El valor de las ideas

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Yuval Zukerman en Unsplash

Las ideas son el motor silencioso detrás de grandes avances y transformaciones sociales. Los hechos cambian el rumbo de la historia, pero las ideas los inspiran. En sociedades en crisis, reflexionar y recuperar las ideas adecuadas es fundamental para construir un mejor futuro.


 

En las afueras de Ginebra, Suiza; a orillas del lago Lemán, se encuentra la Fundación Bodmer. Allí, resguardados de manera casi reverencial, hay más de 150.000 manuscritos y primeras ediciones de los libros más importantes de la historia de la humanidad: desde una copia de la Biblia de Gutenberg hasta escritos de Dante, Goethe, Newton y Einstein. Martín Bodmer, su fundador, dedicó su vida a conseguir estas obras, porque entendió algo esencial: las ideas son el verdadero patrimonio de una civilización.

Su colección no era un acto de erudición personal, sino uno de confianza en la capacidad del pensamiento humano para transformar el mundo. En sociedades que atraviesan profundas crisis —como la venezolana— reflexionar sobre las ideas que han llevado a las personas hasta este punto y, mucho más importante, las ideas que las pueden guiar hacia un futuro de prosperidad, constituye una tarea esencial. Aunque, en algunos contextos, pensar en voz alta puede convertirse en un acto de valentía, las ideas siguen buscando y encontrando caminos para florecer.

¿Qué es una idea? Una representación mental, un contenido del pensamiento que permite interpretar, comprender o transformar la realidad. Desde un punto de vista más práctico, una idea es una respuesta tentativa a un problema. Una idea es una herramienta cognitiva que da forma a una acción. En primera instancia, puede percibirse como algo abstracto. No obstante, cuando una buena idea se debate, se refina y se comparte puede convertirse en un proyecto colectivo de gran impacto.


Cada avance significativo de la historia fue precedido por una transformación en la forma de pensar.


La historia intelectual de la humanidad —la historia de las ideas— es sin duda una de las narrativas más fascinantes, porque muestra cómo, desde los albores de la civilización, las ideas han sido las verdaderas arquitectas del progreso humano. No fueron las piedras las que construyeron las grandes ciudades ni el oro el que levantó los imperios: fueron las ideas que inspiraron nuevas formas de organización, de justicia, de belleza, de conocimiento. Cada avance significativo de la historia —el nacimiento de la democracia en Atenas, el Renacimiento, la Ilustración, las revoluciones científicas y tecnológicas, los movimientos por los derechos civiles— fue precedido por una transformación en la forma de pensar.

Al estudiar esta historia se identifica una división natural en el catálogo de las ideas que han forjado el mundo: las que surgieron antes y después del desarrollo del lenguaje. Se entiende que la adquisición del lenguaje separa al Homo sapiens de los demás animales. No obstante, el ser humano ha estado produciendo pensamiento creativo desde hace al menos 2,7 millones de años. Una de las primeras expresiones de esta capacidad es la fabricación de herramientas de piedra (hacha, guijarros, cantos rodados).

El acto aparentemente simple de «fabricar» un hacha a partir de una piedra encierra una operación intelectual prodigiosa: «Ver el hacha antes de que exista»; es decir, imaginar una forma y una función específicas contenidas en la materia bruta. Esto significa que las ideas no solo reflejan el mundo, sino también lo prefiguran.

Hoy, con millones de años de evolución de su capacidad imaginativa, los humanos son capaces de ver mucho más que el hacha en la piedra. Pueden ver algoritmos en los datos y mundos virtuales en código binario. Las innovaciones actuales pueden transformar no solo el entorno físico, sino también las formas de ser, pensar y relacionarse las personas.


Para que una sociedad pueda imaginar soluciones, necesita ciudadanos capaces de pensar. Una sociedad no puede prosperar sin ideas que orienten sus valores y sus estructuras.


Tres innovaciones formidables de los últimos tiempos son:

  1. La inteligencia artificial, que permite crear sistemas capaces de aprender de los humanos, entender su lenguaje y tomar decisiones.
  2. Los descubrimientos en genética que modifican hasta las bases de la vida.
  3. La internet, que ha conectado el mundo de una manera sin precedentes. Hoy la civilización desafía la frontera entre lo humano y lo artificial.

La capacidad de «ver» ha trascendido lo material. Hoy la humanidad crea mundos virtuales que se expanden más allá de lo tangible. Con esta expansión de creatividad viene, también, una expansión de responsabilidad como sociedad: hacia dónde quiere ver y hacia dónde quiere ir.

Para que una sociedad pueda imaginar soluciones necesita ciudadanos capaces de pensar. Una sociedad no puede prosperar sin ideas que orienten sus valores y sus estructuras. Los líderes de una sociedad, en cualesquiera de sus instituciones, necesitan preguntarse cuáles son las ideas que cultivan y promueven. Más allá de fomentar iniciativas empresariales, innovaciones tecnológicas o negocios exitosos, es necesario cultivar los medios para que esas empresas, innovaciones y negocios produzcan prosperidad a largo plazo para el país.

Esos medios que pueden cultivarse surgen principalmente en la educación. Son medios mentales, emocionales y espirituales. No hay democracia sin pensamiento crítico, innovación sin creatividad cultivada ni prosperidad sin ideas que la orienten. Sobre todo, no hay un mejor futuro sin seres humanos con la fuerza intelectual necesaria para resistir con esperanza e imaginar un bien común que inspire sus decisiones.


Claudia Álvarez Ortiz, profesora del IESA.

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