Educación financiera: una asignatura pendiente en Venezuela

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La educación financiera ofrece las herramientas necesarias para llevar a cabo una gerencia apropiada de las finanzas personales. Una buena vida financiera es uno de los factores que más contribuyen al bienestar de por vida.


En lo que va de siglo algunos países de América Latina y el Caribe, así como del resto del mundo, han realizado esfuerzos crecientes dirigidos a educar e incluir financieramente a su población, especialmente durante la última década. Tales esfuerzos han sido realizados tanto por el sector privado como el público, con casos exitosos de políticas públicas en Brasil, México y Uruguay, entre otros países latinoamericanos.

¿Qué es la educación financiera? ¿Cómo se mide? ¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son algunos aspectos clave para promover la educación financiera en Venezuela?

 

¿En qué consiste la educación financiera?

La educación financiera consiste en «proveer la información y los conocimientos, así como ayudar a desarrollar las habilidades necesarias para evaluar las opciones y tomar las mejores decisiones financieras», según la Comisión Federal de Estados Unidos para la Educación Financiera. Esta educación permite a las personas entender el funcionamiento del dinero y proporciona las herramientas necesarias para llevar a cabo una gerencia apropiada de las finanzas personales (U.S. Financial Literacy and Education Commission, 2006: v).

Cuando un individuo adquiere educación lo hace, por lo general, con el objetivo de tomar decisiones que sean lo más acertadas posibles. La instrucción financiera no se limita a los aspectos cuantitativos inseparables de las finanzas. Es necesaria la práctica, lo que implica hábitos, constancia y disciplina; es decir, habilidades de índole cualitativa. La educación financiera abarca seis tipos de factores:

  1. Habilidades fundamentales: pueden ser tanto cognitivas (trazado de metas, planificación a corto y largo plazo, y autocontrol) como concretas (matemática y definiciones básicas de economía).
  2. Conceptos clave y habilidades específicas: incluye prácticas tales como elaboración de presupuestos, control de gastos y destino de los fondos para el ahorro, créditos y endeudamiento, impuestos, seguros, operaciones financieras con la banca y fraude.
  3. Oportunidades: acceso a productos financieros tales como cuentas de ahorro, tarjetas de débito, tarjetas de crédito y mercados, mediante la elaboración de una cartera de inversión. Este «puente» entre las instituciones y las personas resulta clave para aplicar los conocimientos adquiridos.
  4. Factores psicológicos: el punto medio entre los conocimientos y las habilidades consiste en aspectos específicos del individuo tales como confianza, compromiso de pago y actitud para priorizar necesidades y aplicar efectivamente las herramientas financieras al tomar decisiones.
  5. Comportamientos financieros: productos del conocimiento y muy relacionados con la psicología del individuo, resultan beneficiosos al hacer seguimiento a las inversiones, pagar deudas o manejar presupuestos.
  6. Aprendizaje experimental: existe una relación entre las habilidades, los conocimientos y el comportamiento individual, por lo que resulta fundamental unir estos tres elementos con experiencias que provean información suficiente para refinar las decisiones (Brookings Institution, 2018).

¿Cómo se mide el grado de instrucción financiera de una población?

Se pueden distinguir tres dimensiones en la medición de las capacidades financieras (instrucción financiera) de las personas: conocimientos (cognición), actitudes (disposición), y comportamientos (Grifoni y otros, 2020).

En líneas generales, aunque ha habido algunas mejoras en las capacidades financieras de la población durante la última década, algunos estudios de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos arrojan que los países latinoamericanos siguen por detrás de los desarrollados. Esto es así, especialmente, en lo que se refiere al comportamiento financiero, definido como una medida cercana a la buena salud financiera que puede tener una persona (Arellano y otros, 2019). En cuanto a conocimientos y actitudes, y aunque parezca contraintuitivo, en algunos casos los países de América Latina superan a los desarrollados. Esto ocurre a pesar de lo poco que se ha avanzado en la actualización de los programas de las escuelas y universidades durante las últimas décadas, y refuerza otro hallazgo importante: del saber a la acción existe una brecha apreciable.

En la evaluación general, que incluye las tres dimensiones (conocimientos, actitudes y comportamientos), Chile y Bolivia son los países más destacados, con puntajes de 13,9 y 13,7, respectivamente, sobre un total de 21 puntos. Argentina y Paraguay obtuvieron los menores puntajes (11,4 y 10,5, respectivamente). El promedio de los países latinoamericanos iguala al de los países del G20: 12,7.

Lamentablemente estos estudios no reportan datos sobre la situación actual (o de los últimos años) en Venezuela. Es necesario establecer mecanismos de cooperación entre el gobierno nacional, los bancos de desarrollo, las entidades privadas y demás instituciones para medir, analizar los resultados, tomar decisiones y actuar para mejorar la educación y la inclusión financiera de los venezolanos.

