El renacer del oro

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Este «activo refugio» alcanzó un máximo de 2.295 dólares la onza troy el pasado 3 de abril. De mantenerse la propensión del Banco Central Chino, se pronostica que llegará a 4.000 dólares a mediados de 2025. Algunos analistas sugieren que el nuevo apetito por el oro responde a un cambio de paradigma en la economía mundial.


 

El oro es esa extraña mercancía que actúa como póliza de seguro ante la inflación y la inestabilidad política. Si bien todo portafolio diversificado debería contener una fracción de este metal precioso, muchas veces los inversionistas se desesperan porque este vehículo de inversión puede pasar largas temporadas sin que su precio muestre una tendencia definida, lo que les hace cuestionar la conveniencia de poseerlo.

Las tendencias de los últimos meses sugieren que el oro podría volver a tener un papel destacado en un mundo donde la inflación, más que algo pasajero, parece haber vuelto para quedarse. La causa de este repunte de la inflación se atribuye, entre otros factores, a las grandes inversiones en la transformación de la matriz energética y la reubicación de las cadenas de suministros, que se mudan de lugares donde es más barato producir a espacios de mayor afinidad política.

Las tensiones político-comerciales entre Estados Unidos y China han obligado a este último país a buscar un nuevo espacio donde aparcar sus importantes inventarios de efectivo, un comportamiento reforzado por el congelamiento de las reservas denominadas en dólares de Rusia a raíz de la invasión a Ucrania. Y el oro ha vuelto a cumplir su función.

Este «activo refugio» ha subido un quince por ciento desde mediados de febrero: alcanzó un máximo de 2.295 dólares la onza troy el pasado 3 de abril. Si el Banco Central Chino mantiene su propensión a cambiar sus depósitos en títulos financieros del gobierno estadounidense al oro en físico, el metal podría, según pronósticos de algunos bancos de inversión, alcanzar los 4.000 dólares la onza troy a mediados de 2025.

El oro sigue estando a una distancia significativa de su máximo histórico en términos reales de 1980 (más de 3.000 dólares la onza troy después del ajuste por inflación). Además de las tensiones con China, el creciente endeudamiento del gobierno estadounidense ayuda a mantener la tendencia al alza de este metal. Según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos, el endeudamiento del gobierno central pasará del 99 por ciento del PIB a finales de 2024, al 172 por ciento en el año 2050, si las tendencias actuales se mantienen.

En este escenario de endeudamiento creciente es razonable esperar una alta y sostenida inflación acompañada de volatilidad en los mercados financieros, factores que apuntalan el precio del oro. El precio del oro está muy ligado a las tasas de interés. Como el oro no ofrece flujo de efectivo hasta el momento de su venta, cuando las tasas de interés están al alza el costo de oportunidad de poseer oro aumenta; por eso, cualquier expectativa de caída en las tasas estimula la demanda del metal precioso.

Las transacciones sobre este metal en el mercado de opciones —que reflejan las acciones de especuladores con horizontes de inversión de corto plazo (momentum traders) y las operaciones de compra y venta en los mercados privados, de la cuales no quedan trazas—, han contribuido recientemente a apuntalar su demanda.

Algunos analistas financieros están desconcertados por el alza del metal precioso en las últimas semanas. Argumentan que las expectativas de bajas tasas de interés en Estados Unidos y los últimos acontecimientos geopolíticos son información ya descontada por los mercados financieros. Los más audaces se atreven a sugerir que el nuevo apetito por el oro responde a un cambio de paradigma de la economía mundial, que no termina de mostrarse en su plenitud.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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