Aulas híbridas: ¿lo mejor de dos mundos?

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La educación híbrida pareciera la respuesta a las necesidades de los estudiantes del siglo XXI. Integra una forma de aprendizaje personalizado para cada tipo de estudiante, con la interacción de pares y con el docente. ¿Es un modelo que llegó para quedarse o una moda pasajera?


 

Una vieja conseja dice que si pusieran a un médico del siglo XVII en un quirófano del siglo XXI se sentiría totalmente perdido y fuera de lugar, pues le sería imposible adaptarse a las nuevas tecnologías y métodos aplicados en el área de la salud. Pero que, si se hiciera el mismo ejercicio con un docente, simplemente continuaría con su clase, como si nada hubiera sucedido. Esta anécdota refleja el sentir de muchos.

La educación suele considerarse una profesión con gran resistencia al cambio. Esta resistencia se ve reflejada en muchos aspectos. Por ejemplo, en la estructura física de los salones: el profesor se ubica en la parte delantera del aula (a veces sobre una tarima) y los estudiantes se sientan en filas ordenadas uno detrás de otro y de frente al docente. En los materiales del aula: se siguen usando pizarras, que han cambiado de tiza a marcadores acrílicos y, cuando el presupuesto lo permite, a pizarras electrónicas. En las prácticas docentes y de evaluación: el profesor sigue siendo el experto y quien debe «enseñar» a los estudiantes (que carecen de conocimientos), usualmente mediante clases magistrales en las que puede o no permitirse la interrupción de los estudiantes con preguntas o comentarios. Adicionalmente, la mayor parte de las evaluaciones siguen siendo exámenes escritos, de preguntas abiertas o cerradas, que mayormente evalúan conocimiento declarativo y pocas veces la comprensión o puesta en práctica de lo aprendido.

La educación es una construcción de la cultura humana para lograr determinados fines y se apoya en los conocimientos que la humanidad ha acumulado.[1] Si esto es así, la educación cumple la función de transmitir conocimientos y cultura a las nuevas generaciones, pero también de prepararlas para seguir aprendiendo y ser capaces de alcanzar sus metas.

Sí han ocurrido cambios en los métodos de enseñanza y aprendizaje a lo largo de los años, pero su implementación ha sido lenta. En presencia de la pandemia por covid-19, y para dar continuidad a la formación de millones de jóvenes en todo el planeta, se migró drásticamente a un formato virtual o en línea, que tuvo distintas versiones o interpretaciones. Se contaba con actividades asíncronas (videos, lecturas, revisiones en línea, tareas, trabajos grupales o individuales, entre otros) y síncronas (videoconferencias, chats, «quices», juegos, etc.).


La educación experimentó una revolución ante la incertidumbre ocasionada por la pandemia.


Esta incursión acelerada en el mundo digital estuvo supeditada a varios factores; entre ellos, el acceso a internet de docentes y estudiantes, los recursos tecnológicos disponibles y el conocimiento técnico de los docentes sobre el manejo de las nuevas herramientas. Hubo una gran variedad de experiencias en esos tiempos. Una vez superada la pandemia, las instituciones educativas retornaron a las actividades regulares, pero ya no eran las mismas. Las personas que las integraban tampoco eran iguales, pues requerían opciones más flexibles para llevar a cabo su trabajo.

La educación experimentó una revolución ante la incertidumbre ocasionada por la pandemia. La modalidad híbrida surgió como una solución flexible, que permite a docentes y estudiantes personalizar sus experiencias de aprendizaje. Esta nueva forma de enseñar y aprender ha enriquecido el panorama educativo, al ofrecer una mayor variedad de recursos y estrategias pedagógicas.[2]

La enseñanza híbrida tiene distintos significados para diferentes autores. Al aprendizaje híbrido semipresencial también se le conoce como modelo mixto (blended learning o B-learning).[3] Combina elementos de la educación presencial (como las sesiones de trabajo en aula) con el apoyo de materiales y recursos en línea para reforzar el conocimiento de los estudiantes; adicionalmente, las actividades deben ser complementarias, fortalecer el uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC) y desarrollar competencias en el aprendiz. Este tipo de aprendizaje no es nuevo. Desde la década de los noventa del siglo pasado, varios países (entre ellos Estados Unidos) comenzaron a usar estos métodos, principalmente en la educación básica.

