Los bonos basura ya no son lo que eran

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El mercado de crédito privado en Estados Unidos ha crecido de un billón de dólares en 2020 a 1,5 billones al comienzo de 2024 y capta operaciones que antes se canalizaban a través de bonos basura.


 

Muchas cosas han cambiado en los mercados de créditos desde la década de los ochenta del siglo pasado, cuando Michael Milken transformó unos oscuros instrumentos de inversión llamados bonos basuras (junk bonds) en piezas clave de las adquisiciones hostiles estadounidenses.

La gran crisis financiera de 2007-2009 trajo consigo un régimen de tasas de interés cercanas a cero que obligó a los inversionistas institucionales y a algunos individuos a ser mucho más abiertos a los vehículos de inversión de alto riesgo. Una vez cruzado este umbral, el mundo del crédito se transformó para satisfacer tanto a los que buscan mayores rendimientos y están dispuestos a hacer concesiones, como a los que buscan financiamientos que no pueden proveer los mercados tradicionales.

La tan buscada flexibilidad se ha concretado en el mercado de crédito privado —los préstamos a empresas otorgados por instituciones distintas de los bancos— que ha crecido de un billón de dólares en el año 2020 a 1,5 billones al comienzo de 2024 y con expectativa de alcanzar los 2,8 billones en 2028. Estos contratos no solo se adaptan en términos de montos y plazos, sino también se contratan a tasas de interés variables, lo que permite mitigar en tiempo real el impacto de los cambios en las tasas, a diferencia de las inversiones en bonos de tasa fija.

Las empresas muy apalancadas aprecian que en las operaciones de crédito privado no se solicite a los prestatarios una calificación emitida por una calificadora de riesgo. Los inversionistas no dan gran peso a esa información en el caso de transacciones individuales. Según los especialistas del área, las calificadoras no hacen un gran trabajo para predecir situaciones de insolvencia de títulos individuales. Pero, a largo plazo y de manera agregada, sus valuaciones sí son predictivas. Ejemplo de ello es que un tercio de los bonos que la agencia Moody’s califica como CCC (bonos basura) incumplen sus pagos en los siguientes cinco años.


El alza de las tasas de interés de los últimos años ha dado a los inversionistas institucionales la posibilidad de obtener mayores rendimientos sin verse obligados a asumir riesgos sustancialmente mayores.


Los inversionistas en operaciones de crédito privado se benefician de una relación «más íntima» con los emisores. Pueden no solo acceder a más información que con las emisiones de bonos de oferta pública, sino también renegociar términos de los contratos sobre la marcha, cuando se deteriora la salud financiera del emisor, lo que reduce el riesgo de bancarrota.

El crédito privado es aún poco profundo, comparado con el mercado de bonos de oferta pública. Pero es posible que los inversionistas comiencen a agruparse para aglutinar un mayor volumen de recursos y competir más directamente con los intermediarios que ofrecen bonos basura o préstamos sindicados como mecanismos para financiar adquisiciones hostiles o fusiones de gran envergadura.

¿En qué medida el desarrollo del crédito privado ha afectado a su competidor directo, el mercado de los bonos basura, un clásico instrumento de oferta pública? En la última década, las emisiones de bonos basura se han ido orientando hacia los títulos de mejor calificación crediticia; dicho en otras palabras, estos bonos cada vez hacen menos honor a su nombre. La emisión de créditos con calificaciones BB y B ha ganado participación relativa a expensas de los títulos CCC.

Según datos de JP Morgan los bonos con calificaciones CCC alcanzaron el 24 por ciento de la emisión de bonos de alto rendimiento entre 2004 y 2007. Este número ha caído a seis por ciento entre el año 2023 y el primer semestre de 2024. El alza de las tasas de interés de los últimos años ha dado a los inversionistas institucionales la posibilidad de obtener mayores rendimientos sin verse obligados a asumir riesgos sustancialmente mayores, lo que reduce el apetito por bonos CCC.

El desarrollo del segmento de crédito privado debe estar captando parte de las operaciones de alto riesgo que antes se canalizaban hacia bonos basura. Al ser un mercado privado hay mucha información que sería de interés; lamentablemente, no está disponible.

El mundo financiero está lleno de profecías de tono apocalíptico. Una de ellas es que la próxima crisis financiera la podría detonar un gran evento de impagos de bonos CCC. Este seguramente no será el caso.

Las crisis financieras se gestan en aquellos lugares oscuros donde el riesgo se acumula de manera imperceptible. Tal vez el mercado de créditos privados cumpla mejor esa descripción que los bonos basura de toda la vida.


Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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