Por primera vez en casi dos décadas la renta fija ha vuelto a ser atractiva. Con el alza de tasas que comenzó en marzo de 2022 en Estados Unidos, el panorama de la renta fija ha cambiado sustancialmente. No es de extrañar que el crédito privado en ese país se haya disparado de 375.000 millones de dólares en 2008 a 2,1 billones a finales de 2023.
Cuando los mercados financieros pasan muchos años inmersos en una tendencia, como fue el caso del mercado accionario estadounidense entre 1982 y 2002, los profesionales del área —y en particular los más jóvenes— sufren de falta de referencias de cómo funcionaba el mundo «cuando las cosas no eran como ahora».
Esta sensación es la que sienten hoy los menores de cuarenta años que vivieron buena parte de su vida profesional en el mundo de la gerencia de inversiones entre junio de 2008 y julio de 2022, cuando la tasa de redescuento de la Reserva Federal (FED) estuvo siempre por debajo de dos por ciento.
Con el alza de tasas que comenzó en marzo de 2022, el panorama de la renta fija ha cambiado sustancialmente. Por primera vez en casi dos décadas ha vuelto a ser atractivo poseer instrumentos de renta fija denominados en dólares.
Los años de muy bajas tasas de interés transformaron el segmento de la renta fija. Se abrió la posibilidad de que los inversionistas institucionales —y algunas personas naturales— se atreviesen a probar nuevos productos que ofrecían rendimientos superiores a los clásicos bonos gubernamentales y corporativos.
Un buen ejemplo de estos nuevos productos es el crédito privado, que ocupa un nicho donde las instituciones financieras no bancarias, incluidas las grandes empresas de capital privado, otorgan préstamos a las empresas. Este mercado surgió hace unas tres décadas para atender a empresas que eran demasiado grandes o riesgosas para los bancos o demasiado pequeñas para el mercado de bonos, y ha prosperado desde la crisis financiera: a los prestatarios les ofrece velocidad y flexibilidad; a los fondos de pensiones y compañías de seguros, altos rendimientos.
No es de extrañar, entonces, que el crédito privado se haya disparado de 375.000 millones de dólares en 2008 a 2,1 billones de dólares a finales de 2023. Los inversionistas individuales acceden a este mercado de créditos privados mediante compañías que cotizan en bolsa: las llamadas empresas de desarrollo comercial (business development company o BDC).
Dado su explosivo crecimiento después de la gran crisis financiera, el mercado de crédito privado ha captado el interés de los organismos reguladores. El Fondo Monetario Internacional (FMI) le ha dedicado un capítulo completo de su Global Financial Stability Report de abril de 2024.
Los técnicos del FMI señalan como principales vulnerabilidades del mercado de crédito privado la fragilidad de muchos prestatarios, la existencia de vehículos de inversión poco líquidos (con los cuales participan personas naturales e inversionistas institucionales en este sector), las valoraciones subjetivas de los préstamos y, como es de esperarse, la interconexión de segmentos y actores que puede ayudar a propagar el riesgo sistémico. Esto obliga al FMI a recomendar una supervisión más estrecha de los grandes actores de la industria.
Los bancos comerciales, que debido los requerimientos de capital habían cedido participación de mercado a los fondos de crédito privado, vuelven con más ímpetu a recuperar el espacio perdido; ahora son más competitivos y presionan al crédito privado para que debilite los estándares de suscripción y relaje las condiciones de los préstamos.
Pero, así como una mayor supervisión pudiera identificar problemas emergentes en el mercado de crédito privado, los inversionistas, sean personas naturales o jurídicas, tienen que tomar conciencia de lo que significa participar en este mercado, en un contexto de tasas fluctuantes y donde cerca de la tercera parte de los prestamistas enfrenta un servicio de deuda que excede sus utilidades.
Es posible que durante mucho tiempo las tasas de interés no sigan una tendencia definida. El fantasma de un repunte de la inflación induce a invertir en instrumentos de corto plazo para estar menos expuestos a una eventual subida de tasas. Pero la apetencia por mayores rendimientos obliga a los inversionistas a coquetear con la iliquidez de los instrumentos de crédito privados.
La fórmula de invertir en renta fija para balancear el riesgo de las acciones dejó de funcionar hace unos cuantos años. Siempre que exista la posibilidad de que suban las tasas de interés, hay un potencial peligro de perder dinero, un riesgo no descartable en el mundo actual. A veces se echan de menos las experiencias de vivir en un mundo de tasas al alza.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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