Más allá de la volatilidad

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La convicción de que la condición excepcional de la economía estadounidense se mantendría por mucho tiempo se desvaneció para dar paso a la preocupación por una recesión que podría llevar a la estanflación. Cada quien en su ámbito debe prepararse para implantar cambios que apunten a un nuevo orden económico global.


 

A partir del momento en que el pasado mes de abril el presidente Trump desató la guerra contra todos sus socios comerciales, la prensa especializada comenzó a prestar particular atención a la volatilidad desatada en los mercados de renta fija, renta variable y monedas.

Los mercados han reflejado fluctuaciones en la magnitud de los movimientos y rupturas de correlaciones históricas. Tan solo en los últimos tres meses, el índice S&P cayó casi un veinte por ciento desde su máximo en febrero, para luego repuntar casi catorce por ciento en las últimas cuatro semanas. El Vix, conocido popularmente como el «índice del miedo» de los operadores, ha experimentado una intensa fluctuación, mientras que el rendimiento del bono del gobierno estadounidense a diez años, a menudo considerado el índice de referencia global, ha fluctuado dentro de un rango de ochenta puntos básicos desde febrero.

Para muchos, la volatilidad política es el motor de las violentas fluctuaciones de los mercados financieros. La profunda convicción de que el excepcionalismo económico estadounidense se mantendría por mucho tiempo se desvaneció para dar paso a una repentina preocupación por una recesión que podría incluso llevar a la estanflación.


Es muy ingenuo pensar que si el presidente Trump logra buenos acuerdos comerciales la economía mundial volverá a un estado de normal funcionamiento.


Esta narrativa económica emergente quedaría incompleta si se concentrara en «los cambios de humor» que la política arancelaria estadounidense ha impreso en los mercados financieros. Estos responden también a razones más profundas, en opinión de Mohamed El-Erian, presidente del Queen’s College de la Universidad de Cambridge, publicada por el periódico Financial Times: «Resulta analíticamente más útil pensar en los aranceles como un acelerador de cambios estructurales que probablemente persistan».

El fracaso de algunos países —que no han logrado crecer de forma consistente, inclusiva y sostenible— ha debilitado las herramientas tradicionales de gestión económica. También ha puesto en riesgo la arquitectura del sistema global, especialmente, a medida que la geopolítica ha desplazado a la economía y las finanzas como motor de la formulación de políticas públicas.

Los diseños de las cadenas de suministros que se despliegan entre varios países han aumentado la vulnerabilidad de una economía global enfrentada a una menor tasa de crecimiento en un contexto de creciente inflación. Los cambios estructurales han sido alimentados por un incremento del déficit y el endeudamiento del gobierno de Estados Unidos y por la inyección de liquidez de los bancos centrales de los países desarrollados para enfrentar la gran crisis financiera de 2007-2009 y la pandemia.


La guerra de aranceles es el reflejo de un orden económico mundial que no funciona bien.


En un contexto de deterioro financiero, los famosos «vigilantes de bonos» (inversionistas institucionales que protestan contra las políticas económicas causantes de inestabilidad financiera) han vuelto en meses recientes a ejercer su papel de vender títulos financieros. Esto ha traído consigo un alza de las tasas de interés y un encarecimiento del servicio de la deuda, tanto pública como privada.

Es muy ingenuo pensar que si el presidente Trump logra buenos acuerdos comerciales la economía mundial volverá a un estado de normal funcionamiento. En lugar de esperar ese mágico retorno a la normalidad, los gobiernos, las empresas, los inversionistas institucionales y los individuos deben prepararse, cada quien en su ámbito, para realizar cambios nacionales e internacionales que requieren un esfuerzo coordinado de todos.

La revisión de la viabilidad de los regímenes de retiro, la redefinición de las políticas migratorias que permitan cubrir vacantes en los países desarrollados, el acceso de los profesionales jóvenes a las viviendas urbanas y la eliminación de barreras que impiden una mayor participación de las mujeres en el mercado laboral son temas que no pueden seguir siendo parcialmente atendidos.

Sin un crecimiento sostenible de la economía global solo quedará la posibilidad de adentrarse en territorios desconocidos y, por tanto, inciertos. La guerra de aranceles es el reflejo de un orden económico mundial que no funciona bien.


Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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