El fantasma de la estanflación

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Imagen de Foto-Rabe en Pixabay

¿Es temporal el reciente brote inflacionario en la economía estadounidense? ¿Tendrá una larga duración? La respuesta marcará la agenda de la Reserva Federal en los próximos años. Si persisten la inflación y la escasez de materias primas e insumos intermedios, el fantasma de la estanflación rondará por las esquinas.


Uno de los grandes temas de discusión en la comunidad de negocios es la naturaleza del brote inflacionario que se experimenta en Estados Unidos a raíz de la reapertura de la economía en la pospandemia. El Directorio de la Reserva Federal (FED) y economistas tan reconocidos como Paul Krugman sostienen que el incremento de los precios es pasajero: terminará una vez que se resuelva una serie de cuellos de botella en el sector productivo. Otros, como es el caso de Mohamed El-Erian, presidente del Queens’ College de Cambridge y asesor financiero de vasta experiencia en el área de gestión de carteras institucionales, tienen otra visión sobre el tema.

En opinión de El-Erian la economía mundial sufre una disrupción de oferta de productos, debido al cierre de las actividades productivas en la primera fase de la pandemia, acompañada por el creciente costo del transporte de mercancía, la escasez de contenedores y la congestión en los principales puertos del mundo. La escasez de mano de obra también ha contribuido a reducir la oferta de productos y, además, ejerce presión en los salarios del sector industrial en Reino Unido y Estados Unidos.

La escasez de productos ha elevado los precios de las materias primas y un sinnúmero de piezas y partes utilizadas en una amplia gama de procesos productivos. Tal problema podría tardar hasta un par de años en resolverse, por lo que se atrasará la ejecución de las nuevas inversiones aupadas por la gran inyección de liquidez que ofrece la FED, así como la ejecución de políticas públicas.

El mercado laboral también podría tardar hasta dos años en regresar al equilibrio previo a la pandemia. Según algunos indicadores, ni la apertura de las escuelas ni el fin de los subsidios a los trabajadores que perdieron sus empleos en esta última crisis serán suficientes para motivar a los trabajadores a reincorporarse al mercado laboral.

La FED está atrapada en un dilema. Por un lado, el brote inflacionario es una razón buena para detener su programa de compra de bonos e hipotecas en los mercados financieros y permitir que suban las tasas de interés. Por el otro, la ralentización de la economía, ocasionada por la escasez de productos intermedios y materias primas, puede agravarse si aumenta el costo del dinero y ocurre la temida recesión.

Los mercados financieros, que basan las elevadas valuaciones de muchos títulos valores tanto en la predictibilidad como en la efectividad de las políticas de apoyo de la FED al buen funcionamiento de la economía, comenzarán a sufrir episodios de volatilidad de precios debido a la posibilidad de que la tan temida estanflación —estancamiento económico en un contexto inflacionario— pueda hacerse realidad. El procedimiento de estimular la demanda, tan propio de la crisis financiera de la década pasada y del comienzo de la pandemia, deja el escenario a otro problema: ¿cómo gestionar las economías y las empresas cuando hay rigidez en la oferta de materias primas y productos intermedios?

Los ensayos macroeconómicos parecen no tener fin. Los bancos centrales del G-7 tendrán que diseñar nuevas herramientas para seguir en su búsqueda quimérica de un crecimiento económico robusto y sin sorpresas.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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