Dame mi herencia: el reto de transferir riqueza entre generaciones

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Imagen: Kevin Schneider en Pixabay

Nadie duda de la importancia de planificar la transferencia intergeneracional de la riqueza. Sin embargo, el setenta por ciento de las familias en Estados Unidos pierden su patrimonio en la segunda generación y, el noventa por ciento, en la tercera.


 

En la próxima década ocurrirá en Estados Unidos la transferencia de riqueza intergeneracional más grande de la historia contemporánea. Tal fenómeno permitirá conocer una serie de comportamientos que definirán las prácticas de manejo de la riqueza de las personas, así como el diseño de productos financieros para que esa transferencia sea lo menos traumática posible.

El primer reto que enfrentan los beneficiarios de esa transferencia de recursos es lograr que la generación anterior les permita participar en el traspaso de propiedades y activos financieros de una manera planificada. Las nuevas generaciones poseen mayor conocimiento de las tecnologías que se utilizan para interactuar con la banca de inversión; en muchos casos, estos actores tienen redes de contactos globales que podrían facilitar la forma de estructurar y gestionar las carteras de inversión. Lamentablemente, los propietarios legales de los recursos son reacios a dejar el control de los activos financieros, aun si reconocen la importancia de ejecutar una sucesión organizada.

Una encuesta realizada en el año 2022 por el equipo de gestión patrimonial de la empresa de servicios financieros UBS entre un grupo de clientes de altos ingresos mostró dos temas que preocupan a más del setenta por ciento de los propietarios de la riqueza: 1) que la repartición de la herencia se desarrolle sin problemas (con mínimas discordias financieras y familiares) y 2) que los herederos utilicen el legado de manera inteligente. Sin embargo, incluso después de una pandemia, cuatro de cada diez entrevistados no tenían un testamento actualizado o un plan patrimonial escrito. La mitad no había tenido conversaciones sobre la herencia ni revelado dónde guardaba los activos, cómo pretendía dividirlos o incluso cuánto valían.

La información anecdótica muestra claramente la importancia de planificar la transferencia intergeneracional de la riqueza. Pero una investigación llevada a cabo por la empresa consultora estadounidense Williams Group, con una muestra de 3.200 familias a lo largo de veinte años, encontró que el setenta por ciento de las familias perdió su patrimonio en la segunda generación y, el noventa por ciento, en la tercera.


Es necesario introducir en la cultura de la familia la idea de que cada generación es custodia, pero no propietaria, del patrimonio común.


Parte de esta destrucción de valor es atribuible a los conflictos familiares. Pero los cambios en las dinámicas del mundo de los negocios también afectan el desempeño futuro de los activos financieros y los negocios medulares de las empresas familiares.

La historia muestra que la economía y los mercados globales se mueven en ciclos, no en líneas rectas. Las áreas temáticas que lideran el crecimiento en una década ceden su lugar a nuevas oportunidades de creación de valor.

La lista de las diez empresas de mayor capitalización bursátil representadas en el índice S&P 500 cambia cada década. De las diez empresas que integraban ese grupo en el año 2010 siete se mantienen a comienzos de 2025 y, con el desarrollo de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial o la computación cuántica, nuevas empresas sustituirán a las que hoy ejercen el liderazgo de los índices bursátiles.

El papel de las nuevas generaciones en la gestión de los patrimonios familiares es reconocer cómo los cambios en los ciclos de negocios crean amenazas y oportunidades. No es de extrañar que las oficinas de gestión patrimonial de las empresas familiares (family offices) incluyan en sus comités de inversión a miembros de las nuevas generaciones de propietarios, que podrían estar más abiertos a considerar nuevas tendencias en sus carteras de negocios.

Es una práctica común en empresas familiares exitosas crear fondos de capital de riesgo para dar a las siguientes generaciones la oportunidad de desarrollar el espíritu emprendedor. Esto incluye tanto identificar nuevos socios o aliados comerciales, como conocer esquemas de financiamiento novedosos.

En el caso de los banqueros de inversión, el reto radica en fidelizar a los herederos que tienden a mudar las carteras de inversión a otras instituciones. Esto se debe a un sinfín de razones, que van desde la búsqueda de servicios de asesoría financiera más económicos hasta la necesidad de encontrar interlocutores que tengan mayor experiencia en los temas financieros de su interés, que no siempre coinciden con los de la generación anterior de propietarios.

Cuando existen patrimonios de cierta envergadura, cuyos activos familiares cumplen no solo los clásicos propósitos financieros sino también objetivos no económicos de los miembros de la familia (como pueden ser los filantrópicos), es necesario introducir en la cultura de la familia la idea de que cada generación es custodia, pero no propietaria, de esos bienes. Esto significa que tiene la potestad de disfrutarlos y la obligación de mantenerlos y hacerlos crecer para el beneficio de las generaciones futuras y el mantenimiento del legado familiar.

Al final sobreviven las familias que se adaptan a los cambios del entorno y llevan en su ADN la vocación de probar nuevas maneras de hacer negocios y se organizan para ello.


Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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