A la educación híbrida se la ha definido también como un método de enseñanza que utiliza tecnologías educativas ligadas a internet.[4] Aplica una variedad de métodos: actividades síncronas (profesores y estudiantes comparten el espacio al mismo tiempo), actividades asíncronas (profesores y estudiantes realizan las actividades en el momento que les convenga) y actividades no presenciales cuyo alcance es mayor, porque cualquier persona con conexión a internet (independientemente de su ubicación geográfica) puede acceder a la enseñanza. La enseñanza híbrida ofrece un enfoque personalizado del aprendizaje que se adapta a las necesidades individuales de cada estudiante.[5] La integración de elementos presenciales y en línea crea un entorno de aprendizaje más enriquecedor y asequible. Esta modalidad permite superar las limitaciones geográficas y temporales y brindar amplias oportunidades de aprendizaje equitativas.


El problema ya no es elegir entre un modelo u otro, sino más bien lograr la integración entre virtualidad y presencialidad.

Al hablar de modelos híbridos de enseñanza-aprendizaje se deben considerar los siguientes elementos:

  1. Tiempo: ¿Cuándo ocurre la interacción? Si la acción es simultánea o en tiempo real, se dice que la actividad es síncrona. Si ocurre en diferentes momentos para cada participante, se dice que es la actividad es asíncrona.[6] La educación híbrida posee ambos tipos de actividades; lo que queda por definir es la proporción de cada uno de ellos. El tipo síncrono es una comunicación en tiempo real, posibilitada por la conexión virtual de estudiantes y docentes mediante aplicaciones de videoconferencia (Zoom, Meet, BB2, entre otras), acompañada o no de otras herramientas interactivas o pizarras colaborativas (Jamboard, Miró, Muraly). En el tipo asincrónico, las actividades se llevan a cabo en tiempo diferido, mediante videos pregrabados, foros o mensajes por correo electrónico, entre otros medios.[7] Las actividades asíncronas requieren una buena gestión del tiempo por parte del participante, pues puede haber poca supervisión y la mayor responsabilidad del aprendizaje recae en el estudiante. Si no posee hábitos de estudio, difícilmente va a aprovechar esas actividades.
  2. Espacio: ¿Dónde ocurre la interacción? Las actividades pueden ser presenciales (todos los participantes comparten un mismo espacio físico) o remotas (algunos participantes comparten el espacio físico y otros no, lo que implica mayor flexibilidad al evitar la necesidad de trasladarse al lugar de la clase). También hay que considerar que el espacio disponible cuente con las condiciones necesarias para prestar atención plena a la sesión.[8]
  3. Interacción: los participantes pueden interactuar de modos unidireccional, bidireccional o multidireccional.[9]
  4. Participación: puede ser limitada, estructurada o controlada. Se puede alcanzar una alta participación con un intercambio activo y dinámico.[10] Hay que considerar el número de participantes y la capacidad del docente (o facilitador) para brindar la misma atención a todos los participantes, en especial a quienes tiendan a ser menos participativos y les cueste más integrarse a los compañeros.

Otro factor es el tiempo de respuesta, aunque no se encuentra información precisa. Especialmente, en las actividades asíncronas, hay un tiempo límite para realizarlas y, si no se cuenta con la realimentación oportuna del docente, es difícil para el estudiante avanzar o saber si avanza en la dirección correcta.


En Latinoamérica, el gran reto en estos momentos es la brecha digital, que implica esfuerzos de los docentes para superar barreras y posibilitar la existencia de entornos virtuales.

