El modelo económico que intenta implantar el gobierno de Trump puede conducir a una corrección de precios a la baja, tanto de las acciones como de los títulos de renta fija, por lo que se habla de un cambio en el paradigma de inversión. El problema es que no existe en el mundo otro mercado financiero tan profundo y variado en su oferta de títulos valores como el estadounidense.
Un factor decisivo del éxito económico alcanzado por Estados Unidos a partir de 1945 fue su capacidad para crear valor para el sector privado mediante innovaciones financieras. Una de esas innovaciones ha sido el uso creativo del apalancamiento financiero, que consiste en el endeudamiento de las empresas para financiar fusiones, adquisiciones y restructuraciones, además de reducir, en muchos casos, conflictos de agencia.
El apalancamiento vino acompañado de la desregulación de las tasas de interés durante los años setenta del siglo pasado. La eliminación de las restricciones a la recompra de acciones y los cambios en los esquemas de remuneración de ejecutivos permitió que parte de sus salarios se paguen con acciones de las empresas para las que trabajan. Esa porción de ingreso se trata como una ganancia de capital, a la cual se le aplica una tasa de impuesto más favorable que la correspondiente al ingreso corriente.
El modelo económico que en este momento intenta implantar el gobierno de Trump implica una recomposición del tejido empresarial en todo el mundo.
Detrás de todo auge económico siempre hay quienes se benefician más que otros. En el caso de la sociedad estadounidense, se beneficiaron quienes tuvieron acceso a la propiedad accionaria, por ser dueños de las empresas o empleados remunerados con acciones.
El hecho de que el crecimiento del valor de los activos financieros fuera superior al de los ingresos de buena parte de los miembros de la sociedad ocasionó varios efectos. Por un lado, surgió una matriz de opinión según la cual la creación de valor resultante de la innovación financiera beneficia a Wall Street y para nada a Main Street: una fuente de tensión capitalizada por el mundo político y que, en alguna medida, es el germen de movimientos como MAGA. Por otro lado, como cerca del 26 por ciento de los activos de los hogares consiste en acciones y fondos de inversión, sus decisiones de consumo se verán afectadas por el desempeño del mercado accionario.
El modelo económico que en este momento intenta implantar el gobierno de Trump implica una recomposición del tejido empresarial en todo el mundo que afectará a corto plazo la rentabilidad de las empresas estadounidenses. Se reflejará en una corrección de precios a la baja, tanto de las acciones como de los títulos de renta fija que esas empresas emiten, por lo que algunos formadores de opinión de los mercados de capitales hablan de un cambio en el paradigma de inversión.
¿En qué consiste ese cambio de paradigma? En palabras muy sencillas, requiere buscar familias de activos cuyo desempeño esté poco relacionado con el del mercado estadounidense. Ahora bien, la identificación de esos activos no es sencilla, porque no existe en el mundo un mercado financiero tan profundo y variado en su oferta de títulos valores como el estadounidense.
El cambio de paradigma se comienza a gestar en una especie de campo minado, donde las presiones inflacionarias no han cesado y las primas de riesgo que exigen los inversionistas para adquirir los activos estadounidenses están aumentando. Para muchos analistas las acciones estadounidenses siguen sobrevaloradas en comparación con sus pares, y el último informe de estabilidad financiera del Fondo Monetario Internacional calificó esto como un gran riesgo para los mercados globales.
El mercado de créditos privados no tiene estándares regulatorios suficientemente robustos y es un candidato natural a sufrir eventos masivos de insolvencia crediticia.
A estas preocupaciones se unen algunos efectos «no deseados» de la innovación financiera. Debido al régimen de bajas tasas que imperó durante los quince años que siguieron a la gran crisis financiera de 2008, se aceleró el endeudamiento en los mercados de crédito privado; especialmente de empresas que se consideran demasiado riesgosas para obtener préstamos bancarios.
Este mercado de créditos privados (shadow banking) no tiene estándares regulatorios suficientemente robustos y es un candidato natural a sufrir eventos masivos de insolvencia crediticia. Tales eventos pueden ser provocados por factores que hasta ahora habían estado fuera de los radares de riesgo institucional; por ejemplo, el impacto del nuevo régimen arancelario estadounidense en la solvencia de las empresas muy apalancadas.
La innovación financiera crea valor para las empresas, porque les permite hacer una gestión más inteligente de activos, pasivos y cuentas patrimoniales. Buena parte de la innovación se concreta en instrumentos financieros que terminan formando parte de las carteras de inversión institucionales y de personas naturales.
Innovación y disrupción forman un binomio inseparable que, en el caso de la economía estadounidense, se ha apoyado, muchas veces a regañadientes, en un marco institucional abierto a la emisión de nuevos productos, pero que puede ser excesivamente celoso de su control. Ejemplo de ello es la lucha de los promotores de las criptomonedas para encontrar un espacio legal dentro de los mercados financieros.
Tantos cambios simultáneos no pueden ser digeridos fácilmente. En los próximos años el sistema financiero internacional sufrirá las consecuencias de tantas perturbaciones. Es ingenuo pensar que las premisas sobre las cuales se construyeron las carteras privadas de inversión pueden seguir funcionando sin tomar en cuenta los cambios en las relaciones comerciales y en el juego geopolítico en general.
Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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