De la personalidad a la espiritualidad: transición en el estudio del liderazgo

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El ejercicio del liderazgo tiene cada vez más preponderancia en ambientes turbulentos. Es importante entender cómo ha evolucionado el concepto para elegir la mejor práctica. Se han identificado tres grandes períodos según el centro de la atención: personalidad del líder, relación líder-seguidores y espiritualidad.

 


El estudio del liderazgo ha sido uno de los campos más fértiles de indagación científica en disciplinas tan variadas como política, gerencia, relaciones internacionales, psicología y teología. No ha de sorprender el interés que históricamente ha motivado el tema, dado el impacto que este proceso tiene en la vida individual y colectiva, en todos los ámbitos del quehacer humano.

Junto a la variedad de disciplinas interesadas en el análisis del tema, las características más notorias del estudio del liderazgo han sido la diversidad de modelos que han procurado explicarlo e incluso, como deja entrever Yulk (2019), la controversia de visiones y corrientes de estudio. Las distintas definiciones que se han propuesto responden, como es de suponer, a la corriente teórica en la cual se inscribe el autor, además de factores tales como sus lentes disciplinares y el contexto teórico donde se desenvuelve.

La variedad de definiciones del liderazgo revela la plétora de criterios que han sido tenidos en cuenta, y constituye una base conceptual para analizar y generalizar tendencias o modelos. Tres olas conceptuales se desprenden de este análisis.

Definiciones del liderazgo

  • Habilidad para dirigir y encauzar las actividades de un grupo hacia el logro y la materialización de metas compartidas (Hemphills y Coons, 1957; Rauch y Behling, 1984).
  • Habilidad para influir, motivar, articular visiones y encarnar valores, de forma tal que la organización pueda tener éxito (Richards y Engle, 1986; House y otros, 1999).
  • El liderazgo implica llevar a las personas más allá de la obediencia mecánica (Katz y Kahn, 1978).
  • Es un proceso que consiste en transmitir a las personas su propia valía, hasta que terminan por verla (Covey, 2005),
  • Proceso mediante el cual se da sentido al esfuerzo colectivo (Drath y Palus, 1994; Jacobs y Jacques, 1990).
  • Habilidad para trascender la cultura e iniciar cambios evolutivos más adaptativos (Schein, 1992).
  • Identidad social compartida que permite a los miembros de un grupo enfocarse en lo que los une, más que en lo que les diferencia, de forma tal de orientar sus energías hacia un sentido y propósito (Haslam y otros, 2011).

Fuentes: Covey (2005), Haslam y otros (2011) y Yulk (2019).

Tres olas en el estudio del liderazgo

El desarrollo de teorías para analizar y comprender el liderazgo ha experimentado una evolución realmente interesante, que permite distinguir tres grandes olas o períodos en el abordaje académico del tema.

La primera ola corresponde al predominio de lo que Haslam y otros (2011) denominaron «paradigma del gran hombre y del culto a la personalidad», y puede ubicarse entre finales de la Segunda Guerra Mundial y mediados de los años sesenta. Este paradigma representa el enfoque tradicional acerca del liderazgo, caracterizado por el interés en establecer los atributos personales de los líderes considerados efectivos y exitosos. Se pensaba, entonces, que si se identificaban tales rasgos medulares sería posible desarrollarlos y enseñarlos. A medida que evolucionaron los modelos para analizar y medir la personalidad, particularmente en el ámbito de la psicología, esta corriente cobró fuerza, para luego comenzar a declinar hacia finales de los años sesenta e inicios de los setenta. Una de las principales causas del declive de esta visión, en opinión de Haslam y otros (2011), radica en el carácter completamente descontextualizado de algunas explicaciones que obviaban el efecto de variables contextuales en el desempeño de los líderes. Estos autores cuestionan, además, la visión pasiva del papel de los seguidores que caracterizó los modelos de este período.

La segunda ola tiene como uno de sus hitos fundacionales el modelo de liderazgo situacional planteado por Hersey y Blanchard (1977), posteriormente ampliado y especificado por Yulk (2010). Los modelos elaborados en esta segunda etapa encajan dentro de lo que se conoce como paradigma relacional. A diferencia del enfoque tradicional, en este paradigma se pone el foco en la influencia recíproca entre líderes y seguidores, así como las características y la influencia del contexto que rodea a los líderes; en particular, la estructura de los grupos u organizaciones en los que aquellos se desenvuelven. En consecuencia, el análisis del liderazgo se enriquece con la incorporación de nuevas variables de estudio y niveles de análisis distintos al estrictamente individual (por ejemplo, díadas, grupos y organizaciones). Durante la segunda ola comienza ya a manifestarse el interés creciente por los estudios multinivel y surgen los primeros esbozos de teorías que adquirirán mayor amplitud y profundidad en el marco de la tercera ola.