En la actualidad, y en el ámbito universitario, el problema ya no es elegir entre un modelo u otro, sino más bien lograr la integración entre virtualidad y presencialidad. Mediante esta combinación, se superarán las barreras de entrada que presentaba la educación y se podrán alcanzar los objetivos académicos de formación profesional. Ahora bien, esto requiere inversión en tecnologías (tales como campus virtuales, entornos virtuales de aprendizaje, servicios en la nube), capacitación de los docentes y, en general, una transformación digital que abarque aspectos físicos y culturales en la universidad.[11]

La transformación digital requiere desarrollar competencias en tres grandes áreas:[12]

  1. Competencias para utilizar interactivamente y de forma eficaz las herramientas e instrumentos de todo tipo que requiere la sociedad de la información: es indispensable un manejo adecuado de las herramientas que se usarán en el proceso educativo, tanto por el docente como por los estudiantes, el lenguaje y las TIC. Esto requiere una constante actualización tecnológica de la institución y de las personas, pues la obsolescencia se alcanza muy rápidamente.
  2. Competencias para funcionar en grupos sociales cada vez más complejos y heterogéneos: la dinámica presencial es distinta a la virtual y las interacciones síncronas son distintas a las asíncronas. En el ambiente híbrido es más fácil encontrar no solo una diversidad de estudiantes y culturas en el aula (porque no hay barreras físicas), sino también una variedad de formas de comunicación, algunas de las cuales implican que nunca se vea en persona a los participantes. Esto requiere mucha flexibilidad y ausencia de sesgos para brindar una experiencia igualmente enriquecedora para todos.
  3. Competencias para actuar de forma autónoma: en los entornos híbridos el mayor peso recae en el estudiante, que debe gestionar el tiempo y el esfuerzo que dedica a las actividades, pues en última instancia será responsable de su aprendizaje. Esto requiere una madurez que no siempre se ha alcanzado para el momento de iniciar la vida universitaria.

Hay además cuatro pilares para una educación híbrida:[13]

  1. Nuevas pedagogías, competencias y perfil docente. Esto se refiere a contar con pedagogías flexibles que permitan al docente atender a los estudiantes en entornos presenciales y virtuales, lo que requiere mayor personalización de los planes de estudio y de las actividades de aprendizaje y evaluación, así como el fomento del aprendizaje autónomo.
  2. Equipamiento y conectividad. Las instituciones necesitan equipos tecnológicos que garanticen una conectividad estable, continua y de calidad, desde equipos de computación hasta red wifi. En algunos casos pueden requerirse medios de generación de energía eléctrica en caso de fallas masivas. De igual manera se necesita mantenimiento oportuno y continuo de los equipos para maximizar su vida útil y mejorar su rendimiento.
  3. Plataformas y contenidos. La flexibilidad implica el manejo de una variedad de recursos, algunos más pasivos y otros interactivos, así como el acceso a plataformas educativas que permitan crear y compartir estos recursos de aprendizaje y evaluación.
  4. Datos y seguimiento de estudiantes. Es importante recoger y analizar datos de los estudiantes, que permitan valorar de forma oportuna sus fortalezas y debilidades, para que el docente pueda así ajustar sus métodos a las necesidades de los participantes.

Aunque en teoría esto suena muy bien, al menos en Latinoamérica el gran reto en estos momentos es la brecha digital, que implica esfuerzos de los docentes para superar barreras y posibilitar la existencia de entornos virtuales.[14]

Las ventajas del modelo de enseñanza híbrido pueden resumirse de la siguiente forma:[15]

  • La interacción de los estudiantes permite observar puntos de vista diferentes y profundizar en los distintos aspectos de un mismo contenido.
  • Las actividades remotas promueven el refuerzo de los conocimientos.
  • El aprendizaje personalizado adquiere significado para el estudiante.
  • La ruta de aprendizaje es más clara, el tiempo compartido se puede aprovechar para promover el debate en lugar de realizar evaluaciones.
  • La realimentación instantánea de las tareas ahorra tiempo al docente, para que lo dedique a mejorar los entornos de aprendizaje.

