La historia de las iniciativas empresariales en Venezuela registra la transición de una sociedad agraria a una petrolera, comercial, industrial y urbana. El sector metalúrgico pasó de ser soporte al procesamiento de insumos agrícolas a convertirse en oferente de una extensa gama de productos.
Éramos café y éramos cacao. Éramos petróleo desde 1922 sin dejarnos sentir como de café y cacao.
José Ignacio Cabrujas
Emprender un negocio significa identificar oportunidades en ambientes cambiantes. El mundo de las empresas se caracteriza por una adaptación permanente, acorde con la disponibilidad de recursos, variaciones en el gusto de los consumidores, evolución de las técnicas productivas y fluctuación de las políticas gubernamentales. La tenacidad del promotor es clave, pues supone capacidad para prever futuros acontecimientos con mirada estratégica e inteligencia práctica.
De grandes cacaos a industriales
En Venezuela, durante el período colonial y buena parte del republicano, la base de la riqueza estaba en el campo; no en balde a los empresarios exitosos los llamaban «grandes cacaos». Posteriormente se desplazó el foco de la economía agraria a la industrial y al sector terciario, que se ampliará después al llamado cuaternario. La metalurgia brinda ejemplos claros de esa transformación que transitó, con sus máquinas e implementos, desde el servicio a la explotación agrícola hasta el servicio a la producción petrolera e industrial.

Empresas dulces y no tanto: caña de azúcar y café
La tradición agraria en Venezuela se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. Del cacao, a pesar de su fama de excelente calidad, se pasó al café como género principal, con la caña de azúcar como tercero en discordia. Ya en pleno siglo XX se privilegiaba el agro, si bien comenzaba el auge de la explotación petrolera. Un ejemplo es el interés mostrado en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla del año 1929, coincidente en el tiempo con el crack económico de ese año, al perfilarse el país como productor de café de excelente calidad con el lema «Es famoso en el universo entero el café de Venezuela».[1]
Para ese momento los ingresos petroleros superaban varias veces los del resto de los productos del campo venezolano. Sin embargo, en el Pabellón de Venezuela, proyectado por el arquitecto español Germán de Falla, se presentaba el agro en primer plano. En una curiosa concurrencia de asuntos públicos y privados, se hacía especial referencia al café procedente de la hacienda El Trompillo, localizada al sur del lago de Valencia, propiedad de Juan Vicente Gómez. En la hacienda, como imagen del mundo industrial que se iba asomando, se instaló un teleférico de carga, el primero en el país, para el transporte del café. El acento rural muestra que siglos de tradiciones no pasaban en balde, como indicara Cabrujas en el texto citado en el epígrafe.[2]