La tercera ola está asociada con el avance y la profundización de las tendencias de cambio y transformación global, especialmente evidentes desde finales de los años ochenta. En este período cobra auge el paradigma de la espiritualidad (Kok y van den Heuven, 2019; Makka, 2019; van Saane, 2019). Dentro de esta corriente se encuentran modelos y teorías como las de liderazgo carismático, liderazgo transformacional, liderazgo auténtico, liderazgo servicial, liderazgo ético y, finalmente, liderazgo espiritual. La esencia de esta tercera ola consiste en un liderazgo que se ejerce con un propósito más trascendental para integrar un significado de vida.

Visión comparativa de las tres olas en el estudio del liderazgo

Primera ola Segunda ola Tercera ola
Principales variables
  • Atributos del líder
  • Conductas del líder
  • Carisma
  • Poder-influencia
  • Variables situacionales
  • Características del contexto
  • Relación líder-seguidores
Espiritualidad (propósito, discernimiento, sabiduría, valores)
Nivel de análisis Individual
  • Grupal
  • Organizacional
  • Múltiple
Orientación hacia la integración de niveles

El paradigma de la espiritualidad y la turbulencia global

Desde finales de la década de los ochenta, el mundo entra en una fase de cambios sin precedentes. Procesos como la globalización, el surgimiento de nuevos bloques de poder tras el fin del mundo bipolar, el desarrollo tecnológico y el auge de lo digital, la proliferación de nuevos patrones de identidad, el avance de la economía del conocimiento y la democratización de la información, han sacudido por completo los parámetros que sostenían al antiguo sistema (Rosenau, 1990). La magnitud de las alteraciones ha sido tal que Covey (2005) califica de sísmicos los cambios que han sacudido al mundo.

Se han empleado diversas categorías para caracterizar el nuevo contexto de finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Con base en las teorías del liderazgo estratégico de Warren Bennis y Burt Nanus (1985), en la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos se acuñó en 1987 el acrónimo VUCA para hacer referencia a las condiciones de volatilidad, incertidumbre (uncertainty), complejidad y ambigüedad propias de este período (U.S. Army Heritage and Education Center, 2019). Rosenau (1990) prefiere emplear el término «turbulencia»: una categoría asociada con complejidad, interdependencia, impredecibilidad e incluso conflicto. El programa de Educación Ejecutiva de la Universidad de Oxford acuñó un nuevo acrónimo para hacer una representación conceptual del reto de la formación de líderes: TUNA por turbulencia, incertidumbre (uncertainty), novedad y ambigüedad (Gordon, 2016).

Más recientemente Ann Pendleton-Jullian (2020) se ha referido al contexto actual como un mundo de aguas rápidas (white-water world), para aludir al carácter rápidamente cambiante, crecientemente conectado y profundamente imbricado del mundo contemporáneo. Palabras como caos, complejidad, conflicto, transformación vertiginosa, incertidumbre, impredecibilidad y volatilidad se erigen como adjetivos especialmente reveladores de la naturaleza de los tiempos que corren.

Van Saane (2019) señala que en el mundo VUCA, complejo, caótico y en constante cambio, con construcciones sociales que apuntan a la fragmentación y la desintegración, la espiritualidad se convierte en una necesidad. La espiritualidad se la ve, en este contexto, como la conexión con el propósito de la vida y su significado. La apertura y el interés que el estudio del liderazgo muestra ante esta noción, observada desde una perspectiva secular, vienen dados por la extraordinaria exigencia que el nuevo entorno supone para el ejercicio del papel de líder, así como por la constatación del fracaso de las formas tradicionales y autoritarias de liderazgo. Para van Saane, el liderazgo tradicional ha conducido a una profunda crisis moral, lo que aunado a la necesidad de formas más creíbles y sostenibles de liderazgo, ha dado cabida a la inclusión de la espiritualidad como categoría válida para caracterizar y comprender este proceso.

¿Qué se entiende por espiritualidad en este ámbito? Los autores que han estudiado la espiritualidad en el liderazgo señalan diferentes aristas:

  • Es una orientación hacia la búsqueda permanente de significado (van Saane, 2019).
  • Implica una mayor conciencia de la conexión entre el sí mismo y el mundo (Stamp, 1991).
  • Reconoce la inspiración de los otros para la construcción de visiones compartidas (Kouzes y Pozner, 1987).
  • Requiere la puesta en práctica activa de valores como integridad, confiabilidad, humildad y veracidad, así como la práctica reflexiva individual y un comportamiento ético, compasivo y respetuoso hacia los otros (Reave, 2005).
  • Es una visión integral del líder como un ser con mente, emociones y espíritu (Covey, 2005).

Al hacer referencia al liderazgo sin ego o liderazgo desprendido (selfless leadership), concepto claramente ubicado en el paradigma de la espiritualidad, Joubert (2019) plantea que el liderazgo va más allá de tomar buenas decisiones. Implica, además, «una vida bien vivida», orientada sin egoísmo al logro del bienestar de los otros, dentro de la propia esfera de influencia. Los líderes desprendidos lideran con mente y corazón, buscan el crecimiento de los colaboradores y los ayudan a superar sus limitaciones físicas y mentales.

El paradigma de la espiritualidad, al igual que los precedentes, abriga una diversidad de conceptos y modelos. Sin embargo, es posible destacar nociones centrales que tienden a ser compartidas por las diferentes teorías que lo integran: la importancia de actitudes y habilidades tales como conciencia, sabiduría y discernimiento, y al papel vital asignado a los valores.

