El final del juego de Basilea

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La Reserva Federal de Estados Unidos propuso aumentar la capitalización de los grandes bancos estadounidenses. Esta propuesta, conocida como «El final del juego de Basilea», ha sido recibida por el sector bancario con mucho recelo, porque reducirá su participación en la transición energética, en el mercado de renta fija y en negocios crediticios frente a competidores no regulados.


Entre las grandes preocupaciones de los estudiosos de las regulaciones están las consecuencias indeseadas de las reformas implantadas con la intención de dar mayor estabilidad al sistema económico. Un ejemplo de ello es la ley Dodd-Frank de 2010, que surgió como respuesta a la gran crisis financiera estadounidense de la primera década del siglo XXI. Al regular el monto máximo de capital que una institución financiera podía destinar a títulos valores por cuenta propia, terminó por afectar la liquidez del mercado secundario de bonos, pues los bancos tuvieron que reducir su inventario de instrumentos de renta fija y, por lo tanto, su participación como intermediarios.

No es de extrañar entonces que una propuesta reciente de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) de aumentar la capitalización de los grandes bancos estadounidenses en 21 por ciento —que ha recibido el apodo de «El final del juego de Basilea» (Basel III endgame)— haya sido recibida por el sector bancario con gran recelo. El período de consulta establecido por la FED para revisar esta iniciativa terminó el pasado 16 de enero de 2024.

La reforma se hará efectiva el 1 de julio de 2025 y da un plazo de tres años para las adecuaciones de capital correspondientes. Los bancos regionales deberán también incrementar su capital en un diez por ciento.

La primera objeción, como era de esperarse, ha sido que esta iniciativa ocasionará una desaceleración del crecimiento económico, pues los aumentos de capital reducen la capacidad de los bancos para otorgar créditos. La restricción al crédito afecta directamente a la transición energética, pues los grandes bancos estadounidenses han sido importantes proveedores de financiación para proyectos de infraestructura verde: reciben créditos fiscales por colocar parte de su cartera de crédito en estas áreas.

Para cubrir las metas del gobierno estadounidense es necesario incrementar la inversión en el sector de 20.000 millones a 50.000 millones de dólares en los próximos años. Los bancos aportan en la actualidad el ochenta por ciento de los recursos asignados.

Otro segmento de negocios que se verá afectado es el mercado secundario de papeles de renta fija. Con la propuesta de la FED, el capital que los bancos deben destinar para actuar en la compraventa de títulos valores aumentará en setenta por ciento, lo cual inducirá una reducción de su participación en este mercado, que ha venido cayendo desde 2010.

El espacio que los bancos abandonan en el mercado de renta fija, especialmente en el caso de los bonos del Tesoro, obliga a la FED a incrementar su participación como proveedor de última instancia de liquidez al sistema. Esto lo ha venido haciendo desde 2019, para aliviar episodios de iliquidez que aumentan la volatilidad de los precios en los mercados financieros.

Las exigencias de capital adicional a los grandes bancos estadounidenses les obligan a ceder espacios a otros actores que no están sujetos a la supervisión de la FED. Entre ellos se destacan los bancos internacionales y los proveedores de fondos pertenecientes al mercado de capital privado.

La FED tiene en sus manos una papa caliente. Debe sopesar qué es más importante: promover la estabilidad financiera o garantizar el acceso de las empresas a los diversos productos financieros que ofrecen los bancos estadounidenses.

Toda medida que apunte a aumentar la estabilidad del sistema financiero mediante incrementos de capital reduce la rentabilidad de los bancos. Estos, a su vez, se ven obligados a revisar sus carteras de servicios financieros y dejar de ofrecer productos y servicios que no les resulten rentables.

Los espacios de negocios que abandonan los grandes bancos estadounidenses los cubren de manera imperfecta otros actores. Siempre quedan clientes, en particular las empresas pequeñas y medianas, sin recibir la atención requerida. Estas son algunas de las consecuencias no deseadas de los cambios regulatorios.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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