El pensamiento de futuro como habilidad estratégica

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Después de la Segunda Guerra Mundial surge la prospectiva, que cuenta con un conjunto de herramientas para anticipar el futuro. La anticipación se ha convertido en una habilidad estratégica, pues faculta para navegar la complejidad y ser agentes activos en la construcción de un mundo diferente y un porvenir más auspicioso.


Desde los albores de la humanidad, el futuro ha sido objeto de interés y atención para el ser humano. En la antigüedad, las personas comunes valoraban la consulta de oráculos en Grecia, Egipto e Italia, y su práctica tenía especial importancia en el mundo de la política. Los oráculos permitían consultar a los dioses acerca del porvenir —que se expresaban mediante intermediarios humanos (sacerdotes o pitonisas)— para recibir sus orientaciones antes de tomar decisiones como concertar un negocio, declarar la guerra o establecer la paz.

Esta manera de entender la actividad de mirar al futuro, íntimamente asociada a la adivinación, permanecería vigente hasta entrado el siglo XX. Después de la Segunda Guerra Mundial pensar acerca del futuro adquiere el carácter sistemático y riguroso que hoy caracteriza a la prospectiva o estudios del futuro. El término «prospectiva» fue acuñado por el francés Gastón Berger, a comienzos de los años cincuenta, quien la definió como «la ciencia que estudia al futuro para comprenderlo y poder influir en él» (Astigarraga, 2016: 14).

En el pensamiento de Berger se encuentra una idea que ha adquirido especial relevancia en el mundo de hoy: pensar sistemáticamente acerca del futuro permite no solo influir en él sino, más aún, dar sentido al presente. Pensar el futuro es una habilidad estratégica que no solo puede aprenderse sino que, además, aporta herramientas esenciales para tomar decisiones en el ahora y construir el porvenir, en lugar de ser meros espectadores y víctimas del devenir de los hechos.

 

Tras las pistas del futuro

El futuro, en sí mismo, no existe. Si estuviera predeterminado, quizás resultaría más apropiado referirse a él con el término «destino». Una frase que ha sido atribuida por igual a destacados personajes como Abraham Lincoln y Peter Drucker expresa: «La mejor manera de predecir el futuro es crearlo». En otras palabras, el futuro es un derivado de la acción humana; una excelente noticia, pues habla de la posibilidad de ser agentes activos en su construcción.

El futuro no se puede predecir, pero sí anticipar. Existen distintos sistemas para anticipar el futuro. Según las premisas y los marcos de referencia que se empleen para mirar al futuro, se entenderá de forma distinta el grado en que se puede influir en él y aprovecharlo para informar la acción en el hoy. Riel Miller (2010) identifica tres grandes sistemas o marcos de anticipación del futuro:

  1. Anticipación como contingencia: el propósito de este marco es la elaboración de planes de contingencia para mitigar los efectos de un escenario que pudiera presentarse. En este marco, los sistemas se consideran como relativamente estables, aunque sujetos a fuerzas exógenas que pueden afectarlos. Mediante modelos probabilísticos se elaboran escenarios acerca de cómo pudiera ser el futuro de presentarse alguna de esas fuerzas exógenas, con la finalidad de contar con los planes de contingencia necesarios.
  2. Anticipación como optimización: este marco de referencia tiene como propósito moldear el futuro para que se asemeje a lo deseado. La premisa es que se puede influir en el futuro a voluntad mediante la planificación.
  3. Anticipación como exploración: este marco invita a ver el presente desde una perspectiva distinta, para percibir lo que pudiera emerger. El propósito no es prepararse para la acción de una fuerza exógena ni planificar para moldear el futuro, sino leer la realidad en desarrollo para identificar lo no descubierto, la novedad y la discontinuidad. Se buscan señales y patrones de cambio que permitan imaginar futuros hasta ahora no imaginados, que servirán de bases para crear, inventar e innovar.

Estos tres sistemas de anticipación, a pesar de basarse en premisas distintas, pueden utilizarse complementariamente: los tres son útiles y valiosos. Sin embargo, en el mundo del siglo XXI la anticipación entendida como exploración ha adquirido especial relevancia.

 

La anticipación en un mundo VICA

El mundo transita en la actualidad un período de transformaciones profundas y sin precedentes. En 1987, Warren Bennis y Burt Nanus acuñaron el acrónimo VICA (siglas de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) para caracterizar los rasgos de un entorno extraordinariamente cambiante: volatilidad, dada la rapidez con que ocurren los cambios; incertidumbre, por el carácter incierto del futuro; complejidad, en tanto los problemas los causan múltiples variables imbricadas entre sí; y ambigüedad, pues el mundo luce confuso y, con frecuencia, contradictorio.

