Cuando Hamlet se entera de que su padre fue asesinado por su tío, el nuevo rey casado con su madre, decide vengarlo, para lo cual aparenta estar loco. Actúa ante los otros para confundirlos y lograr su propósito: presenta una obra de teatro. Su locura es la estrategia de Shakespeare para censurar la usurpación del poder.
Leonardo Azparren Giménez / 8 de enero de 2021
Para Hamlet (publicado en 1601) Shakespeare se inspiró en la obra de Saxo Grammaticus Historiae Danicae (Historia danesa), de 1200, después repetida por François de Belleforest en Histoires tragiques (Historias trágicas), de 1576. En el texto de Saxo están algunos rasgos que toma Shakespeare: el deseo de venganza por la muerte del padre, la oposición entre Amleto (Hamlet) y Fengón (Claudio), el viaje a Britania y la locura fingida. Shakespeare incorpora el fantasma del padre, Ofelia y su padre, las escenas de teatro y la duda. La diferencia fundamental es la individualidad típicamente renacentista y cristiana que es Hamlet. Además, en 1601 Dinamarca todavía era una nación imperial con control sobre parte de Alemania, Noruega, el sur de Suecia, Islandia y Groenlandia.
Situaciones previas e iniciales
Shakespeare representa un suceso con raíces en las relaciones de poder habidas entre los siglos IX y XII: el más fuerte mataba al rey y asumía el trono y el poder, sin respeto por el derecho de sangre, y tomaba por esposa a la recién viuda. En Hamlet, el asesinato del rey y el matrimonio de Claudio con su viuda Gertrud ocurren antes de comenzar la acción, y provocan situaciones determinantes para el protagonista. Sin embargo, la causa inmediata que lo lleva a actuar como lo hace es su encuentro con el fantasma de su padre, por quien se entera de —y comprende— lo sucedido.
El encuentro decisivo ocurre en la quinta escena del primer acto; tiempo suficiente desde la primera escena para aprovechar la creencia popular en los fantasmas y construir el significado y la expectativa de la fábula. Shakespeare administra el tiempo dramático. En la cuarta escena Hamlet ve por primera vez el espectro de su padre:
Seas espíritu del bien o maligno,
ya te acompañen auras del cielo o ráfagas del infierno,
sea tu intención sana o perversa,
llegas hasta mí en forma tan misteriosa
que he de hablarte.
Hamlet identifica a su padre por su vestimenta militar, asoma el tema de la duda y hace presente la venganza. En el encuentro se plantean las dos dimensiones de la fábula: la pública y política (por el asesinato del rey y la usurpación del poder) y la privada (por el matrimonio de su madre con el criminal y usurpador). Shakespeare completa la situación dramática general cuando califica al asesino del padre de Hamlet y a su madre.
Hamlet es el escéptico que duda en el vacío. Es el individuo moderno.
El espectro insiste en pedirle a Hamlet la venganza: «No dejes que el lecho real de Dinamarca / sea tálamo de lujuria y criminal incesto». Por eso, la decisión de Hamlet no se hace esperar: «Que solo tu mandato viva / en el libro y las páginas de mi cerebro / sin nada que lo infecte». Es el momento cuando Hamlet reconoce su situación existencial, a partir de la cual la peripecia es un corte de aguas porque prepara su mente, toma la decisión fundamental de su vida y establece el principio a partir del cual desarrollará su estrategia de venganza: aparentar locura y vestir «de lunática actitud».
Mientras Shakespeare coloca a Hamlet en su situación básica de enunciación —vengar la muerte de su padre— en paralelo construye el marco sociopolítico de la fábula, la situación militar: un eventual conflicto con Noruega. Shakespeare consolida la cualidad histórica de su fábula porque el joven Fortimbrás, hijo del rey noruego muerto, pretende invadir Dinamarca para recuperar los territorios perdidos. Es decir, la Dinamarca de Hamlet tiene una situación militar y política que conmociona al Estado.
