Agua potable: algo más que tuberías y bombas

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Una empresa competente en la industria del agua potable es capaz de resolver bien los problemas técnicos y, al mismo tiempo, superar los desafíos políticos, económicos, sociales y ambientales.


 

Quizás el anhelo más sentido y unánime de los venezolanos de hoy es disfrutar de un servicio de agua potable continuo, de calidad y respetuoso del medioambiente. Pero, cuando encaran este propósito, generalmente aparecen dos preguntas: ¿qué hay que reparar o construir, y cuánto cuesta? A estas interrogantes subyace un mito: este es un problema de tuberías, bombas, motores, tanques y presas que, una vez que se construyen, operan el milagro de llevar agua de forma continua y potable a los hogares, y luego la retornan limpia a la naturaleza.

Lo cierto es que los servicios públicos constituyen, más bien, un desafío gerencial: ¿cómo prestar un servicio universal, con la mejor calidad y de la forma más eficiente posible con recursos siempre escasos? Un servicio se presta con personas organizadas de manera competente, inteligente, exitosa. El cómo se hace, cuál es la organización necesaria para que el esfuerzo sea sostenible en el tiempo en sus dimensiones social, política y económica, es una respuesta más compleja y con una variedad de opciones.

El trabajo de María Elena Corrales y Rosa Amelia González —«¿Qué se ha hecho en Latinoamérica para mejorar la calidad del servicio de agua potable?», elaborado en el marco del Diplomado de Gerencia para la Industria de Agua y Saneamiento ofrecido por el IESA—, discute la variedad de formas institucionales que han adoptado las empresas exitosas de servicios de agua potable y saneamiento de América Latina. Analiza también algunos casos fallidos, pues de los errores también se aprende.

Corrales y González explican la complejidad del problema de manera amena y clara, y es de obligatoria lectura para todos los que padecen un mal servicio en Venezuela. Las características técnicas y económicas de la industria del agua difieren de las de otros servicios en red, como las telecomunicaciones o la energía eléctrica, en los cuales se han adoptado exitosamente modelos de participación privada en varios países, algunas décadas atrás. Tales modelos evolucionaron hasta alcanzar consensos sobre las mejores prácticas institucionales.

La reducida rentabilidad económica del agua potable y los largos períodos de retorno de las inversiones diferencian este servicio de las telecomunicaciones y la electricidad. Por esta razón, el modelo institucional más extendido en el mundo para la industria del agua potable y el saneamiento ha sido la empresa del sector público. Este modelo resulta exitoso cuando se logra frenar la intervención política indebida y se introducen incentivos a la eficacia para lograr objetivos de cobertura, calidad y eficiencia en el uso de los recursos económicos.

En la búsqueda de esquemas de participación privada ha habido casos fallidos —Aguas Argentinas en Buenos Aires, El Alto-La Paz y Cochabamba en Bolivia, y Puerto Príncipe en Haití— que demuestran la complejidad de ese propósito. Las empresas contratadas fueron transnacionales de gran prestigio, experiencia y capacidad técnica, y su fracaso redujo los consensos alrededor de soluciones de privatización.

La experiencia madura de privatización de los acueductos de Chile, con venta de los activos a operadoras que sirven todas sus ciudades con calidad y eficiencia cada vez mejores, demuestra que el modelo de empresa privada es factible y, si se desarrolla correctamente, resulta exitoso. La iniciativa de privatización fue desarrollada por los gobiernos de la Concertación Democrática solo después de diez años de reformas legales y mejora de las condiciones operativas y financieras de las empresas de agua potable y saneamiento propiedad del Estado antes de su traspaso a capitales privados.

Los contratos de operación de Interagua en Guayaquil y Acuacar en Cartagena de Indias son casos exitosos de participación privada en la gestión de acueductos y saneamiento; en estos casos no se ha transferido la propiedad de los activos y se han compartido los riesgos con el sector público. Han logrado excelentes resultados operativos y mejoras progresivas en la calidad del servicio y en el equilibrio económico de la explotación.

Los ingenieros que trabajan con presas, tuberías, motores y bombas aprendieron que la ingeniería institucional —la de las personas y sus organizaciones— es indispensable para lograr un servicio de calidad. Una empresa competente lo será en la medida en que sea capaz de resolver bien los asuntos técnicos y, al mismo tiempo, superar los desafíos políticos, económicos, sociales y ambientales. La reconstrucción de las empresas de agua para transformarlas en organizaciones responsables, sustentables y competentes será un desafío aún mayor que la reparación de los tubos, los motores y las bombas.


José María de Viana, profesor invitado del IESA. Presidente de Hidrocapital entre 1992 y 1999. Presidente de Movilnet entre 2002 y 2007.

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