La exposición mostraba posibles encadenamientos con procesos manufactureros, como los que ocurrían entre el cacao y el chocolate, el café y las infusiones y la caña y el aguardiente. En el caso de la caña de azúcar ocurrió la transformación agroindustrial de la gramínea desde los trapiches iniciales a los ingenios mecanizados, con variedad de bienes asociados y acompañantes de otros alimentos y bebidas tan extendidos como papelón, azúcar refinada y bebidas alcohólicas.
La caña de azúcar no fue el pilar fundamental de la economía preindustrial venezolana, como lo fue en Haití, primer productor mundial hasta finales del siglo XVIII, y luego en Cuba. Pero resulta una paradoja que dos potentados del azúcar en el Caribe hayan sido venezolanos: Tomás Terry y Adán (1808-1896) y Julio Lobo Olavarría (1898-1983), ambos nacidos en Caracas.
Terry, a quien se llamó «el Creso cubano» por la riqueza que alcanzó[3], emigró de Venezuela en 1825 debido a la inestabilidad política tras la independencia. En Cuba, asociado con el estadounidense Moses Taylor (1806-1882), fue dueño de siete centrales azucareros, complejos agroindustriales para la molienda y el procesamiento a gran escala de la caña, incluido el que bautizó como «Ciudad de Caracas», la mayor entidad azucarera de la isla en su momento[4]. En memoria del acaudalado personaje, sus herederos erigieron el teatro con su nombre en la ciudad de Cienfuegos en 1890, declarado monumento nacional en 1978.
Julio Lobo emigró de niño, por diferencias de su padre con Cipriano Castro, quien lo expulsó del país en 1902. Años más tarde, el llamado «Rey del azúcar» fue propietario de más de quince ingenios y controlaba alrededor de la mitad de la producción de azúcar de Cuba, antes de emigrar por motivos políticos en 1960.
Lo resaltante de esas biografías es la capacidad de adaptación de los emigrantes a las circunstancias de los países de acogida. Similares historias pueden hacerse de los inmigrantes llegados a Venezuela en distintos momentos.
Empresarios en transición: Eleazar Gómez Abreu y la industria metalúrgica
El proceso de transformación de los empresarios no se limita a su migración, sino también a los cambios de tipo tecnológico y de ramas de actividad, en especial en el tránsito de lo agrícola a lo manufacturero. Destaca el caso de la familia Gómez Abreu que, en el curso de una generación, pasó del cultivo, procesamiento y exportación del café al mundo urbano e industrial de la metalurgia en Venezuela.
La saga comienza con Juan Gómez González. Casado con Ana Josefa Abreu, su firma, Juan Gómez e hijos, estuvo inicialmente ubicada en la localidad de San Diego de los Altos. A principios de siglo traslada parte de su actividad de procesamiento a Caracas, en terrenos de la antigua hacienda La Yerbera, ámbito destinado a la expansión del casco tradicional de la ciudad. Allí montó sus instalaciones para el secado y procesamiento de café junto con otros talleres y depósitos.
Eleazar Gómez se destacó siempre por su capacidad técnica e inventiva, en especial de maquinaria agrícola. Diseñó una serie de piezas, como motores para navegación, que se mantuvieron en exposición en su taller por varios años.
La compañía Juan Gómez e hijos adquirió notoriedad a medida que avanzaba el siglo; rivalizó con firmas como las del Benemérito y los Eraso, Boulton, Prosperi, Blohm y Jahn. De hecho, en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla de 1929 figuraba como uno de los participantes, al punto de alcanzar la mayor distinción que otorgaban los jurados; uno de los grandes premios a los expositores.
Un hijo del empresario cafetalero, Eleazar Gómez Abreu (1895-1957), acompañó las actividades familiares con especial énfasis en las tareas asociadas con la mecanización y el mantenimiento de los equipos destinados a descerezar y procesar el café, tanto en San Diego como en Caracas. A la muerte de su padre, Eleazar estableció, en un local heredado, su taller de metalurgia el 27 de agosto de 1927.

Este taller, que es una muestra de la transformación de la industria agraria hacia la actividad empresarial y urbana, se ubicó en el número 98 de la urbanización San Agustín del Norte, en la cuadra entre las esquinas de El Cristo y Arismendi, en la cercanía de lo que es actualmente la avenida Fuerzas Armadas. La urbanización, obra de los promotores Juan Bernardo Arismendi y Luis Roche, sería inaugurada apenas un año más tarde, en 1928, y destinada, en pequeñas manzanas de viviendas unifamiliares, a la nueva clase media caraqueña.
En el lugar se instaló tanto el taller como la vivienda de la familia Gómez Calcaño. La casa era, en palabras del profesor Luis Gómez Calcaño, hijo de Eleazar y Alcira Margarita Calcaño Henríquez (1914-1948), «una especie de apartamento grande montado como una herradura sobre el taller de mi padre, y la prioridad estaba clara: el taller había sido el núcleo que le había permitido progresar y construir la casa sobre él. Una parte de las ventanas daba a la calle, pero el interior de la herradura daba a la nave industrial donde algunos obreros cortaban grandes láminas de acero en una máquina estruendosa, otros manejaban los tornos y otros más trabajaban en la fundición de metales».[5]
Eleazar Gómez se destacó siempre por su capacidad técnica e inventiva, en especial de maquinaria agrícola. Diseñó una serie de piezas, como motores para navegación, que se mantuvieron en exposición en su taller por varios años. Su operación se fue ampliando hasta llegar a una extensa cartera de clientes, y brindó oportunidades de empleo a más de dos docenas de operarios, dotados de nuevos conocimientos y destrezas, que también representaban la transición de peones agrícolas a obreros fabriles.

