La producción de petróleo y gas sigue en alza, a pesar de las expectativas de las transiciones energéticas. En este panorama, destacan Estados Unidos y Canadá, que producen un cuarto de los hidrocarburos líquidos del mundo. Por su parte, Guyana va camino a convertirse en el mayor productor de petróleo por persona del mundo. Venezuela es un caso grave, porque es el país que menos produce con respecto a su potencial.
La demanda de petróleo crece en el mundo, a pesar de que los pronósticos indicaban que se podía haber llegado al «pico» internacional, debido a la caída reportada durante la pandemia. Sin embargo, las compras de crudo han aumentado más en los últimos veinte años que en las dos décadas anteriores, aunque los volúmenes transados han sido menores.
Este es un elemento crucial para el profesor Francisco Monaldi, director del Programa de Energía en América Latina en el Centro de Estudios Energéticos del Instituto Baker de Política Pública de la Universidad Rice (Estados Unidos). Monaldi también es profesor del Departamento de Economía y de la Escuela de Negocios Jones de esa institución, así como miembro del cuerpo docente internacional del IESA, donde fue director fundador del Centro Internacional de Energía y Ambiente.
Monaldi recuerda que la energía es un tema primordial y transversal desde los tiempos de la Revolución Industrial. Más allá del debate sobre el impacto ecológico de los combustibles más consumidos, la era de primacía de los combustibles fósiles no parece tener un fin cercano.
En lo que va del siglo XXI, el crecimiento de la demanda petrolera fue acelerado por el aumento de las compras de crudo por parte de China, que ahora es más que una potencia emergente. No obstante, ese aumento histórico de la demanda del gigante asiático se ha ralentizado por el alza sustancial de las ventas de vehículos eléctricos, entre otros factores.
Guyana va camino a convertirse en el mayor productor de petróleo por persona del mundo.
Estados Unidos, Brasil y Guyana
La geopolítica energética global ha registrado cambios sustanciales en los últimos veinte años, entre los que destacan la emergencia de Estados Unidos como un poderoso productor a escala global gracias a la creciente extracción de petróleo de esquisto, el aumento de la producción de Brasil (que se aproxima a los cuatro millones de barriles diarios) y el surgimiento de Guyana como un actor relevante, con una extracción cercana al millón de barriles por día. Para Monaldi el pequeño país suramericano, vecino de Venezuela, va camino a convertirse en el mayor productor de petróleo por persona del mundo, algo que hace muy poco era impensable.
Para Monaldi, si se observa el segmento de los hidrocarburos líquidos (que incluye no solo petróleo crudo, sino también condensados y gas líquido), de cada cuatro barriles que se producen en el mundo uno se extrae en Estados Unidos y Canadá. De hecho, en Estados Unidos se concentra más de veinte por ciento del bombeo de esos barriles.
Una mayor participación de países no miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) —histórico referente del mercado internacional— condujo a una alianza en muchos sentidos sorprendente —en opinión de Monaldi— entre esta organización y un grupo de naciones productoras acaudilladas por Rusia. Esta alianza (conocida como OPEP+) pretende defender los precios, pero su dinámica interna es compleja por la dificultad de conciliar intereses particulares. Por ejemplo, Arabia Saudí intenta periódicamente recuperar participación de mercado de manera acelerada en períodos de caída de precios, una práctica que impacta negativamente al mercado, pero que este país puede darse el lujo de implantar por sus costos de producción extraordinariamente bajos.
La elevada rentabilidad de la actividad petrolera hace en cierta medida «irrelevante» la búsqueda de eficiencia.
Los modelos empresariales: privados y estatales
Monaldi disertó sobre la geopolítica energética en un reciente Encuentro en Conexión Global IESA titulado «La geopolítica del petróleo y el gas», organizado por la plataforma IESAlumni. Al ser consultado sobre los modelos de negocios que determinan la dinámica del petróleo y el gas sostiene que es un caso particular, porque los Estados controlan la producción y sobre todo los volúmenes de reserva.
