La lujuria en la gerencia se asocia con un deseo incontrolado de poder, dinero, fama o conocimiento. Abundan los casos de líderes empresariales que se dejan tentar por oportunidades que no siempre conducen a resultados positivos. El principal mandamiento, para evitar la lujuria, es planificar: definir el propósito de la empresa y mantener una ruta clara para lograr las metas.
La lujuria, uno de los siete pecados capitales, se define tradicionalmente como deseo intenso, ardiente entusiasmo, excitación o incontrolable pasión que impulsa al individuo a actuar, en ocasiones irracionalmente, para satisfacer sus instintos inmediatos. El término, derivado del latín luxus que significa abundancia o exuberancia, define comportamientos apresurados, excesivos, faltos de autocontrol y en ocasiones adictivos.
La metáfora más elevada de la lujuria se le debe a Dante Alighieri quien, en su Divina comedia, coloca a los lujuriosos en el segundo círculo del Infierno, entre los pecadores incontinentes. Las almas de los lujuriosos están condenadas a ser arrastradas sin descanso por la «tormenta infernal», que en un tornado infinito las mueve en contra de su voluntad sin descanso y sin rumbo: «Como aves llamadas por el deseo».
El poeta se enfocaba en el deseo amoroso. Pero el objeto de lujuria puede transcender a otros campos: deseo incontrolado de poder, dinero, fama o conocimiento. En esta interpretación se le puede encontrar en el mundo de los negocios, donde abundan los casos de empresas y líderes empresariales que —con aparente irracionalidad— se dejan tentar por oportunidades que no siempre llevan a los resultados esperados.
No cabe duda de que el mercado ofrece infinitas tentaciones, y que no todas pueden ser desechadas por un exceso de prudencia. La incertidumbre y la volatilidad del entorno de los negocios pueden abrir nuevos espacios de mercado, indicar rutas para la innovación y poner en evidencia segmentos nunca antes atendidos. Igualmente, la transformación digital y el empoderamiento de los clientes retan los modelos de negocios y habilitan rumbos que obligan a reevaluar proposiciones de valor, recursos, competencias y, en ocasiones, hasta la propia misión.
En el río revuelto de los negocios es necesario distinguir entre oportunidades reales y cantos de sirenas que pueden llevar al desastre, más aún si el empresario se deja arrastrar por el instinto o la pasión sin seguir los pasos adecuados para evaluar decisiones y acciones. Afortunadamente existen mecanismos de protección contra tentaciones nocivas y, como se dice el pecado mas no el pecador, se ilustran con testimonios anónimos de casos reales.
Lujuria de poder
En la empresa todo pasa por mi escritorio, no hay decisión o acción que se tome sin que yo esté al tanto. Tengo muchos colaboradores, pero no puedo confiar en el buen criterio de nadie. No entiendo por qué no son capaces de tomar las decisiones correctas.
Presidente de una empresa familiar
En el mundo de los negocios el poder puede tener un ámbito restringido a la organización y otro más amplio de cara al mercado. La búsqueda del poder por el poder tiene un alto potencial corruptivo de los valores y principios por los que un buen gerente debe guiarse.
En las organizaciones es frecuente observar a individuos que presentan lo que el psicólogo David McClelland denominó motivación al poder: esa necesidad de controlar a otras personas y obtener reconocimiento de ellas. Este aspecto no es necesariamente negativo, cuando se manifiesta como impulso para crecer en una empresa y llegar a posiciones de mayor responsabilidad e impacto. Sin embargo, cuando la búsqueda del poder se descontrola deja ver su lado oscuro: desconfianza con respecto a las capacidades de otros, descalificación, excesiva autosuficiencia, ausencia de autocrítica, aspiración a tener siempre la razón, exigencias intolerables a los demás, excesivo perfeccionismo y culto de la autoimagen.
La búsqueda del poder por el poder tiene un alto potencial corruptivo de los valores y principios por los que un buen gerente debe guiarse
El poder en el mercado tiene otras connotaciones. Se refiere a querer ganarle a la competencia y lograr una posición privilegiada entre clientes, proveedores y otros públicos relevantes. De nuevo, con moderación, esta motivación puede trazar una ruta hacia el liderazgo en el mercado, que puede ser sostenible en el tiempo si se toman en consideración, de manera realista, las necesidades de los diferentes actores y las ventajas o características de valor de los competidores.
Dejarse arrastrar por la lujuria de poder puede conducir a diversas formas de comportamientos peligrosos, tales como competencia desleal, destrucción del potencial de colaboración, irrespeto de las necesidades de los clientes, violación de relaciones de confianza, y comunicaciones y ofertas engañosas. Estos comportamientos pueden traer triunfos aparentes a corto plazo; pero, a largo plazo, suelen redundar en hostilidad del ambiente competitivo y consecuente pérdida de prestigio, participación de mercado y rentabilidad de la empresa. Como dice el adagio: tarde o temprano lo que se hace se paga.
Lujuria de dinero
Nuestra casa matriz nos exige comportarnos como buenos ciudadanos corporativos. Ayudamos a las comunidades y nunca perdemos ocasión para reparar una escuela o aportar para los servicios. Pero estamos claros que nuestro negocio viene primero… Sí, tenemos un fuerte impacto sobre el ambiente, pero con tantas regulaciones se corre el riesgo de no poder operar. ¿Qué es mejor? ¿Dejar a la gente sin empleo o cuidar cada árbol?
