El futuro transformador: expandir las capacidades para usar el futuro

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Imaginar el futuro es una actividad retadora. El futuro es un espacio de una poderosa capacidad creadora y, en la medida en que se le pueda anticipar, puede convertirse en un motor transformador del presente.


La literatura sobre el futuro y sus implicaciones para la vida presente es fascinante y abundante; desde libros de aventuras y ciencia ficción, hasta textos más adentrados en el mundo de los negocios sobre planificación, diseño de escenarios y simulaciones. Pero poco se había elaborado sobre cómo usar el futuro para desarrollar sostenibilidad, inclusión y prosperidad. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) ha preparado un trabajo significativo sobre este tema, compilado en el libro Transforming the future: Anticipation in the 21st century (Miller, 2018).

 

Transformar el futuro

El libro presenta los experimentos realizados en treinta centros de pensamiento, agrupados en catorce casos de estudio. En estos estudios se indagó acerca de cómo la visión que se tiene del porvenir influye en la toma de decisiones; se aclaraba que el futuro, como tal, no existe, sino la anticipación de lo que puede ocurrir. Este elemento de la anticipación es, quizás, la conclusión más contundente de todo el libro: la forma como las personas anticipen el futuro tiene implicaciones en su vida cotidiana, como muestran algunos de los hallazgos más interesantes:

  • Las anticipaciones de las personas acerca del porvenir y los esquemas mentales que utilizan para imaginarlo son, por lo general, tan inconscientes que pasan inadvertidos. Esto dificulta tomar distancia para observar y analizar la relación entre la imaginación del mañana y los actos de hoy.
  • Los sistemas de anticipación —las diferentes formas que adopta el futuro en cada persona— son el punto de partida para la elaboración de un marco conceptual que conecta la teoría y la práctica de usar el futuro; además, constituye una base para la creación de las capacidades y herramientas de una nueva disciplina: alfabetización sobre el futuro.
  • Cuando las personas tienen la oportunidad de darse cuenta de sus anticipaciones sobre lo que puede ocurrir y las decisiones (u omisiones) que toman en sus vidas diarias a partir de ese ejercicio, tienen mayor potencial para emprender acciones cónsonas con los futuros que desean y que son posibles.

En muchas disciplinas del saber humano existen términos y procesos que proveen un marco legítimo para el estudio y la producción de conocimientos. Por ejemplo, si una persona se entrena en la disciplina económica adquiere conceptos clave: oferta, demanda, ventaja competitiva, entre muchos otros. Estos términos propician una plataforma para las discusiones y los acuerdos (o desacuerdos). De esa forma se ha desarrollado un marco práctico-conceptual para usar la anticipación de futuro que sienta las bases para realizar experimentos con rigor y expandir la formación educativa.

El concepto central de la alfabetización sobre el futuro es el de supuestos anticipatorios (Miller, 2018). Este concepto expresa el mecanismo que permite identificar las diferentes formas de imaginar el futuro y las herramientas y acciones que se necesitan para hacerlo realidad: a) valorar el pasado con sus fuerzas, patrones y tendencias para planificar; b) admitir la posibilidad de una emergencia y sus riesgos; y, sobre todo, c) reconocer la oportunidad de crear algo nuevo a lo que se aspira o se necesita construir.

En los ejercicios de construcción de futuro llevados a cabo en los laboratorios de la Unesco, con respecto a un espacio geográfico que va desde Ottawa (Canadá) hasta Laoag (Filipinas), el reto central ha sido llevar a los participantes a pensar el futuro más allá de sus supuestos habituales. Esos supuestos habituales constituyen, por lo general, una forma «determinística» de imaginar el mañana: una única y limitada proyección del momento presente. Los protocolos desarrollados por la Unesco permitieron que esos protagonistas pensaran en el porvenir más allá de la solución de problemas o el diseño de planes de contingencia. El objetivo de los ejercicios era que los participantes pudieran formular nuevas posibilidades a las inicialmente imaginadas.

Entre los catorce ejercicios documentados por la Unesco se destaca el caso de Manabí Será, realizado en Ecuador por el grupo FARO, un grupo ecuatoriano independiente, no partidista, que actúa como un laboratorio de ideas. En 2012 FARO decidió llevar la iniciativa de la Unesco a un nivel local: la provincia costera de Manabí, al norte de Ecuador. La iniciativa consistía en promover un proceso que permitiera a los ciudadanos de esa provincia crear una visión compartida del futuro de la provincia.