Este hecho se explica por la elevada rentabilidad que ofrece la actividad petrolera, que hace en cierta medida «irrelevante» la búsqueda de eficiencia. Una empresa estatal puede «darse el lujo» de ser ineficiente, porque los grandes productores pueden mantener costos de alrededor de cinco dólares por barril y venderlo a más de cincuenta.
El caso de las empresas privadas es diferente, porque necesitan licencias de operación, generalmente costosas, y tienen dificultades para acumular reservas. «Son muy pocos los países productores que permiten que actores privados tengan reservas propias» refiere Monaldi.
Las empresas estatales compiten, además, con ventajas en términos de riesgo. Monaldi pone el ejemplo de Shell, que se retiró de Guyana tras varios intentos fallidos de obtener una producción viable, mientras que Exxon perseveró a un costo muy alto.
«Es muy interesante que casi siempre las empresas estatales prefieren que la exploración corra por cuenta de los privados, por su elevado riesgo. Entonces, los privados tienen solo tres maneras de agregar reservas de petróleo: una es conseguir estos contratos de exploración y tomar riesgos muy grandes, comprar otra empresa que ya tenga reservas o ampliar sus volúmenes en campos ya existentes con nuevas tecnologías y exploración adicional», explica Monaldi.
Fuentes de inestabilidad
En opinión de Monaldi, el mercado energético siempre se ha caracterizado por una gran complejidad geopolítica, bien por factores estructurales (como regímenes políticos y jurídicos de excesivo control de la actividad) o por razones coyunturales. En este momento, la política arancelaria de Estados Unidos es una poderosa fuente de distorsión, porque las sanciones comerciales pueden presionar los precios al alza; sin embargo, el presidente Donald Trump intenta bajar las cotizaciones del crudo para dinamizar la economía, lo que parece una contradicción insalvable.
Otro elemento relevante es el claro incremento de la demanda de energía eléctrica por la masificación de la inteligencia artificial y las bases de datos. El manejo de estas infraestructuras crea expectativas muy elevadas para el consumo de electricidad en las próximas décadas.
Los países occidentales más ricos —que aparentemente habían llegado a sus picos de consumo de energías tradicionales— ahora pueden causar una gran recuperación de la demanda por sus plataformas tecnológicas. Los casos más evidentes son Estados Unidos, Europa y Japón.
Monaldi alerta, en consecuencia, sobre un aumento no solo de la demanda de hidrocarburos líquidos, sino también de carbón. Esto implicaría un retroceso para los modelos de transición energética hacia combustibles más limpios. El reto de estas energías es mantener ciclos de suministro estable para las grandes plataformas tecnológicas, especialmente cuando estas se masifican a una enorme velocidad con nuevas aplicaciones y usos.
El panorama de América Latina como proveedor energético es «frustrante» y el caso de Venezuela es el más grave.
¿Y dónde queda Venezuela?
Para Monaldi, el panorama de América Latina como proveedor energético es «frustrante» y el caso de Venezuela es, de hecho, el más grave, porque es el país que menos produce hidrocarburos con respecto a su potencial. La región tiene el segundo mayor potencial de reservas de hidrocarburos del planeta, después de Oriente Medio, sin incluir a Estados Unidos y Canadá.
Monaldi le pone números a una situación difícil de explicar. Estados Unidos y Canadá llegaron a producir 10 millones de barriles de petróleo por día, una cifra similar a la que se extraía en América Latina; pero ahora Norteamérica —excluido México— subió su bombeo a 25 millones de barriles, mientras que el resto del continente bajó a un promedio de 7 millones.
Venezuela, que cuenta con enormes reservas, calculadas en 300.000 millones de barriles in situ, especialmente en la Faja Petrolífera del Orinoco, está muy por debajo de su potencial. Brasil se proyecta como el mayor productor de la región, con un potencial para extraer ahora 5 millones de barriles diarios, seguido de Guyana y Argentina como actor probablemente eficaz, si las políticas no estatistas se consolidan.
«Venezuela es la gran incógnita» dice Monaldi. Si en algún momento se produce un cambio institucional con la reinserción del país en el mercado internacional, rápidamente se podría convertir en el más importante polo continental de atracción de inversiones en petróleo y gas. «Por ahora, esa perspectiva no se ve».
Érika Hidalgo López, periodista.
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