Los bonos vinculados al producto interno bruto, una variedad de bonos de tasa flotante que pagan un cupón asociado al crecimiento económico de un país, ayudan a reducir la probabilidad de insolvencia y actúan como una póliza de seguro contra la recesión. Pero su uso no ha sido popular entre los países que han pasado por procesos de ajuste macroeconómico ni entre los inversionistas institucionales.
Los procesos de restructuración de deuda soberana intentan promover cambios que permitan a los países corregir sus desequilibrios económicos y, en última instancia, volver a acceder a los mercados financieros internacionales. Un proceso de restructuración es fallido cuando se llega a compromisos excesivamente ambiciosos que muy rápidamente se vuelven incumplibles.
Un proceso de restructuración exitoso se construye sobre las capacidades reales de la nación en problemas. Además, incorpora clausulas que permitan reprogramar automáticamente cronogramas de pagos si suceden eventos inesperados en el futuro que impidan cumplir los flujos de pagos pautados.
Para operacionalizar los procesos de reprogramación automática de los cronogramas de pago de deuda externa, se crearon los bonos vinculados al producto interno bruto (PIB), que son una variedad de bonos de tasa flotante que pagan un cupón asociado a la tasa de crecimiento económico de un país. Estos instrumentos ayudan a reducir la probabilidad de crisis de insolvencia y actúan como una póliza de seguro contra la recesión, al reducir los pagos de capital e intereses cuando un país se ve afectado por un choque de crecimiento negativo.
Estos instrumentos han gozado de gran popularidad entre los académicos y los responsables de formular las políticas macroeconómicas. Pero su uso no ha sido tan popular entre los países que han pasado por procesos de ajuste macroeconómico. Tampoco ha sido un instrumento favorito para los inversionistas institucionales.
Michael Bradley e Irving de Lira Salvatierra, de la Universidad Duke, y Mitu Gulati, de la Universidad de Virginia, publicaron en febrero de 2024 un papel de trabajo en la SSRN titulado «Bonos de la diáspora: ¿patriotismo o inversión?». Sostienen que los bonos israelíes de la diáspora, al igual que los bonos vinculados al PIB, tienen un patrón de pago anticíclico (es decir, rinden menos en momentos de choques económicos), por lo que pueden dar pistas sobre cómo diseñar un programa de financiamiento soberano anticíclico exitoso.
La idea de apelar al patriotismo de connacionales en el exterior para reforzar las finanzas de un país no es nueva. Además de los bonos de la diáspora, los libaneses que viven en el exterior durante años depositan dólares en su sistema bancario nacional con altas tasas de interés por la confianza que tienen en su banco central. También Ucrania ha emitido recientemente bonos de guerra para ayudar a financiar su conflicto con Rusia.
Bradley y sus colaboradores concluyen que la relación única entre Israel y su diáspora puede ser difícil de replicar en otros contextos nacionales. Pero el programa de bonos de la diáspora de Israel tiene características estructurales distintivas que probablemente puedan reproducirse. Entre ellas se encuentra una relación de reciprocidad en la que Israel paga una prima en los buenos tiempos a cambio de que la diáspora reciba rendimientos menores en los malos. ¿Cómo lograr esa reciprocidad? Ese es el secreto por develar.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.