Las dimensiones pública y privada iniciales representan el marco social en el que está Hamlet, donde simula y se convierte en actor de su propia existencia, con quienes lo rodean como espectadores de sus simulaciones. Pero no simula su dolor por la muerte de su padre y el disgusto por el matrimonio de su madre. Por eso, una de sus más sonoras expresiones es: «Fragilidad, vuestro nombre es mujer».
La crítica a su madre es muy dramática. Hamlet oscila entre la venganza y el odio. Es un cuadro dramático que ha servido para compararlo con el Orestes de Esquilo en La Orestíada (458 a. C.), quien en medio de dudas venga el asesinato de su padre Agamenón al ajusticiar a su madre, Clitemnestra, autora del crimen.
Hamlet solo se plantea ajusticiar a Claudio. Acusa a su madre de concubinato e incesto, antes de saber la verdad sobre la muerte de su padre, e ironiza sobre su inmediatez y el casamiento: «La carne guisada en el funeral fue buen entremés para la boda». Así, acosado por la muerte de su padre y la infidelidad de su madre tendrá razones suficientes para interrogarse sobre su ser en el mundo. Después de hablar con su espectro, será radical.
El último elemento de las escenas iniciales es el galanteo de Hamlet a Ofelia, en el que resaltan sus diferencias de clase y razones de Estado. Shakespeare ubica su fábula en un nivel casi de comedia, lejos de cualquier grandilocuencia dramática. Ofelia y Laertes ignoran la situación de Hamlet, con lo que Shakespeare refresca el inicio de su fábula, antes de encaminarla hacia su fin trágico.
Una tragedia de venganza e incertidumbre
Hamlet vive confrontado y en diálogo con su conciencia. Establece nuevas relaciones con su familia y allegados; siempre con el propósito de tomar venganza, aunque sin saber cómo concretarla; de ahí la indecisión con la que actúa.
Este aspecto ha llevado a buena parte de la crítica a considerar Hamlet una tragedia de venganza, por contener elementos propios de este género de obras. Con su «locura», Hamlet debilita al adversario y crea situaciones favorables a su propósito. De esta manera, la expectativa es doble: por un lado, la preocupación de sus allegados para sanarlo y, por el otro, la del espectador que conoce la realidad.
Un drama familiar
Un padre asesinado, una madre viuda en segundas nupcias con el asesino de su anterior marido, un hijo en conflicto por la situación que vive, una joven pretendida y un oscuro hecho que ensombrece la vida de todos. Es la situación familiar perfecta de un drama romántico y de un amor frustrado.
La diferencia está en las interrogantes que Shakespeare plantea al espectador sobre el significado de la existencia humana. La mayoría de los críticos coinciden en destacar la conciencia indecisa de Hamlet para actuar y tomar venganza: vengar o no vengar, ser o no ser.
La situación familiar de Hamlet está determinada por su fingida locura, ante la cual los otros personajes no saben cómo reaccionar ni actuar. Hamlet emplea la estrategia del actor para la venganza. En su primera aparición ante Ofelia, la perturba. Hamlet había sido galante con ella y dado pruebas de su afecto; pero, en el nuevo encuentro, la desequilibra. Ofelia habla desconcertada:
Estaba yo cociendo en mi estancia, señor,
cuando el príncipe Hamlet… —su cabeza descubierta,
su jubón sin ceñir, sus medias todas sucias,
sin ligas, y caídas hasta los tobillos,
pálido como su blusón, las rodillas temblando,
y con un aspecto tan lamentable
como si escapado del infierno quisiera contarnos
sus horrores— cuando él, Hamlet, vino a mi encuentro.
La locura de Hamlet se vuelve asunto del rey, quien la atribuye a la muerte (no asesinato) del padre. Por eso entran en escena Rosencrantz y Guildenstern, sus amigos de antes, a quienes el rey pide «descubrir / en ocasión propicia, qué cosa para nosotros desconocida / le causa esa aflicción». Con estos dos personajes Shakespeare amplía la intriga de la fábula, porque devienen instrumentos del rey para desprenderse de Hamlet.