Ya consolidada su factoría, en 1943 Gómez Abreu fue uno de los fundadores de la Asociación de Industriales Metalúrgicos del Distrito Federal, hoy Asociación de Industriales Metalúrgicos y de Minería de Venezuela (AIMM). La Asociación buscaba representatividad ante las instancias de un Estado fortalecido por el ingreso petrolero. Al igual que los sindicatos de trabajadores, las formas asociativas permitían que competidores pasaran a ser colaboradores, lo que creaba capital social.
Gómez fue nombrado primer presidente del ente gremial, acompañado en su directiva por otros miembros como el catalán Manuel Campalans Ballús (1903-1973), en función de vicepresidente y encargado de buena parte de las tareas iniciales del novel organismo. La Asociación creció y se consolidó, al igual que los negocios de sus integrantes, hasta llegar a tener varios centenares de afiliados a lo largo de sus más de ocho décadas de trayectoria.
El sector metalúrgico fue uno de los de mayor desarrollo en el siglo XX venezolano: pasó de unos cuantos talleres a centenares de negocios, cada vez mayores y más tecnificados.
El período de creación de la Asociación coincidió con un inusitado auge de la construcción en el país, con nuevas demandas a la industria metalúrgica y metalmecánica. Se requirieron partes estructurales para sistemas constructivos modernos y variedad de bienes para las edificaciones, vehículos e infraestructura de servicios.
Eleazar Gómez no pudo disfrutar de la bonanza de este periodo. En 1948 sufrió la pérdida de su compañera de vida y colaboradora en el negocio, y años más tarde, el 30 de enero de 1957, falleció. Sus descendientes vendieron la fábrica a Ramón D. Ledi del Río —que también ejerció la presidencia de la AIMM entre 1984 y 1986—, y Ramón Ferrer Pueyo. Ambos la mantuvieron bajo la denominación Eleazar Gómez Sucesores, llamada posteriormente Construcciones Mecánicas Eleazar Gómez Sucesores, C. A.
La firma prosiguió sus labores en el mismo sitio, dedicada a la mecánica en general, y se expandió a la producción de tanques, partes para automóviles, construcciones metálicas, calderería y bienes y equipos industriales. Aportó más de un centenar de puestos de trabajo y una sucursal en Valencia.

Un sector en evolución
El sector metalúrgico fue uno de los de mayor desarrollo en el siglo XX venezolano: pasó de unos cuantos talleres a centenares de negocios, cada vez mayores y más tecnificados, con programas de capacitación del personal a distintos niveles. A ello se sumó la incorporación de las industrias básicas, algunas públicas y otras privadas, en áreas clave como acero y aluminio.
Personajes como Eleazar Gómez Abreu, Manuel Campalans, Tomás Terry y Julio Lobo pudieron sortear dificultades y adaptarse a las circunstancias en los momentos de transición como el vivido en el paso de una sociedad agrícola a una de corte industrial y urbano. Si bien muchos emprendedores y sus capacidades permanecen en el país, como muestra la continuidad de las labores de las asociaciones gremiales, el fenómeno de la diáspora agregará nuevos nombres en este proceso de transición a una economía cada vez más globalizada.
Lorenzo González Casas, profesor del Departamento de Planificación Urbana de la Universidad Simón Bolívar.
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Referencias
[1] Estados Unidos de Venezuela (1930). La Republica de Venezuela en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla 1929-1930. Sucesores de Rivadeneyra.
[2] Cabrujas, J. I. (1996). Mi siglo XX. En R. J. Velázquez (coord.), Balance del siglo XX venezolano (pp. 342-351). Grijalbo.
[3] Gómez Calcaño, L. (2020, 13 de noviembre). Nacido en Caracas. Prodavinci. https://prodavinci.com/nacido-en-caracas/
[4] Moreno Fraginals, M. (1978). El ingenio. Editorial de Ciencias Sociales.
[5] Straka, T. (2023, 10 de septiembre). El venezolano más rico del mundo (II). Prodavinci. https://prodavinci.com/el-venezolano-mas-rico-del-mundo-y-ii/