La inteligencia artificial como asesora de inversión

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Ant Rozetsky en Unsplash

La inteligencia artificial permite a los actuales asesores de inversión delegar la elaboración de cálculos tediosos, la preparación de reportes y la atención a solicitudes estándares de clientes. Pero ¿podrán los pequeños inversionistas competir con las grandes empresas en identificar activos de oferta pública rentables? La respuesta es negativa.


 

Hay una enorme apetencia por determinar cómo afectará la inteligencia artificial (IA) oficios en los que un especialista produce un volumen importante de información que luego interpreta para el beneficio de un cliente. Las asesorías de inversión caen perfectamente en esta categoría.

La banca de inversión ha tratado durante años de masificar la venta de productos y servicios financieros que permitan atender a la mayor cantidad de usuarios al menor costo posible. Hasta ahora, personalizar ha sido muy costoso y la democratización de los servicios financieros —experimentada en todo el mundo en la última década— ha sido obra de la digitalización y otras tecnologías complementarias.

En el ámbito de las finanzas personales, la IA permite a los actuales asesores de inversión delegar en las herramientas tecnológicas la elaboración de cálculos tediosos, la preparación de reportes a los clientes y la atención a requerimientos más o menos estándares de muchos clientes. Pero es importante no perder de vista hasta dónde llega el alcance de la IA en la actualidad, si se toman en cuenta los tipos de software disponibles para empresas y personas y la información con la cual los usuarios alimentarán esas aplicaciones.

En esta fase de introducción de la IA en la industria de la inversión no es posible pensar en una sustitución total del ejecutivo de cuenta por versiones automatizadas de la relación. En este vínculo que en lo cotidiano se construye entre cliente y asesor se intercambia información que resulta difícil de recoger, al menos hasta ahora, mediante cuestionarios estandarizados. En la medida en que estos intercambios queden documentados servirán como materia prima para que las aplicaciones de IA amplíen su repertorio de respuestas y puedan manejar los matices de estas relaciones para captar lo que hace a cada cliente único.


La inteligencia artificial permite a los actuales asesores de inversión delegar en las herramientas tecnológicas la elaboración de cálculos tediosos.


Existe una creencia muy arraigada entre los consumidores de que todos tendrán similar acceso a la tecnología y que en algunos campos podrían competir pelo a pelo con las grandes empresas financieras en el análisis de los mercados de valores para identificar títulos financieros sobre o subvaluados. Pero esto no es verdad. Las empresas poseen más recursos para diseñar aplicaciones de IA a la medida y que utilizan abundantes fuentes de datos de todo tipo, que son la materia prima para alimentar esta tecnología.

¿Qué podría esperarse, entonces, de las aplicaciones de IA como «asesoras» en la gestión de finanzas personales? Las relaciones entre clientes y asesores tienen un gran componente de responsabilidad fiduciaria. Los asesores obtienen licencias para garantizar que velen por los intereses de sus asesorados y les informen detalladamente sobre los atributos de los instrumentos financieros en los que invierten y sobre sus responsabilidades de dar información oportuna a las autoridades fiscales y reguladoras cuando sea el caso. Todavía los desarrollos de IA no están preparados para hacerse cargo de tales responsabilidades.

La calidad de las respuestas de las aplicaciones de IA depende principalmente de la claridad y la profundidad de las preguntas que les formulen, además de la calidad de la información con que esas aplicaciones hayan sido «entrenadas».

Los inversionistas con poca experiencia en finanzas necesitan formación o apoyo para estas interacciones. Nadie descarta que en un futuro no tan lejano las mismas aplicaciones puedan apoyar de manera más efectiva a los inversionistas a resolver todas las inquietudes asociadas a la definición de una estrategia de inversión.


La profundización del uso de la inteligencia artificial en la industria financiera dependerá en buena medida del blindaje de su uso en áreas grises donde el criterio humano es más difícil de reemplazar.


Es muy común también preguntar si las aplicaciones de IA pueden ser útiles para seleccionar acciones individuales. La respuesta no es simple. Las personas naturales con experiencia en finanzas pueden usar estas aplicaciones para profundizar el análisis de datos y ampliar el espectro de información acerca de una empresa objeto de estudio.

Identificar las empresas ganadoras en un próximo período      es un juego en el cual tienen la ventaja quienes procesan información más rápidamente. En este caso las empresas financieras tienen todas las de ganar, pues no solo cuentan con la información contable producida por las empresas de oferta pública, sino también tienen acceso a las transacciones bursátiles, que son una fuente adicional de información y, hasta instantáneamente, a los comentarios que sobre esas compañías se difunden en las redes sociales.

¿Llegará el momento en que el asesor de inversión sea una aplicación? La respuesta, sin duda alguna, es afirmativa. La IA agente es una forma avanzada de inteligencia artificial que permite a los sistemas actuar de manera autónoma y proactiva para lograr objetivos en lugar de solo responder a comandos o reglas predefinidas. Tal es la esperanza de los bancos de inversión, que quieren abaratar el costo de la gestión de clientes.

La profundización del uso de la IA en la industria financiera dependerá en buena medida del blindaje de su uso en áreas grises donde el criterio humano es más difícil de reemplazar. Los más optimistas calculan que en unos cinco años buena parte de las interacciones de los individuos con sus asesores de inversión se harán directamente con aplicaciones de IA. Amanecerá y veremos.


Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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