Gerente de operaciones de una empresa multinacional
Una de las razones de ser de toda empresa es generar beneficios para sus accionistas y optimizar el uso de sus recursos para lograr el mejor desempeño económico posible. Aunque no suele discutirse este principio, en las últimas décadas se ha alimentado un rico debate sobre cómo complementar la visión del puro beneficio económico y agregar mayor conciencia del impacto social de la empresa y la huella ambiental que puede dejar. Los movimientos de responsabilidad social corporativa, iniciados en los años cincuenta del siglo pasado, han introducido nuevos elementos a la ecuación del desempeño empresarial y, más recientemente, las metas del desarrollo sostenible han planteado un marco de referencia para juzgarlo.
La lujuria de dinero puede conducir a violaciones de esas metas; por ejemplo, irrespeto de los derechos de los trabajadores, indiferencia hacia el impacto ambiental, impacto negativo sobre la salud y el bienestar de las comunidades, discriminación de género o uso de trabajo infantil. Poner en primer lugar la búsqueda de beneficio económico eleva el riesgo de caer en el exceso y olvidar que toda empresa es parte de un ecosistema social y ambiental, donde sus acciones pueden tener impactos positivos o negativos. Entender esos impactos y distribuir equitativamente sus costos y beneficios es esencial para la convivencia a largo plazo y la creación de un mejor ambiente competitivo para las empresas más responsables. Obviar los impactos para apropiarse del valor económico convierte a las empresas en depredadoras y mina de forma grave su imagen.
Lujuria de conocimiento
En los últimos años estamos atentos a todo lo nuevo que llega, y renovamos constantemente nuestra oferta a los clientes. Hacemos de todo por superar su resistencia, porque no siempre son capaces de apreciar el valor del conocimiento y las nuevas tecnologías.
Gerente general de una empresa de servicios tecnológicos
En una época de transformación digital, de crecimiento exponencial de conocimientos y tecnologías disruptivas, la tentación de estar en la frontera de todas las tendencias es muy grande. En algunos sectores es indispensable estar al día con los cambios, pero también es necesario evitar los excesos que pueden llevar a desechar tecnologías con alto valor actual, impulsar cambios en la organización que comprometan su naturaleza y la generación de valor, seguir modas riesgosas, invertir excesivamente en actualización innecesaria o cosechar a destiempo negocios con buen potencial de beneficios.
Obviar los impactos para apropiarse del valor económico convierte a las empresas en depredadoras y mina de forma grave su imagen
Innovar es fundamental para mantenerse al ritmo de los retos del mercado. Conocer tendencias y buenas prácticas, explorar nuevos modelos de negocios, aceptar la disrupción: todo esto es aconsejable si se hace con ponderación y la necesaria evaluación de recursos y competencias. La búsqueda del conocimiento es tarea loable. Excederse en atravesar fronteras —innecesarias o inmaduras— puede convertir al gerente en un moderno Fausto empresarial, dispuesto a vender su alma al diablo o al mejor postor.
Mandamientos gerenciales
Para evitar el pecado de la lujuria en los negocios es útil conocer sus tentaciones y establecer mecanismos de defensa natural. El principal remedio contra el exceso y los impulsos es la planificación y los procesos de análisis y definición de rutas que esta requiere.
La claridad de foco en el propósito de la organización proporciona un claro norte, que llama de nuevo al orden después de alguna desviación temporal. Las aparentes oportunidades fáciles que se encuentran en el camino no tienen que ser desechadas, sino evaluadas en función de la misión. Cada organización —sean grandes empresas o emprendimientos incipientes— debe tener identidad propia, valores, razón de ser, un mercado que desea atender y unas ventajas que puede aprovechar. Reflexionar sobre estos factores es clave para mantener el propósito.
Recorrer el camino puede ser complicado. Es necesario evaluar la experiencia y los activos tangibles —estructuras, fondos, plataforma tecnológica— e intangibles —conocimiento, marca, relaciones— sobre los cuales se pueda desarrollar la proposición de valor que se ofrezca al mercado. Las oportunidades inesperadas pueden ser claves para la evolución de las empresas, pueden estimular la innovación y el desarrollo de nuevos modelos de negocios que respondan mejor a las exigencias del mercado y generen nuevos flujos de ingresos. Pero la innovación, incluso la disruptiva, puede desarrollarse sin desdibujar los principios fundamentales de la organización. Puede cambiar la estructura, puede cambiar la tecnología, puede ser necesario trabajar en nuevas competencias y plataformas, pero sin vender el alma al diablo.
El ansia y deseo desmedido de triunfar, ejercer poder, ganar más dinero o estar un paso adelante en el conocimiento, cuando viola los valores de honestidad, transparencia y responsabilidad que todo gerente debe llevar como bandera, lo convierte en esclavo de la pasión. Como pecar es de humanos, no debe extrañar que en ocasiones una persona se deje arrastrar por el exceso. Reconocerlo, evaluarlo y moderarlo puede ofrecer un reto estimulante en la experiencia gerencial. La virtud no está, simplemente, en no caer en tentaciones, sino en reconocer con humildad las debilidades y luchar para superarlas.
Nunzia Auletta, profesora del IESA.