El crecimiento chino: ¿una profecía incumplida?

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Foto: Pixabay.

En la última década se ha esperado que la economía del gigante asiático desplace a la estadounidense y pase a ser la primera del planeta. Pero, a raíz de la reapertura luego del encierro por la covid, tal desplazamiento parece cada vez más lejos de ocurrir. La redefinición del modelo de crecimiento chino requerirá mucho tiempo y se desarrollará en un ambiente político inestable.


En la última década el mundo ha vivido con el pronóstico de que es solo cuestión de tiempo para que la economía del gigante asiático desplace a la estadounidense y pase a ser la primera economía del planeta. Sin embargo, a raíz de la reapertura de este país luego del encierro por la covid, parece que tal desplazamiento está cada vez más lejos de ocurrir.

Muchos formadores de opinión sostienen que, en esta ocasión, no funcionarán los viejos trucos usados por el gobierno chino en la última década para reactivar la economía cada vez que se ralentizaba. A menos que el gobierno haga una revisión fundamental de su estrategia económica, no logrará alcanzar las tasas de crecimiento necesarias para ocupar el tan anhelado primer lugar entre las economías del planeta.

En opinión de Mohamed El-Erian, presidente del Queens’ College de la Universidad de Cambridge, el decepcionante desempeño económico de China en lo que va de 2023 puede atribuirse a dos factores principales: 1) una recuperación deficiente de la economía tras la flexibilización de las estrictas restricciones por la pandemia y 2) una estrategia económica basada en grandes inversiones en el sector inmobiliario, el desarrollo de plataformas de internet de alcance nacional, un elevado apalancamiento financiero de los gobiernos municipales, un papel muy protagónico de empresas estatales poco eficientes y un sector manufacturero atrasado que no produce gran valor agregado.

El agotamiento del modelo de crecimiento sucede en un contexto donde la intromisión del Partido Comunista Chino en las actividades empresariales privadas y las tensiones geopolíticas con Estados Unidos y la Unión Europea han reducido la inversión extranjera directa. El temor al comienzo de un ciclo deflacionario —que podría exacerbarse por la propensión de la población china a ahorrar para cubrir servicios que el Estado no garantiza—, ha creado la matriz de opinión entre inversionistas institucionales internacionales de que China no califica para formar parte de sus carteras de inversiones.

El gran problema es que hasta ahora el gobierno chino no se ha decidido a tomar medidas de gran impacto y, por supuesto, de alto costo político. El profesor El-Erian sostiene que China enfrenta no solo desafíos de crecimiento sino también importantes problemas financieros, incluidos focos de gran endeudamiento que fácilmente podrían transformarse en riesgos sistémicos. Esto limita el alcance de los estímulos utilizados hasta ahora.

El sector inmobiliario, tradicional motor de crecimiento del país, pasa por una serie de dificultades ocasionadas por un modelo de negocios caduco. Los hogares chinos que usan los inmuebles como vehículos de ahorro se han vuelto cautelosos en el gasto, lo que ralentiza la economía.

Las tensiones geopolíticas contribuyen a acrecentar el problema del crecimiento. Existe un firme convencimiento de que probablemente continúe el desacoplamiento económico y financiero entre China y Estados Unidos. Esto reducirá las contribuciones de las exportaciones al crecimiento económico y ocasionará disrupciones en importaciones consideradas estratégicas, lo que afectará las inversiones extranjeras directas y la propensión de los inversionistas en títulos de oferta pública a considerar los papeles chinos como opciones viables para colocar sus fondos.

China comienza ahora a enfrentar la trampa del estancamiento que sufren las economías emergentes. Después de un período largo de éxito económico quedan atrapadas en niveles de ingresos medios por no tener suficientes industrias creadoras de valor agregado que las impulsen para llegar a las filas de las economías desarrolladas.

¿Cuáles opciones tiene China? La tentación más común para atacar problemas de estancamiento económico es inyectar grandes cantidades de dinero a la economía, y correr el peligro de aumentar la corrupción y seguir financiando actividades poco rentables.

Siempre queda una opción más efectiva pero dolorosa: la llamada destrucción creativa. Esta opción consiste en estimular inversiones en sectores de alto valor agregado —energía verde, medicina, inteligencia artificial, supercomputación e ingeniería genética— y paralelamente restructurar empresas estatales ineficientes y dejar quebrar empresas zombis que sobreviven gracias al endeudamiento abundante y barato.

La redefinición del modelo de crecimiento chino requerirá mucho tiempo, y ocurrirá en un ambiente político inestable tanto a lo interno como en el marco de las relaciones internacionales. Para el Partido Comunista Chino no es sencillo vencer su inclinación a la centralización y la intervención en la microgestión de las empresas, y aceptar que debe dejar al sector privado encender su motor de crecimiento. Mientras no ocurran estos cambios, como advierte El-Erian, China no puede aspirar a ser la mayor economía del planeta.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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