Giorgio Armani fue muy reacio a compartir el control de su conglomerado de la moda, pero su testamento contiene cláusulas que obligan a sus herederos a abrir el capital accionario del grupo. Armani dejó instrucciones para garantizar el acceso a capital e innovación con nuevos socios.
El testamento del diseñador Giorgio Armani, fallecido el 4 de septiembre de 2025, refleja su preocupación por dejar bien encaminados tres elementos muy importantes de su vida: su legado como hombre del diseño, la continuidad de su imperio empresarial y el bienestar de los suyos.
En escasos cincuenta años, Armani transformó un pequeño estudio de Milán en un conglomerado de empresas de lujo valorado en 12.000 millones de euros. Todas las acciones de la empresa pasaron a la Fundación Giorgio Armani; de ellas, el 9,9 por ciento son de propiedad plena y el 90,1 por ciento restante las posee bajo la figura de nuda propiedad: las posee, pero no las puede disfrutar.
Para el disfrute de las acciones de nuda propiedad crearon seis categorías de acciones, repartidas entre el socio de Armani (Pantaleo Dell’Orco) y varios de sus parientes más cercanos. Las categorías van de la A a la F, con diversos derechos a voto.
Los accionistas A tendrán el 30 por ciento del capital, los accionistas F, el 10 por ciento, y todos los demás, el 15 por ciento cada uno. Cada acción A dará derecho a 1,33 votos y cada acción F, a 3 votos. Por lo tanto, A+F, a pesar de tener el 40 por ciento del capital, tendrá más del 53 por ciento de los votos en las juntas de accionistas. Además, los accionistas A tienen derecho a nombrar tres directores, incluido el presidente, y los accionistas F, dos directores, incluido el presidente ejecutivo, para un consejo de ocho miembros.
Giorgio Armani dejó instrucciones para afrontar uno de los grandes retos de cualquier conglomerado que desea mantenerse en el tiempo: garantizar el acceso a capital e innovación en su cartera de productos.
Pantaleo Dell’Orco tiene el 40 por ciento de las acciones con derecho a voto, la Fundación Giorgio Armani, el 30 por ciento, y los sobrinos (Silvana y Andrea Armani), un 15 por ciento cada uno. Las acciones sin derecho a voto —en buena parte propiedad de la Fundación Giorgio Armani— le dan a esa institución la posibilidad de obtener recursos propios derivados del pago de dividendos.
Armani se ocupó no solamente de que se diseñara este arreglo accionario, sino también de dejar instrucciones para afrontar uno de los grandes retos de cualquier conglomerado que desea mantenerse en el tiempo: garantizar el acceso a capital e innovación en su cartera de productos. Por ello dejó a sus herederos la obligación de abrir el capital accionario a terceros, cosa que Armani evitó en vida, aunque entendía su necesidad. Para Armani, la posibilidad de compartir el control de la empresa fue siempre una idea con la que no se sentía cómodo.
Analistas del sector de la moda señalan que, si bien la fundación fue creada en 2016 para evitar una división o venta tras el fallecimiento de Armani, era improbable que el grupo mantuviera indefinidamente su independencia. En una entrevista con el diario Financial Times en 2023, el diseñador afirmó que estaba decidido a evitar la adquisición por parte de un conglomerado francés de lujo, porque no quería ser dominado por una de esas megaestructuras carentes de personalidad. También afirmó estar consciente de que la empresa se identificaba con él y, si bien era su responsabilidad asegurar que tuviera una presencia semejante a la suya, las cosas inevitablemente cambiarían tras su fallecimiento.
Armani logró mantener el control de la empresa hasta el final. Pero los ingresos del grupo se mantuvieron en torno a los 2.400 millones de euros en 2024, debido principalmente a la baja valoración que los jóvenes asignan a la ropa de lujo, por lo que luce oportuna la visión de un socio que ayude a refrescar la cartera de productos de Armani.
La cláusula testamentaria para abrir el capital de la empresa a terceros establece dos modalidades. La primera consiste en vender a una empresa del sector de la moda una participación inicial del 15 por ciento en un plazo de 18 meses y, posteriormente, transferir entre el 30 y el 54,9 por ciento al mismo comprador entre tres y cinco años después de la muerte de Armani. Si por alguna razón no se pudiese llegar a un acuerdo con algún conglomerado importante, los herederos deberán optar por una salida a bolsa.
Armani no dejó cabo suelto en la escogencia de un potencial socio. Dejó una lista corta de conglomerados de la moda con los cuales había tenido algunas aventuras comerciales a lo largo de los años y a los cuales respetaba: LVMH, EssisorLuxottica y L’Oréal. En los próximos meses deberían mostrar si están interesados en explorar una posible asociación.
Para las siguientes generaciones de gerentes no es fácil reproducir las habilidades excepcionales de los fundadores.
Hasta ahora L’Oréal y EssisorLuxottica han hecho público su interés en explorar una compra de acciones. De no llegar a algún acuerdo, la Fundación Giorgio Armani podría proponer un cuarto candidato, pero siempre dentro del grupo de los líderes de este sector.
La segunda modalidad se activaría de no lograrse un acuerdo con algún conglomerado de la moda. La empresa debería salir a bolsa en un plazo no mayor de ocho años y asegurar que la participación accionaria de la Fundación que tutela el legado no baje del 30,1 por ciento.
En las disposiciones testamentarias, Giorgio Armani reconoció que lo que hizo grande a su empresa —su férreo control de las decisiones tanto estratégicas como operativas— no garantizaba la permanencia de su legado. Para las siguientes generaciones de gerentes no es fácil reproducir las habilidades excepcionales de los fundadores. La apertura del capital accionario a terceros abre la posibilidad de reclutar nuevas visiones y nuevos talentos en un sector en constante evolución como la moda.
Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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