¿Qué pasa con los estudiantes?

Los resultados del Programa de la OCDE para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), muestran que el desempeño de los países latinoamericanos en cuanto a competencias financieras está por debajo del promedio de la OCDE. En particular, Brasil (43), Chile (30), Perú (46) y Colombia (57) registraron mayores porcentajes de estudiantes que no alcanzaron un nivel básico de competencias financieras, muy superiores al promedio de la OCDE, ubicado en apenas 22. Estos resultados son de 2018, excepto el caso de Colombia (2012), por lo que puede haber algún avance desde esas fechas (CAF y OCDE, 2020). Sin embargo, no deja de ser preocupante saber que, en aquel momento, algunos países latinoamericanos duplicaban y casi triplicaban este indicador con respecto a los de la OCDE. En el caso particular de Venezuela, donde el acceso a la educación financiera ha sido escaso, la situación pudiera ser incluso peor.

Más allá de los esfuerzos del sector privado y de organizaciones no-gubernamentales en lo que respecta tanto a educación como a inclusión financiera, es necesario que el sector público cree y ejecute estrategias nacionales de educación e inclusión financiera que contribuyan al desarrollo de este tipo de competencias, no solo en estudiantes, sino en todos los grupos que componen la sociedad.

Habilidades blandas y poblaciones vulnerables

Es conveniente destacar el impacto positivo que tienen tanto las habilidades numéricas como las llamadas habilidades «blandas» (liderazgo, comunicación, negociación, entre otras) en el proceso de pensamiento que lleva a buenas decisiones financieras. ¿Por qué? Porque permite a las personas entender mejor los productos y hábitos financieros que tienen a su disposición; específicamente, los beneficios y riesgos asociados con cada uno de ellos, así como la conveniencia de elegir uno u otro.

Algunos estudios de la OCDE han mostrado que los adultos jóvenes (19 a 25 años) en países como Ecuador, México y Perú tienen mayores competencias en lectura, matemática y ciencia que los adultos mayores (más de 60 años) (CAF y OCDE, 2020). Estos últimos forman un segmento poblacional vulnerable. Por eso es importante que los esfuerzos dentro y fuera del sistema educativo formal, en todas sus dimensiones, estén dirigidos a llevar la educación financiera a todas las personas, de cualquier edad y característica socioeconómica, como un aspecto fundamental para el desarrollo y el crecimiento de la economía, el mejoramiento de la calidad de vida y la reducción de la desigualdad en la población. La falta de alfabetización financiera está relacionada con una serie de comportamientos crediticios negativos, que incluyen la morosidad hipotecaria y el endeudamiento a altas tasas de interés (Hastings y otros, 2013).

¿Cuáles temas deberían enseñarse?

Es necesario elaborar programas de formación financiera que puedan beneficiar a cualquier estudiante, según sus objetivos, necesidades, aspiraciones y recursos actuales. Un curso o programa básico sobre finanzas personales debería abarcar seis temas principales:

  1. Principios de economía: una introducción que incluya el estudio del comportamiento de los agentes económicos, aspectos microeconómicos (oferta y demanda) y macroeconómicos (flujo circular de la renta, agregados e indicadores macroeconómicos, mercados y políticas fiscales y monetarias), y el proceso de creación del dinero.
  2. Contabilidad financiera: manejo de la información contable, registro de transacciones económicas y la ecuación contable, elaboración e interpretación de estados financieros (resultados y situación financiera) y cálculo de indicadores financieros.
  3. Matemática financiera: la teoría del valor del dinero en el tiempo y el costo de oportunidad, riesgo y rendimiento, sistemas financieros (interés simple y compuesto), cálculo del valor futuro y presente de operaciones financieras básicas y manejo de las tasas de interés.
  4. Gestión financiera y elaboración de presupuestos: cálculo del flujo de caja, ahorro, inversión y planes de consumo, elaboración de presupuestos y establecimiento de metas, los mercados de renta fija y renta variable, carteras de inversión, uso de hojas de cálculo para la elaboración de formatos y simulaciones de juegos de inversión.
  5. Gestión de créditos y préstamos: aspectos generales del crédito, características y tipos, instrumentos de crédito, elaboración de tablas de amortización y gestión de riesgos.
  6. Marco legal y regulaciones: leyes y aspectos tributarios propios de cada país.

¿Por dónde empezar?

