El impacto de un MBA

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Una investigación reciente no encontró pruebas de que la presencia de presidentes ejecutivos con títulos de maestría en administración aumentara las ventas, la productividad, la inversión o las exportaciones de las empresas. Pero sí aumentaba los precios de sus acciones, así como la transferencia de recursos a los accionistas, vía recompras de acciones y dividendos.


En 2004 Henry Mintzberg —académico canadiense considerado una autoridad en diseño organizacional—, publicó un libro titulado Gerentes, no MBAs: una dura mirada a la débil práctica de gerenciar y desarrollar gerentes, que es sin duda uno de los ensayos más críticos de la manera en que las escuelas de gerencia desarrollan los programas educativos de los estudiantes de maestrías en negocios. Mintzberg sostiene que la gerencia sufre grandes problemas que no podrán resolverse sin cambiar algunas prácticas y el modo de enseñarlas.

Mucho tiempo ha transcurrido desde la publicación de este trabajo seminal y ha sucedido una serie de acontecimientos —como la Gran Crisis Financiera de 2007 y los problemas de la banca de consumo del grupo Wells Fargo— que reafirman una preocupación creciente sobre la pertinencia de lo que enseñan las escuelas de gerencia y el impacto de sus egresados en el mundo empresarial. Recientemente, los profesores Daron Acemoglu (MIT), Alex He (Universidad de Maryland) y Daniel le Maire (Universidad de Copenhague) se preguntaron si era posible identificar alguna contribución especial de los presidentes ejecutivos con títulos de maestría en administración a sus organizaciones. Para ello usaron una muestra de empresas estadounidenses y danesas. Los resultados los publicaron en un trabajo de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NBER, en Estados Unidos) titulado «Eclipse of rent-sharing».

Estos investigadores no encontraron pruebas de que los directores ejecutivos con tales títulos aumenten las ventas, la productividad, la inversión o las exportaciones. Adicionalmente, al usar datos detallados sobre empresas y trabajadores de Estados Unidos y Dinamarca, observaron los efectos de remplazar un presidente sin educación gerencial por uno poseedor de un MBA o una licenciatura en negocios. El mayor cambio que encontraron fue una caída de las remuneraciones de los trabajadores, medida como porcentaje de los ingresos. Este resultado es igualmente válido para Estados Unidos y Dinamarca.

En el caso de Estados Unidos los salarios en empresas dirigidas por egresados de maestrías en negocios fueron seis por ciento menores que los de su grupo de comparación, una vez transcurridos cinco años de su permanencia en el cargo, y cinco por ciento inferiores medidos como porcentajes de las ventas. En el caso de Dinamarca, estos números fueron del orden de tres por ciento en ambas medidas.

El estudio mostró que los empleados más calificados tenían más probabilidades de irse después de las disminuciones salariales relativas. Las empresas dirigidas por presidentes sin títulos en negocios comparten con su fuerza laboral los aumentos de los ingresos o las ganancias.

Pero los accionistas sí se benefician del nombramiento de un presidente con MBA, al menos a corto plazo. Los precios de las acciones aumentan, así como la transferencia de recursos a los accionistas vía recompras de acciones (en Estados Unidos) y mayores dividendos (tanto en Estados Unidos como en Dinamarca). A los gerentes con educación empresarial también se les paga más.

Los investigadores aclaran que a estos presidentes no los contrataron para rescatar empresas en problemas. Tampoco cambian los resultados si sustituyen a alguien por fallecimiento o retiro. No hay indicaciones de que los recursos que no se entregan a los trabajadores se hayan usado para aumentar inversiones en las empresas.

¿Por qué los presidentes ejecutivos con estudios gerenciales se comportan de esa manera? ¿Por qué ponen mayor atención a los accionistas que a otros grupos de intereses?

La mayoría de los presidentes que formaron parte de la muestra egresaron de las escuelas de negocios antes del año 2000. En ese entonces, el paradigma gerencial vigente correspondía al pensamiento del economista Milton Friedman, quien en 1970 dijo: «La responsabilidad social de las empresas es aumentar sus beneficios». La idea de que los buenos gerentes aumentan las ganancias de la empresa y obvian otras consideraciones era común en las escuelas de negocios y los departamentos de economía de la época.

La búsqueda de organizaciones livianas o la reingeniería de procesos, que apuntaban a la reducción de costos, inducían a los egresados de las escuelas de negocios a adoptar una postura más dura y garantizar que las mayores ganancias se destinaran principalmente a los accionistas. Adicionalmente, no siempre los presidentes y otros miembros de las altas esferas empresariales tienen posibilidad de desarrollar relaciones empáticas con los miembros peor remunerados de las empresas que dirigen.

¿Se puede inferir del artículo de Acemoglu, He y le Maire que las escuelas de negocios han perdido la brújula? No necesariamente. El cambio curricular de las escuelas de negocios se ha modificado sustancialmente para incorporar los puntos de vista de otros grupos de intereses que incluyen empleados y obreros, organismos reguladores, comunidades donde los negocios tienen sus sedes y, por supuesto, minorías de todo tipo.

Los cursos de ética, la inclusión de temas de gobierno empresarial y la preocupación por el ambiente han alcanzado una cobertura curricular impensable a finales del siglo XX. La mayoría de los egresados de las escuelas de negocios no ocupan las posiciones máximas de las empresas, pero si contribuyen a la creación de valor en los distintos cargos que ocupan.

Las escuelas de negocios, al igual que cualquier otra organización académica, tienen que estar abiertas a la crítica y la autoevaluación constante. Para ello cuentan con el apoyo y el monitoreo de organizaciones acreditadoras como AACSB, AMBA y EQUIS que, con sus estándares, las obligan a revisar constantemente la calidad y la pertinencia del producto que entregan a la sociedad.

La profunda revisión que experimenta el mundo, debido a la experiencia transformadora que fue la pandemia, obliga a pensar en grandes cambios. En el caso de las escuelas de negocios, el cambio empezará por revisar lo que se enseña, pero no puede quedarse ahí.

Es necesario repensar toda la experiencia educativa, incluidas las formas como los estudiantes socializan, forman redes y adquieren experiencias. Todo esto acompañado de una discusión más amplia de las responsabilidades sociales de las empresas y sus líderes que, en muchos casos, son actores principales en los órganos de gobierno de las escuelas de gerencia y también importantes patrocinadores.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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