Hamlet actúa ante los otros, salvo con Horacio. Después de todo, como lo demuestra más adelante, tiene conocimiento del teatro y del arte del actor. Se pasea sin rumbo por el palacio, lee libros, divaga. Polonio, servidor intrigante a las órdenes del rey, intenta descubrir qué oculta; pero Hamlet es muy hábil para eludir cualquier pregunta incómoda. Juega con las palabras para confundir: «Yo solo estoy loco con el nor-noroeste, pero si sopla del sur distingo muy bien entre un halcón y una garza».
El drama familiar resalta en las relaciones Hamlet-Ofelia. El rey procura un encuentro entre ellos para confirmar «si son sus males / de amor o no los que le causan / ese sufrimiento». Para sanarlo, el rey decide enviarlo a Inglaterra.
Con los soliloquios Shakespeare desarrolla su visión del mundo, en particular con los de Hamlet
Inglaterra deviene un referente importante, al igual que Noruega, porque el interés de Claudio sufre un cambio después de la representación teatral. Insistirá en enviar allí a Hamlet, no con el propósito de reclamar el tributo que ese país adeuda a Dinamarca y sane de su locura. Su propósito es otro: que muera.
Shakespeare trabaja una doble información y la consiguiente expectativa en el espectador. La locura es una simulación estratégica que da fuerza dramática a la fábula, al igual que en Hamlet sirve para la venganza. Pero se atraviesa el teatro. Shakespeare hace gala del conocimiento de su oficio y muestra el valor político del teatro. Hamlet hace venir a un grupo de cómicos itinerantes para representar una comedia en la corte.
El drama familiar adquiere su mayor intensidad y profundidad en el encuentro de Hamlet con su madre. Es su momento de mayor lucidez, porque ante ella no simula; además, ocurre la última aparición del espectro de su padre. Es la situación de padre, madre e hijo. Shakespeare construye una situación violenta, en la que el hijo no tiene medida para hablarle a su madre mientras, en un momento imprevisto, aparece el espectro. Cuando Hamlet abandona la habitación de su madre, esa familia está destruida.
Momentos antes fue representada La ratonera, obra sobre el asesinato de un rey. Pero no es ese el tema de la discusión entre hijo y madre, sino el reclamo por ser «mujer del hermano de vuestro marido. / Y —¡ojalá no fuera así!— también sois mi madre». El curioso de Polonio, escondido para oír la conversación e informar al rey, muere asesinado por Hamlet. Hamlet no simula cuando se desborda en reclamos a su madre por «estar haciendo el amor entre inmundicias». Solicita a su madre no ir al lecho de su tío y practicar la continencia. Actúa con plena lucidez.
Un drama personal e íntimo
Shakespeare es el creador de las más grandes individualidades renacentistas en los marcos sociales del humanismo, pero ancladas en el antiguo orden social y moral devienen trágicas. Para representarlas emplea soliloquios y monólogos, en situaciones en las que los personajes se encuentran consigo mismos y reflexionan sobre sus relaciones con la realidad que los rodea, además de emplear la ironía cuando se confrontan diálogo a diálogo. Hamlet es su cúspide. Es el arquetipo y paradigma del hombre moderno, en diálogo permanente con su conciencia para comprender su relación con el mundo, con los otros y con su propia existencia. Es el escéptico que duda en el vacío. Es el individuo moderno.
Después de su encuentro con el espectro, Hamlet experimenta una transformación espiritual y psicológica que agrava su crisis por el matrimonio de su madre con su tío. Dudas y nihilismo se hacen presentes. Siente que el destino lo llama y se siente comprometido:
El tiempo está fuera de juicio… ¡Suerte maldita!
que haya tenido que nacer yo para enderezarlo.
El largo soliloquio del espectro es seguido por el de Hamlet, en el que decide borrar «de las tablas de mi memoria / todo recuerdo frívolo» para que «solo tu mandato viva / en el libro y las páginas de mi cerebro / sin nada que lo infecte». Califica de perversa a su madre, tirano a su tío rey y, poco después, decide cambiar su actitud y comportamiento ante los demás.