Manabí tenía en ese entonces 1,3 millones de habitantes, la tercera provincia más poblada del país. La diversidad de población y de recursos hacía de la región un lugar desafiante para promover proyectos de desarrollo que motivaran a la población y a sus instituciones a trabajar por metas comunes.

El diseño del ejercicio de futuro coordinado por la Unesco, y realizado por FARO, permitió precisamente que cientos de ciudadanos, de todos los quehaceres de esa sociedad, se reunieran, dialogaran, intercambiaran puntos de vista y, de manera progresiva, hilasen una visión compartida de futuro: convertir a Manabí en una región que estuviese impulsada por la innovación e inspirada por su identidad. La visión «Manabí: innovación inspirada en identidad» fue debatida y elegida por sus habitantes. Ese diálogo común alcanzado ha sido la génesis y la inspiración de muchos proyectos de desarrollo en la provincia y un punto de apoyo y resiliencia en momentos de emergencia como el terremoto de 2016 y la actual pandemia.

Este tipo de ejercicios tienen una función pedagógica: mostrar cómo la imaginación del futuro y los diálogos derivados se convierten en una capacidad que permite a los participantes decidir cómo ejercitar su imaginación para introducir un futuro posible en el presente. Sin embargo, esta capacidad de anticipar e imaginar no siempre es tan consciente, ni tan fácil de percibir. Dada su significación es necesario entender por qué, a partir de estas investigaciones, se concluye que existe un analfabetismo sobre las capacidades de creación de futuro.

 

La ilusión del fin de la historia

Una posible explicación de este fenómeno puede encontrarse en los resultados de una investigación conducida en la Universidad Harvard. Se midieron las personalidades, los valores y las preferencias de 19.000 personas con edades comprendidas entre 18 y 68 años. En particular se les preguntó cuánto habían cambiado sus vidas en la última década y cuánto cambiarían en la siguiente. El reporte concluye que, en general, las personas, al mirar al pasado, perciben que han cambiado mucho, pero que los cambios futuros serán menores: una actitud de «ya me he convertido en la persona que seré toda mi vida». Los investigadores denominaron esta actitud «la ilusión del fin de la historia», que tiene consecuencias prácticas: no solo se subestiman futuras oportunidades sino que, además, no se admite que en la próxima década puedan ocurrir cambios iguales o mayores que los de la década pasada (Quoidbach, Gilbert y Wilson, 2013).

La investigación extiende una posible explicación de esta ilusión: es más fácil para el cerebro mirar hacia atrás que ver hacia adelante. Realizar una labor de recuperación de la memoria es un ejercicio más sencillo que construir eventos nuevos. Este fenómeno tiene que ver con la percepción de la certeza y la incertidumbre: el pasado se asocia con la certeza de lo acontecido y el futuro con la incertidumbre de lo que no se sabe. La actividad de mirar hacia adelante es retadora, pero abre un espacio que puede transformar el presente.

 

El futuro transformador

Cuando el presente se torna conflictivo, cuando hay una crisis profunda y los actores están inmersos en una tormenta, se suele visualizar el futuro a través de una ventana cuyos marcos conceptuales están limitados por las creencias y los intereses del momento. El futuro puede convertirse en un espacio que permita ver más allá de lo que «determina» ese presente. Si se quita esa ventana, si incluso se sale de esa habitación, la persona se dará cuenta de que hay muchos caminos y el ejercicio entonces se convierte en un descubrimiento y una elección de cuál camino seguir, entre los muchos que existen. Esa toma de conciencia de que existen muchos caminos lleva a activar esa posibilidad en el hoy: esta es la esencia de un futuro transformador.

El futuro es plural, no singular. Pensar en plural sobre el porvenir es también un acto de creatividad: pensar fuera de la «caja» del momento actual. El futuro transformador es una capacidad que se puede entrenar y consiste esencialmente en usar la visión del mañana para activar acciones y llegar a acuerdos sobre adónde ir y cómo lograrlo. Si el futuro es un flujo de acontecimientos, tomarlo en cuenta es clave para garantizar que ese flujo de eventos elegido tenga continuidad (o ruptura), sea (o no) sostenible. El futuro transformador consiste, entonces, en repensar el futuro para cambiar el presente.


Claudia Álvarez-Ortiz, especialista en habilidades de pensamiento y profesora del IESA.

Referencias

Miller, R. (Ed.) (2018). Transforming the future: Anticipation in the 21st century. Unesco-Routledge.

Quoidbach, J., Gilbert, D. y Wilson, T. (2013). The end of history illusion. Science, 339(6.115), 96-98. https://wjh-www.harvard.edu/~dtg/Quoidbach%20et%20al%202013.pdf