Un número creciente de países ha incluido la educación financiera en los planes de estudio escolares. Sin embargo, aún existen barreras que deben superarse. Los países más exitosos en proporcionar educación financiera efectiva a sus poblaciones han adoptado las siguientes estrategias (OECD, 2012):

  1. La educación financiera en las escuelas ha sido parte de una estrategia nacional coordinada capaz de garantizar la relevancia y la sostenibilidad a largo plazo.
  2. El contenido debe cubrir conocimientos, habilidades, actitudes y valores, y debe haber un marco de aprendizaje (nacional o regional) que establezca metas, aprendizaje, contenido, resultados, enfoques pedagógicos, financiación y planes de evaluación.
  3. La educación financiera debe introducirse desde el comienzo de la escolaridad formal y continuar hasta el final del tiempo en la escuela. Según la psicóloga Mary Gresham, la educación financiera debería comenzar tan pronto como los niños sean conscientes del concepto de dinero (generalmente entre los cuatro y cinco años de edad). Además, los padres deberían considerar que la educación financiera es tan importante como la académica. Para que las lecciones de dinero sean asimiladas realmente, los niños deben tener cierto control y participación en las decisiones. Por ello, Gresham recomienda que se le dé una mesada al niño y se le pida que la divida en cuatro categorías: gastar, ahorrar, regalar e invertir. Finalmente, se recomienda que los niños usen las mismas aplicaciones de finanzas personales que usan sus padres (Hill, 2021).
  4. La educación financiera debe ser una parte fundamental del plan de estudios escolar. La educación financiera puede enseñarse como una asignatura independiente, aunque ello no es necesario. También se sugiere integrar la educación financiera en otras materias como economía, matemática o ciencias sociales (OECD, 2012).
  5. Los maestros deben estar adecuadamente capacitados y dotados de recursos, y deben recibir apoyo y capacitación continuos para enseñar educación financiera.
  6. Es necesario evaluar el progreso de los estudiantes y reconocer sus logros.

Para poner en perspectiva la puesta en práctica de planes de educación financiera considere el caso de Estados Unidos. En ese país, 25 estados introdujeron en 2021 legislación sobre educación en finanzas personales (Reinicke, 2021). El impacto económico de la pandemia ha arrojado luz sobre la importancia de la educación en finanzas personales. Datos preliminares sugieren que quienes contaban con mayor educación financiera fueron capaces de capear mejor los adversos efectos económicos que ella causó. Además, siete estados en Estados Unidos ya tienen lo que algunos denominan el «estándar de oro» de la educación escolar en finanzas personales: un curso independiente centrado en finanzas personales y que dura medio semestre.

La educación financiera es una asignatura pendiente en Venezuela. Cada año que pasa, el país se rezaga aún más con respecto a Latinoamérica y al resto del mundo. Una buena vida financiera es uno de los factores que más contribuyen al bienestar de por vida.


Gabriel Bravo, director de producto de Val-u y profesor de finanzas en la Universidad Católica Andrés Bello.

Urbi Garay, profesor y director de Investigaciones, IESA.

Eduardo Guevara, director de operaciones de Val-u.

Referencias

Arellano, A., Cámara, N. y Mejía, D. (2019, 30 de agosto). Vulnerabilidad financiera y comportamiento del consumidor: El papel de la salud financiera. BBVA Research. Documento número 19/11. https://www.bbvaresearch.com/publicaciones/vulnerabilidad-financiera-y-comportamiento-del-consumidor-el-papel-de-la-salud-financiera/

Brookings Institution. (2018). A review of large-scale youth financial literacy education policies and programs. https://www.brookings.edu/wp-content/uploads/2018/10/ES_20181001_Financial-Literacy-Review.pdf

CAF y OCDE. (2020). Estrategias nacionales de inclusión y educación financiera en América Latina y el Caribe: retos de implementación. CAF-Banco de Desarrollo de América Latina y Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Grifoni, A., Mejía, D., Morais, S., Ortega, S. y Roa, M. J. (2020). Estrategias nacionales de inclusión y educación financiera en América Latina y el Caribe: Retos de implementación. OCDE y CAF. http://scioteca.caf.com/handle/123456789/1605

Hastings, J., Madrian, B. y Skimmyhorn, W. (2013). Financial literacy, financial education, and economic outcomes. Annual Review of Economics, 5(1), 347-373. https://doi.org/10.1146/annurev-economics-082312-125807

Hill, S. (2021, 21 de marzo). How to teach your kids about money. Wired. https://www.wired.com/story/how-to-teach-your-kids-about-money/

OECD e International Network on Financial Education. (2012). Financial education in schools. https://www.oecd.org/finance/financial-education/FinEdSchool_web.pdf

Reinicke, C. (2021, 3 de junio). 25 states have introduced personal finance education legislation so far this year. CNBC. https://www.cnbc.com/2021/06/03/25-states-have-introduced-personal-finance-education-bills-this-year.html

U.S. Financial Literacy and Education Commission. (2006). The National Strategy for Financial Literacy.