Navegar el mundo VICA requiere unas habilidades particulares. El futurólogo Bob Johansen (2007) hace referencia a cuatro habilidades que necesitan los líderes y las sintetiza con el acrónimo «VICA primordial»: visión, para abrazar lo desconocido y establecer lo deseado; intuición, para identificar los factores clave al tomar decisiones; claridad, para promover la alineación en torno a propósitos y metas claras; y agilidad, para ser flexibles ante los cambios que se van presentando.

El pensamiento de futuro —basado en la anticipación como exploración— constituye una herramienta esencial para desarrollar un VICA primordial. En primer lugar, porque invita a imaginar el futuro desde una mirada amplia e informada que habilita para transformar el mundo con base en la creatividad y la flexibilidad mental. En segundo lugar, porque ayuda a sentir la novedad y lo emergente; en otras palabras, a identificar las señales de cambio que de otra manera resultarían inadvertidas (Gorbis, 2019; Johansen, 2007; Riel, 2018) y dotar de sentido al momento actual mediante la comprensión de los patrones de transformación en marcha. En tercer lugar, porque permite imaginar futuros posibles con base en la identificación de señales y patrones; abona a la claridad al servir de base para trazar propósitos y metas más claros. Finalmente, porque la apertura a lo emergente requiere el ejercicio permanente de la flexibilidad.

Una de las instituciones que ha mostrado el valor estratégico de cultivar el pensamiento de futuro es el Instituto para el Futuro (IFTF, por sus siglas en inglés), ubicado en Palo Alto, California. Desde su creación en 1968, el IFTF ha desarrollado un método eficaz para explorar y anticipar el futuro. En su dilatada y exitosa labor ha elaborado pronósticos y escenarios de extraordinaria riqueza y pertinencia práctica. Un ejemplo que merece ser destacado es el escenario elaborado en 2010, en el cual previó una pandemia producto de un virus que atacaría el sistema respiratorio. El tiempo demostró, diez años después, que las señales y fuerzas de cambio que en su momento el IFTF identificó y analizó requerían atención. Gracias al empleo de una amplia caja de herramientas —futuros alternativos, simulaciones y artefactos de futuro, herramientas para la transformación o el juego del futuro equitativo— el IFTF ha participado en proyectos de cambio en todo el mundo, con organizaciones como el Banco Mundial, Naciones Unidas y la Fundación Bill & Melinda Gates, y ha trabajado con empresas como Microsoft, BP, Merck KGaA, Nestlé, Mitsubishi e Intel, entre otras.

Las habilidades para pensar sistemáticamente acerca del futuro han llegado a considerarse tan importantes que, desde 2012, la Unesco emprendió el proyecto Alfabetización de Futuros, basado en la idea de que estas habilidades pueden aprenderse y desarrollarse. Alfabetizar con respecto al futuro implica hacer conscientes las premisas para anticipar y actuar, así como atreverse a diseñar premisas nuevas que permitan sentar las bases de un mundo diferente y utilizar el porvenir para dar sentido al presente (Riel, 2018). En palabras de Audrey Azoulay (2018: xxi):

Las personas pueden cambiar cómo y por qué piensan acerca del futuro. Desarrollar la capacidad para imaginar puede ser una poderosa herramienta para catalizar el cambio en el ahora. Ganar habilidad en el diseño de los sistemas y procesos usados para imaginar el mañana es parte esencial de empoderar a mujeres y hombres en la «capacidad para ser libres».

El esfuerzo que la Unesco realiza para promover la alfabetización de futuros surge de la convicción de que las habilidades asociadas a ella pueden cambiar el modo como los seres humanos entienden y ejercen su papel de agentes de construcción del mundo, y abrir oportunidades para aprovechar la complejidad y lo emergente en sus distintas manifestaciones (Riel, 2018).

 

El valor estratégico del pensamiento de futuro

Elaborar una estrategia significa establecer fines e identificar las vías para alcanzarlos. El pensamiento de futuro permite elaborar mejores y más agudas estrategias, precisamente por la forma en que habilita para ver el presente y el futuro. Esto puede resumirse en el ciclo previsión-reflexión-acción (Johansen, 2007), empleado por el IFTF, que sintetiza el conjunto de operaciones mentales requeridas por el pensamiento de futuro:

