Crear cadenas de suministro para la agricultura

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Fotografía: Pixabay.

Crear cadenas de suministro para productos agrícolas exige organizar y emprender una serie de funciones que difícilmente podrán encargársele al agricultor tradicional.


¿Por qué Argentina, una de las economías más fuertes del mundo a comienzos del siglo XX, sucumbió al subdesarrollo y se convirtió en uno de tantos países atrasados? Estudiosos del tema explican que el crecimiento industrial argentino, a finales del siglo XIX, nunca construyó cadenas de suministro. Hoy, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y demás organismos multilaterales, preocupados por el rezago de las economías latinoamericanas frente a otras regiones del mundo, advierten la poca presencia de empresas latinoamericanas en cadenas globales de suministro.

La desatención de las cadenas de suministro en América Latina se evidencia en la bajísima productividad de la pequeña y mediana empresa (pyme). De nada vale que la región cuente con un creciente número de multilatinas —empresas grandes que cruzan fronteras y manifiestan el orgullo económico de América Latina en el mundo— si sus proveedores y distribuidores, los integrantes de sus respectivas cadenas de suministro hacia atrás y hacia delante, invariablemente pymes, se caracterizan por su baja productividad y prácticas de gestión deficientes.

En Norteamérica, Europa y el sudeste de Asia la pyme es fuente de emprendimiento, innovación tecnológica y un sinfín de nuevos productos y servicios. Mientras que, en América Latina, la pyme apenas cumple el papel de brindar empleo a una inmensa población poco capacitada, cuya pésima formación educativa hace que escasamente pueda leer, escribir, sumar y restar.

Las cadenas de suministro son redes, cada vez más grandes, de proveedores y distribuidores en las que participan empresas industriales, comercializadoras y de servicios, y en las que individuos, información, procesos y recursos contribuyen a la producción, el manejo, la facilitación de servicios y la distribución de materias primas y productos terminados. En países industrializados, la cadena de suministro de un mismo producto —un vehículo, por ejemplo— puede cruzar fronteras decenas de veces, en manos de sucesivos integrantes de la cadena, hasta que el producto llegue a ser terminado y entregado al consumidor. De no disponer de una cadena de suministro, ningún producto puede llegar al mercado.

La falta de estas cadenas, en América Latina, es especialmente evidente en el sector agrícola. En Colombia, el acuerdo de paz con la guerrilla, luego de más de cincuenta años de conflicto armado, abre la posibilidad de aprovechar tierras aptas para expandir la producción agrícola en casi medio país. El gobierno podrá repartir tierras y semillas a los exguerrilleros rehabilitados convertidos en agricultores y las siembras podrán darse; pero, a menos que se armen cadenas de suministro y los agricultores aprendan a aprovecharlas, el fruto de los cultivos no podrá llegar al mercado: la mayor parte se perderá, pues no valdrá la pena cosecharlo.

No será tarea fácil armar cadenas de suministro para los nuevos cultivos que han de ser desarrollados en los cientos de miles de hectáreas disponibles para la siembra en Colombia. En primer lugar, son zonas aisladas, sin infraestructura alguna, muchas veces incomunicadas del resto del país en época de invierno. Pero, aun suponiendo que Colombia pueda emprender una gigantesca tarea de construir redes viales en zonas anteriormente dominadas por la guerrilla (amén de montar escuelas, puestos de salud y servicios de seguridad personal con presencia efectiva del Estado), el reto de crear cadenas de suministro para asegurar que el producto de los cultivos llegue al mercado requerirá una inmensa labor de emprendimiento, pocas veces al alcance de los nuevos agricultores.

De una parte se requerirá capacitar a los agricultores para saber elegir los cultivos idóneos en las tierras a su disposición, seleccionar los plantones adecuados, preparar la tierra, percatarse de cómo combatir plagas y enfermedades de las plantas y demás técnicas de cultivo, tareas que requerirán un servicio de extensión agrícola sin precedentes; y de otra parte, armar cadenas de suministro, labor que los servicios de extensión comúnmente desconocen.

Construir cadenas de suministro para productos agrícolas exige organizar y emprender una serie de funciones que difícilmente podrán encargársele al agricultor tradicional. Deberán ser desempeñadas por quienes se ocupen de ubicar los destinos del cultivo y determinar los canales de distribución, segmentos de mercado y aspectos tales como presentación, promoción y empaquetamiento del producto, por no mencionar su transporte y demás procesos logísticos para hacerlo llegar a los consumidores.

Dejar todas estas funciones en manos de intermediarios inescrupulosos significaría condenar a los nuevos agricultores a la suerte que comúnmente corren los campesinos latinoamericanos: condenados a la pobreza, con toda la inestabilidad política, económica y social que ello genera. La solución —construir cadenas de valor— está en formar emprendedores de agronegocios, personas que forjen futuro mediante el aprovechamiento de las ventajas comparativas que están al alcance de los agricultores en Colombia y toda América Latina.


Henry Gómez Samper, profesor emérito del IESA y profesor adjunto de la Universidad de los Andes (Bogotá)