Principales teorías dentro del paradigma de la espiritualidad

Liderazgo carismático
Considera cómo influyen los motivos y comportamientos del líder en sus seguidores. Toma algunos aspectos de la teoría del carisma de Max Weber y desecha otros.
Liderazgo transformativo
Considera que los valores de los seguidores son la base para desarrollar su conciencia de los asuntos éticos y movilizarlos hacia el cambio institucional y la satisfacción de las necesidades colectivas. Promueve la elevación moral de los seguidores, aunque algunas teorías recientes se centran en aspectos más pragmáticos.
Liderazgo ético
No existe acuerdo en cuanto a cómo definirlo y medirlo. Pero los diferentes enfoques comparten la importancia conferida a la integridad personal del líder y sus esfuerzos para influir en el comportamiento ético de los otros.
Liderazgo servicial
Considera que la esencia del liderazgo ético y principal responsabilidad del líder es el servicio a los otros. Los líderes habilitan, inspiran y procuran el desarrollo de sus seguidores, se ocupan de ellos antes que de la organización y muestran sólidos valores personales.
Liderazgo auténtico
Destaca la importancia de las palabras, valores y acciones de los líderes. El líder auténtico se caracteriza por un conjunto de valores centrales (honestidad, altruismo, gentileza, equidad, confiabilidad y optimismo), autoconciencia (de sus valores, creencias, emociones, habilidades e identidad) y por establecer una relación de confianza con los seguidores. Su comportamiento es consistente con los valores proclamados.
Liderazgo espiritual
Este tipo de liderazgo lleva a las personas a sentir que su vida tiene significado. Los valores del líder son la base de su comportamiento, mediante el cual puede influir en las prácticas y conductas organizacionales. Atribuye mucha importancia al carácter del líder. La espiritualidad se asocia con la trascendencia (las personas sienten que su significado y valor va más allá del logro de un beneficio económico o una gratificación personal), la pertenencia a una comunidad (estar conectado a los otros), el amor altruista (que entraña valores como gentileza, compasión, gratitud, comprensión, perdón, paciencia, humildad, honestidad, confianza y lealtad) y la fe y la esperanza (que implican optimismo, confiabilidad, coraje, resistencia, persistencia, resiliencia y serenidad).

La era poscovid-19: necesidad de un nuevo liderazgo

La pandemia por la covid-19, que comienza formalmente en marzo de 2020, vino a afianzar los procesos de cambio que motivaron el desarrollo del paradigma de la espiritualidad en el estudio del liderazgo. Según Maturen y Pizzolante (2021), la covid-19 ha acelerado un conjunto de transformaciones que venían ocurriendo, pero que quizás no habían sido comprendidas en su auténtica dimensión.

El mundo que —con dramática contundencia— se hace evidente con la pandemia se caracteriza por tendencias tales como auge del teletrabajo, importancia creciente de los espacios comunitarios como ámbitos de socialización (por encima de los entornos laborales), incorporación progresiva de las generaciones Y y Z en la fuerza laboral global (caracterizadas por su mayor orientación social e interés en la participación política), presión de los grandes problemas globales como el cambio climático e impacto de las desigualdades sociales (procesos que requieren respuestas urgentes de todos los actores sociales) y avance de la transformación tecnológica. Este mundo exige, en consecuencia, la construcción de nuevas interpretaciones en todas las esferas del quehacer humano. La manera de entender el liderazgo no es una excepción.

Las reflexiones que se han venido planteando en torno al liderazgo en el mundo poscovid-19 convergen en que deberá estar cada vez más centrado en dotar de significado y propósito a la labor de los compañeros, la práctica activa y consciente de valores considerados esenciales (humildad, flexibilidad, adaptabilidad, entre otros), la inclusión de todos los interesados en el abordaje de los problemas comunes, la hábil gestión de las emociones, la empatía y la intuición; así como la promoción del aprendizaje continuo, la reflexión y el intercambio de conocimientos (FYGL-GSC-Accenture, 2020; Jabari, 2020; Maturen y Pizzolante, 2021).

La era poscovid-19 aún no ha llegado, al menos no a esta parte del hemisferio. Pero es posible inferir que, una vez aclarado el panorama, el reto del liderazgo estará en alcanzar un equilibrio entre las exigencias de la globalidad (que cada vez se viven con mayor impacto local), las necesidades internas de las organizaciones y el sentido individual que cada líder elija asignarle a su ejercicio.


María Elena Pinto Mota, consultora en aprendizaje estratégico y profesora invitada del IESA. Claudia Álvarez Ortiz, profesora del IESA, especialista en habilidades de pensamiento y coordinadora del Programa de Liderazgo del IESA (PLIESA).

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Referencias

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  • FYGL-GSC-Accenture (2020). Responsible leadership for a sustainable and equitable world. Forum of Young Global Leaders-Global Shapers Community-Accenture. https://www.accenture.com/_acnmedia/PDF-115/Accenture-DAVOS-Responsible-Leadership-Report.pdf#zoom=40
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