El pensamiento crítico, lejos de ser árido o aburrido, puede verse como una forma de «comedia observacional» aplicada a la vida real. Analizar situaciones cotidianas con ojo crítico permite detectar lo que tienen de absurdo e incongruente, reflexionar y, en ocasiones, hasta reír.
«No sabía que el pensamiento crítico podía ser tan divertido», comentó una alumna en la última sesión del curso. El comentario alegra, porque gracias a la diversión, la risa y su hermana menor, la sonrisa, se rebaja la solemnidad y aumenta la disposición a compartir observaciones y críticas sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo. Se crea un espacio de reflexión y aprendizaje más simpático y empático, un ámbito de seguridad psicológica, como se diría más seriamente; sin abandonar el rigor del contenido y, por supuesto, dentro de los límites del respeto, como diría el comediante Jerry Seinfeld cuando sentía que podía herir susceptibilidades.
A primera vista el pensamiento crítico se considera algo serio y árido, propio de personas formales, graves y hasta malhumoradas, a quienes les gusta corregir a los demás y llevar la contraria, y suelen convertirse en lo opuesto del alma de las fiestas y reuniones: las llamadas «nubes negras». Pero el pensamiento crítico está vinculado más profundamente al humor de lo que se piensa, más allá de fomentar un ambiente propicio para la crítica. Un ejemplo de ello se encuentra en un género actualmente muy difundido: la comedia observacional, herramienta favorita de muchos comediantes de monólogos cómicos (stand-up).
El pensamiento crítico trata sobre el escrutinio, más o menos sistemático, de los procesos mentales de los seres humanos cuando adquieren, analizan y procesan información.
La comedia observacional parte de observar la realidad circundante para identificar instancias de humor, comportamientos absurdos o irracionales en situaciones de la vida cotidiana, ya sea en la familia, el trabajo o espacios públicos. Un ejemplo clásico es la observación de que los conductores, al voltearse para retroceder, le bajan el volumen al reproductor de sonido o al radio, como si el sonido estorbara en la visión del conductor.
En la comedia observacional la audiencia se sorprende por las incongruencias señaladas por el comediante en situaciones conocidas. En estos tiempos de redes sociales, el tiktoker y humorista más seguido del mundo, Khaby Lame, ha hecho fortuna mostrando lo incongruente y absurdo de muchos consejos de llamados influenciadores.
El pensamiento crítico trata sobre el escrutinio, más o menos sistemático, de los procesos mentales de los seres humanos cuando adquieren, analizan y procesan información, generalmente con un objetivo determinado. Este fin suele ser deslindar lo verdadero de lo falso o lo que se basa en pruebas de lo que carece de ellas. Para ese propósito se requieren conocimientos sobre la forma de pensar humana, pero fundamentalmente se requiere disposición a ver las situaciones con ojos nuevos, para detectar incongruencias o anomalías.
La comedia observacional y el pensamiento crítico se refieren al escrutinio de los asuntos humanos, pero en ámbitos distintos y con distinta profundidad; la primera, en el mundo del espectáculo, para divertir; la segunda, en un ámbito más formal, como el laboral, de negocios o académico, para mejorar los procesos de decisión, entre otras cosas. Ambas herramientas deberían usarse con más frecuencia en la vida cotidiana.
El pensamiento crítico y la comedia observacional se diferencian en su fin último. Al identificar una situación irracional, el comediante la explota y exagera al máximo en función del chiste, su rutina y cómo funciona con su audiencia. El pensamiento crítico trata de identificar anomalías, entender por qué ocurren, cuál es la raíz del problema, si son perjudiciales o no, y qué se puede hacer dado el caso. Ese no es el propósito del comediante, sería como explicar los chistes después de contarlos, algo que no suele funcionar bien en las rutinas de comedia.
A las personas no les gusta que critiquen sus ideas, conductas o posiciones, ni que se las tome por crédulas, en público o en privado. El pensamiento crítico puede convertir a su ejecutante en aguafiestas y aislarlo del entorno social.
¿Qué hacer, entonces, al descubrir malas ideas, opiniones o creencias? Una posibilidad es desarrollar las malas ideas detectadas, sean propias o ajenas, hasta sus consecuencias previsibles, para conseguir algo útil de ellas, como que al menos sean divertidas. La finalidad no es cortarles las alas a las ideas, sino ponerles alas a las ideas que se arrastran para ver hasta dónde llegan. Algunas veces llegan a una sonrisa; si es de la persona que tuvo la idea, mejor.
El ideal, desde un punto de vista formal, lo ejemplifica el premio que entregan en la Universidad Harvard un grupo de profesores: el premio IgNoble, una parodia del premio Nobel, otorgado anualmente a investigaciones científicas que identifican situaciones que primero hacen reír y después pensar. Algunos estudios premiados han sido: dilucidar las razones del cambio de las personas quienes, cuando manejan, pasan de ser educadas a insultar y maldecir a otros conductores;[1] cómo evitar que un paciente explote durante una colonoscopia con cauterización eléctrica;[2] determinar que los chimpancés pueden identificar a otros chimpancés viendo fotografías de sus traseros;[3] o por qué anticipar el aburrimiento de una clase incrementa el aburrimiento en ella.[4]
Contaba el psicólogo Daniel Kahneman que cuando desarrollaba con Amos Tversky el trabajo por el que ganó el premio Nobel de economía sobre heurísticas y sesgos, no paraban de reír por las incongruencias de las respuestas, incluso de colegas y expertos, a las viñetas que usaban en sus experimentos. En el caso del volumen del radio cuando se retrocede, luego de reír, pensar críticamente consistiría en preguntar: ¿por qué es tan extendida esa conducta y qué se puede hacer? La respuesta es que se baja el volumen para reducir carga cognitiva, evitar distracciones innecesarias e inducir un efecto túnel en la atención. Si se piensa un poco más sobre qué hacer, se podría diseñar un radio o reproductor cuyo volumen disminuya al retroceder.
El pensamiento crítico puede ser una herramienta poderosa para la comedia observacional, para ayudar a desentrañar ironías, absurdos y contradicciones de la vida cotidiana, y reflejarla de manera que las incongruencias provoquen una sonrisa y después reflexión, o viceversa. El pensamiento crítico no tiene que ser aburrido, árido ni beligerante. Tampoco debe consumirse en frívolas demostraciones de la falibilidad humana ni en un catálogo de los errores comunes de la mente. Su propósito es entender la comedia humana en toda su dimensión, huyendo, además, del error de pasar la vida amargados, sin felicidad ni alegría.
Milko R. González-López, profesor de pensamiento crítico en el IESA.
Notas
[1] Alonso, F., Esteban, C., Serge, A. y Ballestar, M. L. (2017). Shouting and cursing while driving: frequency, reasons, perceived risk and punishment. Journal of Sociology and Anthropology, 1(1), 1-7.
[2] Ladas, S. D., Karamanolis, G. y Ben-Soussan, E. (2007). Colonic gas explosion during therapeutic colonoscopy with electrocautery. World Journal of Gastroenterology, 13 (40): 5295-5298. doi:10.3748/wjg.v13.i40.5295. PMC 4171316. PMID 17879396
[3] De Waal, F. B. M. y Pokorny, J. J. (2008). Faces and behinds: chimpanzee sex perception. Advanced Science Letters, 1(1), 99-103.
[4] Tam, K. Y. Y., Van Tilburg, W. A. P. y Chan, C. S. (2023). Lay beliefs about boredom: a mixed-methods investigation. Motivation and Emotion, 47(6), 1075-1094.