El peligro de diferir

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Fotografía de Adam Nir en Unsplash

¿Por qué la Reserva Federal no ha comenzado a adoptar sus políticas antinflacionarias, pese a que reconoce que este no es un fenómeno transitorio? Cuando la inflación toca la puerta es un peligro diferir la intervención del Banco Central.


La Reserva Federal de Estados Unidos (FED) ha estado preparando a los mercados financieros para ejecutar dos movimientos tácticos que responderán al brote inflacionario experimentado en ese país durante el último año. Para nadie es un secreto que el Comité de Operaciones de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de esa institución aumentará la tasa interbancaria, en su reunión del 15 y el 16 de marzo de 2022, y que a finales del mismo mes acabará con su programa de compra de títulos de renta fija. Comenzará así el largo camino de contracción de su balance general.

Dado que en la narrativa de la FED se reconoce el hecho de que la inflación observada en los últimos meses no es un fenómeno temporal que se atenuaría una vez resueltos los cuellos de botella en las cadenas de suministros como se espera en un mundo poscovid, la gran preocupación de los actores económicos es conocer el plan del banco central estadounidense para evitar que el fenómeno inflacionario se salga de su control.

A finales de la semana comercial que terminó el 11 de febrero de 2022 los mercados a futuro sobre tasas de interés predecían una primera subida de la tasa interbancaria, del orden de 50 puntos básicos (uno por ciento equivale a cien puntos básicos). Esta podría ser la primera de una serie de hasta siete incrementos en lo que resta de 2022, según anticipan los analistas de Goldman Sachs.

Muchos actores económicos sienten una gran incomodidad por el hecho de que, aun cuando reconoce que la inflación ha comenzado a ser un problema, la FED difiera hasta marzo de 2022 la adopción de acciones concretas para intentar controlarla. Diferir ajustes económicos, al preferir acciones graduales a movimientos rápidos y dolorosos, puede conducir a medidas mucho más duras posteriormente.

Este comportamiento refuerza las percepciones de que la economía global y los mercados financieros deberán ajustarse para digerir mayores tasas de interés y mayores precios de bienes y servicios. Cuando la inflación se enquista en las percepciones de los actores económicos, las alzas de precios responden no solo a los rezagos sufridos en los ingresos de las empresas, sino también a compensaciones anticipadas por incrementos de costos y gastos.

Las futuras acciones de la FED pueden tener el efecto pernicioso de crear la percepción de que los impactos ocasionados a corto plazo por la intervención de los bancos centrales son el anuncio de situaciones que se mantendrán por largo tiempo, lo que refuerza el aumento de precios y la reducción del empleo. En ese lenguaje de los abanicos de la FED y los actores económicos, el hecho de aceptar que próximamente se adoptarán medidas capaces de afectar las tasas de interés y la oferta de dinero barato es suficiente para que estos actores emprendan acciones que les ayuden a protegerse de los eventos anticipados, y así comiencen a articular algunos ajustes que requiere la economía.

Probablemente estos ajustes anticipados serán insuficientes, pero podrían ayudar a que las futuras intervenciones de la FED fuesen menos astringentes. Lamentablemente, la receta más efectiva aplicada en las economías desarrolladas para combatir la inflación es inducir una recesión, que siempre comienza con un alza de las tasas de interés. En los próximos meses se sabrá si la FED y el Banco Central Europeo fueron prudentes o, simplemente, lentos en lograr el consenso interno requerido para tomar una medicina amarga.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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