Con los soliloquios Shakespeare desarrolla su visión del mundo, en particular con los de Hamlet. Lasituacióndel hombre en el mundo, su grandeza y futilidad, sus certezas y dudas, sus realidades e ilusiones, sintetizadas en la más metafísica interrogación puesta en boca de un personaje sobre la realidad y el sueño, morir y dormir: «Ser o no ser… He ahí el dilema». Tresdécadas después Segismundo se hará preguntas parecidas en La vida es sueño (1636) de Calderón de la Barca: «El delito mayor / del hombre es haber nacido», «El vivir es soñar» y «Toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son».
Pero Shakespeare y Hamlet no son filósofos metafísicos y la duda de Hamlet tiene relación directa con su situación personal, privada y pública:
¿Pues quién podrá soportar los azotes y las burlas del mundo,
la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio,
la angustia del amor despreciado, la espera del juicio,
la arrogancia del poderoso, y la humillación
que la virtud recibe de quien es indigno,
cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso
en el filo desnudo del puñal?
El año 1601 fue crucial por la conspiración del conde de Essex contra la reina Isabel I de Inglaterra y su posterior ejecución. Puede suponerse que el espectador pensaría en tiranías y soberbias más allá de las del rey hamletiano.
Después, cuando le anuncian la presencia de los actores, el teatro se le revela una realidad paralela en sus fingimientos y decide usarlo para su venganza:
Haré que estos cómicos,
interpreten la muerte de mi padre
ante mi tío. Observaré sus miradas.
Le hurgaré hasta el fondo. Si se estremece
sé lo que debo hacer.
Shakespeare explora la conciencia de todos sus personajes para mostrar su humanidad, e interroga la del espectador. Así surgen sus grandes individualidades. Aun antes de la representación, en su intimidad, el rey Claudio está consciente de su crimen. Después de la representación es más sincero consigo mismo y repugna de sí: «Sucio es mi delito; su hedor llega hasta el cielo. / Lleva la marca de la más antigua de las maldiciones: / asesinar al hermano».
¿Por qué Hamlet veja a Ofelia? En la escena principal entre ambos la agrede de palabra y la desquicia. Le dice que la amaba, pero no. Repetidas veces la envía a un convento. ¿Sabe Hamlet que el rey y Polonio están escondidos para oírlos? ¿Por ello simula un arrebato desquiciado? La víctima, Ofelia, sufre las consecuencias y encuentra la muerte de manera aparentemente accidental.
El teatro y la política
El teatro isabelino siempre tuvo conciencia de su realidad. No es casual que en 1599 el Consejo Privado de la reina prohibiera las obras sobre la historia de Inglaterra. Shakespeare comprendió la significación del teatro como producto social, y en varias obras consideró al teatro un universo análogo a la vida. En el conjunto de su obra se hace evidente que escribió no solo para agradar al espectador y ser un autor de éxito, sino también para comprometerse con su época; algunas veces de manera elusiva, otras más directamente como en Hamlet, Julio César y El rey Lear. El mundo es un teatro donde cada quien tiene asignado un papel; una visión que repite en Como gustéis:
¡El mundo es un gran escenario
y simples comediantes los hombres y mujeres!
Y tienen marcados sus mutis y las apariciones
y en el tiempo que se les asigna hacen muchos papeles,
pues en siete edades se dividen sus actos.
Por eso Shakespeare utiliza a los cómicos que representan La ratonera para exponer su teoría sobre el teatro y mostrar un ejemplo de teatro político. Sabe, y lo pone en boca de su personaje, que el teatro es «el resumen y la crónica del presente», pues el fin del teatro es
Poner un espejo ante el mundo, mostrarle a la virtud su propia cara, al vicio su imagen propia y a cada época y generación su cuerpo y molde. Y esto sin exageraciones en uno u otro sentido, pues, aunque hacen reír a los necios, irritan a los discretos, cuya crítica —aunque de uno solo se trate— debe pesar más en vosotros que la de un teatro lleno de los más torpes.
Sin duda, el mensaje es doble: el del dramaturgo Hamlet a sus actores y el del dramaturgo Shakespeare al teatro de todas las épocas. En Las ranas (405 a. C.) Aristófanes había hecho decir a uno de sus personajes que la misión del dramaturgo es hacer mejores a los hombres en las ciudades.
Leonardo Azparren Giménez, crítico de teatro y profesor de la Universidad Central de Venezuela.