La nueva primera ministra enfrentará el dilema de ejecutar un programa de estímulo fiscal durante su campaña electoral o garantizar tasas de interés que promuevan un crecimiento sólido. Esto último requiere subir los impuestos, recortar el gasto y vender muchos de los abundantes activos del Estado, incluida la privatización de empresas estatales.
Es un hecho conocido que el endeudamiento público de Japón es el más alto del mundo desarrollado, ubicado recientemente en un 236 por ciento del PIB. Las finanzas públicas de ese país han soportado tal carga financiera gracias a los bajos rendimientos de los títulos de deuda pública.
El Banco de Japón mantuvo los rendimientos de los bonos del Tesoro artificialmente bajos durante años mediante una combinación de compras masivas de bonos y su programa único de control de la curva de rendimiento, que mantiene las tasa de interés a un nivel fijo. Con la crisis de la covid, el panorama mundial empezó a cambiar: el aumento repentino de la inflación obligó a los bancos centrales de los países desarrollados a subir las tasas de interés, dejar de lado los programas de expansión cuantitativa y reducir la compra de títulos públicos en los mercados secundarios de deuda con el fin de atenuar los efectos inflacionarios.
La magnitud de la depreciación del yen desde la covid ha golpeado profundamente a Japón.
Estas medidas aumentaron los rendimientos de los bonos gubernamentales a largo plazo en todo el mundo desarrollado, excepto Japón, donde el endeudamiento habría sido insostenible si se dejaban subir las tasas de interés. Al subir los diferenciales de interés entre Japón y el resto de las economías desarrolladas, el yen se devaluó y podría seguirlo haciendo mientras se mantuviese el diferencial de tasas.
Con el control del costo de la deuda pública, los japoneses transformaron lo que habría sido una crisis en el mercado de bonos en una crisis monetaria. La magnitud de la depreciación del yen desde la covid ha golpeado profundamente a Japón. En 2022, el Ministerio de Finanzas se vio obligado a tratar de apuntalar el yen, al tiempo que el banco central mantenía el control de los rendimientos de la deuda, lo que era un comportamiento incoherente.
Luego de muchas dificultades para lograr un consenso político, los japoneses aceptaron que las tasas de interés debían subir. Muestra de ello es que el rendimiento del bono del tesoro a treinta años pasó del 0,7 por ciento a finales de 2021 al 3,38 por ciento a principios de diciembre de 2025. Este cambio se ha logrado sin mayores perturbaciones para la economía nipona.
¿Es el alza de tasas suficiente? La respuesta es negativa. Los rendimientos de los papeles soberanos de Japón y Alemania a treinta años son similares, pero el endeudamiento alemán es equivalente al 63 por ciento de su PIB. Esta situación puede mantenerse mientras el Banco del Japón siga siendo un comprador de deuda pública.
La nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, del Partido Liberal Democrático, enfrentará el dilema de ejecutar el programa de estímulo fiscal por 135.000 millones dólares ofrecido durante su campaña electoral o estabilizar el yen de manera sostenible para garantizar tasas de interés que promuevan un crecimiento sólido. Esto último requiere subir los impuestos, recortar el gasto y vender muchos de los abundantes activos del Estado, incluida la privatización de empresas estatales.
La deuda pública japonesa podría reducirse a niveles sostenibles si las privatizaciones se ejecutasen a un paso razonable.
El estímulo fiscal de la señora Takaichi, aprobado por el Gobierno de Japón en noviembre de 2025 para paliar la inflación y estimular la economía, incluye medidas como subsidios energéticos, recortes de impuestos (como la abolición del impuesto provisional a la gasolina) y transferencias en efectivo a familias, además de inversiones estratégicas en sectores como inteligencia artificial y construcción naval. La dura realidad es que Japón ha agotado su margen fiscal disponible.
La deuda pública japonesa podría reducirse a niveles sostenibles si las privatizaciones se ejecutasen a un paso razonable. Existen activos en poder del Estado cuya liquidación permitiría reducir el endeudamiento al 130 por ciento del PIB. Pero, como es de suponerse, siempre hay intereses creados que frenan estos procesos y si algo ha mostrado la política japonesa es que esos intereses pesan.
¿Tendrá la primera ministra Takaichi la voluntad de implantar los cambios políticos y económicos requeridos para reorganizar las finanzas públicas japonesas o tomará la senda de reducir la deuda pública vía inflación? Quienes dan un voto de confianza a Takaichi apostarán a la revaluación del yen, los escépticos comprarán títulos de deuda pública de países como Suiza con un endeudamiento cercano al 37 por ciento del PIB, aunque su bono soberano a 30 años rinda el 0,71 por ciento.
Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.
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