  • Previsión: esta fase implica mirar al pasado con la finalidad de identificar hitos de cambio con respecto al problema investigado (por ejemplo, el futuro del liderazgo, el futuro de la ciudad de Caracas o el futuro de la industria petrolera). La observación en conjunto de los hitos de cambio permite identificar patrones más profundos de transformación. Otra tarea importante durante esta fase consiste en identificar señales de cambio en el presente: indicadores de algo nuevo que pudiera estar emergiendo y que, de consolidarse, pudiera producir un cambio importante en el futuro. Con base en la información aportada por los patrones y las señales, los futurólogos se hacen preguntas tales como: ¿Qué tipo de cambio pudieran estar indicando estas señales y patrones? ¿Hacia dónde podrían conducir en el futuro? Estas preguntas son la base de una tercera tarea durante esta fase: la elaboración de pronósticos y escenarios.
  • Reflexión: los pronósticos y escenarios no son otra cosa que futuros posibles imaginados a partir de la información aportada por las señales y los patrones de cambio. Han de ser verosímiles, no ejercicios de imaginación libre, sino resultados posibles a la luz de tales señales y patrones. Un mismo conjunto de señales y patrones puede dar pie a la elaboración de una miríada de pronósticos y escenarios, que activarán procesos de reflexión con preguntas como las siguientes: ¿Qué sensación produce este escenario? ¿Gusta o no ese escenario potencial? ¿Cuáles oportunidades y desafíos se abren en un escenario como este?
  • Acción: la elaboración de pronósticos y escenarios generalmente se hace a diez o veinte años, pero con la mira puesta en tomar decisiones en el ahora. Cuando se analiza un escenario en particular se plantean preguntas tales como: ¿Es un escenario deseado o uno que se debe evitar? ¿Cuáles acciones pueden emprenderse ahora, así como a mediano y largo plazo, para propiciar o evitar este escenario, o al menos prepararse para él?

Al mirar en conjunto estas tres fases, el pensamiento de futuro permite trazar mejores fines, ya sea que apunten a aprovechar una zona de oportunidad hasta ahora no identificada o a prepararse para un contexto futuro que luce desafiante. Es un pensamiento de naturaleza sistémica que abre la mirada a lo emergente y requiere habilidades tan diversas como pensamiento crítico, creatividad, flexibilidad mental y empatía, que conducen a una mirada del presente y del porvenir mucho más profunda e informada.

 

Pensar el futuro: apertura a nuevas posibilidades

Uno de los errores en los que suelen incurrir organizaciones y líderes es la búsqueda de soluciones a los problemas centrada casi exclusivamente en el corto plazo. Se ha exaltado tanto la importancia de la rapidez que ello ha conducido a estrechez de miras y falta de sentido estratégico. Más importante que el sentido del tiempo es el sentido de la oportunidad (Johansen, 2007).

Las herramientas de pensamiento de futuro fortalecen la visión estratégica, pues permiten identificar con anticipación los posibles futuros que pueden emerger, antes que otros lo hagan, lo que en el caso de una empresa implica ganar una importante ventaja competitiva. A esto se refiere Johansen con «llegar tempranamente al futuro».

En opinión de Marina Gorbis (2019), directora ejecutiva del IFTF, el pensamiento de futuro es el gran antídoto contra la estrechez de miras del corto plazo. Este tipo de pensamiento permite identificar las zonas de oportunidad que subyacen a los grandes patrones de cambio sistémico. Para identificar estos patrones es necesario percibir las señales de cambio, novedades y discontinuidades que ocurren cotidianamente y hablan del futuro que puede emerger, pero que al estar en los márgenes del sistema pueden pasar inadvertidas. El pensamiento de futuro ayuda a crear nuevas posibilidades.

Si algo forma parte de la esencia del liderazgo es, precisamente, esta habilidad para identificar nuevas posibilidades y alinear comunidades, equipos, organizaciones o ciudadanos en torno a su materialización. En un mundo plagado de problemas, desequilibrios y desigualdades, las herramientas de análisis y acción provistas por el pensamiento de futuro contienen la promesa de convertir a las personas en agentes activos de transformación, desde un marco de referencia que articula habilidades tan esenciales como la creatividad, la imaginación, el pensamiento crítico, la empatía y la flexibilidad mental.


María Elena Pinto Mota, consultora en aprendizaje estratégico y profesora invitada del IESA.

Referencias

Astigarraga, E. (2016). Prospectiva estratégica: orígenes, conceptos clave e introducción a su práctica. Revista Centroamericana de Administración Pública, (71), 13-29. http://prospectiva.eu/dokumentuak/Astigarraga-E_prospectiva_publication_ICAP_2016.pdf

Azoulay, A. (2018). Foreword. En R. Miller (ed.), Transforming the future (p. xxii). UNESCO-Routledge.

Gorbis, M. (2019). Five principles for thinking like a futurist. EDUCAUSE Review, 54(1), 29-35. https://er.educause.edu/articles/2019/3/five-principles-for-thinking-like-a-futurist

Johansen, B. (2007). Get there early: Sensing the future to compete in the present. Berret-Koehler Publishers.

Miller, R. (2010). Futures literacy: Embracing complexity and using the future. Ethos, (10), 23-28. https://www.csc.gov.sg/articles/opinion-futures-literacy-embracing-complexity-and-using-the-future

Miller, R. (2018). Introduction. Futures literacy: transforming the future. En R. Miller (ed.), Transforming the future (pp. 1-12). UNESCO-Routledge.