banqueros aprendieron lecciones que han sido especialmente útiles en esta etapa; por ejemplo, la prudencia financiera y la vocación por la eficiencia. Sin embargo, Faraco dice que la rentabilidad del sistema está amenazada por el entorno macroeconómico:

Hay esfuerzos que se deben hacer todavía. Uno muy importante es la consolidación de la red de agencias, especialmente en los bancos públicos. No se explica que el Bicentenario, por ejemplo, tenga una red de 500 oficinas. La tecnología ha ayudado mucho en la eficiencia, pero aún su incidencia en los gastos de transformación es relativa.

La rentabilidad sobre el activo de la banca fue 4,1 por ciento a noviembre de 2015, mientras que la rentabilidad sobre el patrimonio alcanzó un robusto 63 por ciento. Sin embargo, si este indicador fuera deflactado, se tendría una utilidad negativa.

Aristimuño, en entrevista con Debates IESA, dijo que la banca registrará resultados más modestos en 2016, aun cuando considera que no serán negativos. La rentabilidad se verá afectada, porque, en su opinión, es inevitable para el gobierno tomar medidas que disminuyan la liquidez. Al mismo tiempo, considera muy probable que haya un ajuste de las tasas de interés.

Otro factor de estrés es la norma que prohíbe a los bancos aplicar el ajuste por inflación en sus balances, lo que los obliga a cancelar un impuesto sobre la renta mucho mayor. De hecho, la banca pasó de tributar menos de 3,69 por ciento de sus utilidades a una media de 31 por ciento en un año. Las cifras de la Superintendencia de Seguros (Sudeseg) señalan que el sistema financiero pasó de tributar 1.469 millones de bolívares, en el segundo semestre de 2014, a pagar 29.320 millones, un incremento de 1.872 por ciento.

¿Terminó la fiesta? ¿Caerá la banca al grado de recesión de la construcción o la industria? Los riesgos son reales, pero si algo ha mostrado la industria financiera en Venezuela es capacidad de adaptación, aun con represión financiera y una macroeconomía muy desajustada.


Armando J. Pernía, periodista.

Este artículo se publicó originalmente en la edición enero-marzo de 2016.