Aunque también se observan algunas desventajas:

  • Los estudiantes son más propensos al fracaso cuando no saben manejar sus tiempos.
  • Los estudiantes menos participativos en las clases remotas están en desventaja con respecto a los que participan de forma activa.
  • Se pierde parte de los estímulos sociales presentes en las escuelas tradicionales.
  • Puede haber problemas de conectividad que afecten la interacción.
  • Para algunos estudiantes, es más fácil distraerse en los entornos virtuales.

En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Banco Mundial propusieron ocho recomendaciones a los docentes para la implementación del modelo híbrido:[16]

  1. Personalizar la experiencia: elegir las herramientas y actividades que mejor funcionen para cada tema y grupo de estudiantes.
  2. Equilibrar el tiempo: aprovechar al máximo las clases presenciales para actividades que requieren interacción directa y dejar las tareas individuales para hacerlas en línea.
  3. Ser claro y conciso: explicar bien lo que deben hacer los estudiantes tanto en clase como en casa.
  4. Mantenerse en contacto: utilizar diferentes herramientas para dar y recibir realimentación.
  5. Fomentar la colaboración: animar a los estudiantes a trabajar juntos, tanto en línea como en persona.
  6. Simplificar la tecnología: no sobrecargar a los estudiantes con demasiadas herramientas.
  7. Comunicarse con las familias: mantenerlas informadas sobre el progreso de sus hijos.
  8. Capacitar a todos: asegurarse de que tanto profesores como estudiantes sepan usar las herramientas tecnológicas.

El aprendizaje híbrido es una forma flexible y efectiva de enseñar y aprender. Al combinar lo mejor de ambos mundos es posible crear experiencias de aprendizaje más personalizadas y significativas para todos. Lo más importante es que ambas formas de aprender se complementen y se adapten a las necesidades de cada estudiante.


Jenifer María Campos Silva, profesora del IESA.

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Referencias

[1] Viñas, M. (2021). Retos y posibilidades de la educación híbrida en tiempos de pandemia. Plurentes. Artes y Letras, (12), e027. https://doi.org/10.24215/18536212e027

[2] Viera, I. A. (2022). Implementación de la enseñanza híbrida como derivación del covid-19. Revista Docentes 2.0, 13(1), 5-10. https://doi.org/10.37843/rted.v13i1.305

[3] Viñas (2021).

[4] Unir (2023, 7 de mayo). La educación híbrida, es el futuro. https://unirfp.unir.net/revista/empresa/educacion-hibrida/

[5] Viera (2022).

[6] OCDE (2020). PISA 2018 results (Volume VI): Are students ready to thrive in an interconnected world? https://www.oecd.org/en/publications/pisa-2018-results-volume-vi_d5f68679-en.html

[7] Viñas (2020).

[8] OCDE (2020); Unir (2023).

[9] OCDE (2020); Unir (2023).

[10] OCDE (2020).

[11] Viera (2022).

[12] Gimeno-Sacristán, J. (Comp.) (2008). Educar por competencias, ¿qué hay de nuevo? Morata.

[13] Arias Ortiz, E., Brechner, M., Pérez Alfaro, M. y Vásquez, M. (2020). De la educación a distancia a la híbrida: 4 elementos clave para hacerla realidad. Hablemos de política educativa en América Latina y el Caribe, No. 2. Banco Interamericano de Desarrollo. http://dx.doi.org/10.18235/0002756

[14] Ríos S., Y. Y. (2021). La enseñanza post pandemia: Retos y tendencias de la educación híbrida. Revista Plus Economía, 9(2), 107-112. http://revistas.unachi.ac.pa/index.php/pluseconomia/article/view/504/436

[15] Viñas (2020).

[16] OCDE (2020). PISA 2018 results (Volume VI): Are students ready to thrive in an interconnected world? https://www.oecd.org/en/publications/pisa-2018-results-volume-vi_d5f68679-en.html